Este movimiento sostiene que comer o industrializar carne, es patriarcal. Filo.News charló con dos activistas en contra del consumo de animales para entender por qué, para el vegetarianismo y el veganismo, consumir carne es un acto machista.
Hace varias semanas la humorista y feminista Señorita Bimbo realizó una publicación en donde sostuvo que la industria de la carne y el patriarcado van de la mano. Esa afirmación generó polémica y la actriz tuvo que salir a explicar a qué se refería.
Si bien quienes escuchan y siguen a esta artista saciaron sus dudas, la pregunta quedó dando vueltas y la información al respecto no abunda, así que hay que buscarla. Para eso, desde Filo.News, hablamos con Malena Blanco, integrante de Voicot (activistas por los derechos de los animales) y con Anahí Gabriela González, Doctoranda en Filosofía por la Universidad de París VIII y la Universidad Nacional de San Martín, becaria del CONICET, licenciada en Filosofía, directora de la Revista Latinoamericana en Estudios Críticos Animales e integrante de la Red Transfeminista Antiespecista San Juan.
"Las conexiones entre sexismo y especismo han sido especialmente tematizadas por los feminismos en la última parte del siglo XX, los cuales han patentizado la existencia de una clara conexión entre la subordinación y la explotación de las mujeres y de los animales no humanos. No se trata sólo de que sus intereses no son tenidos en cuenta, sino de visibilizar la existencia de un orden de poder que es indisociable de la explotación de aquellos cuerpos considerados desechables o mercantilizables", explica González.
Si bien podríamos pensar que tan solo por existir en este mundo, todo es patriarcal, esta forma de consumo animal, aseguran desde Voicot, es claramente machista. "La filósofa Donna Haraway sostiene que es 'el patriarcado capitalista blanco', y que ha supuesto, en el caso de los animales, su encierro y explotación en lugares de confinamiento como granjas industriales de explotación intensiva, zoológicos, circos y bioterios. Actualmente, la mercantilización y explotación de la vida animal dentro del capitalismo se extiende de modo global: los cuerpos de los animales se encuentran disponibles bajo todas sus formas, para alimentación, educación, entretenimiento, experimentación científica, cosmética y militar", sostiene la filósofa.
Este discurso y esta lectura pertenecen al movimiento antiespecista. "El término 'especismo' surge precisamente para referirse a un conjunto de prácticas y discursos que, en base a la supuesta supremacía humana, re/producen la inferiorización sistemática de los animales no humanos", nos explica la especialista.
Por su parte, Malena Blanco insiste: "Se supone que somos superiores porque tenemos la capacidad de razonar, en vez de enfocarnos en que todes tenemos la capacidad de sentir. No tenemos esa consideración y la capacidad de sentir debería ser suficiente. Esas ideas solo intentan perpetuar la esclavitud y la explotación. Todo el feminismo debería tener esto en cuenta".
La complejidad del "bifecito"
¿Pero comer carne es patriarcal? ¿Todo es machismo ahora? ¿No puedo siquiera alimentarme? "A veces no parece ser tan evidente la conexión material, discursiva e histórica de la industria de la carne con el patriarcado capitalista blanco. Sin embargo, la explotación de los animales no humanos está vinculada a un sistema patriarcal que implica un simultáneo ejercicio de control sobre los cuerpos de los animales, de las mujeres, de las personas negras, y de otros cuerpos subalternos, a fin de desplegar y sostener el privilegio masculino hegemónico (blanco, heterosexual y cisgénero)", responde González. Recordemos que el prefijo "cis" se refiere a quien se autopercibe con el género asignado al nacer.
Para Blanco es aún más claro: "Consumir carne s un acto machista y esclavista. Siempre el macho es más macho si es capaz de matar un animal. Ya suena del siglo pasado. Es un acto de dominación. No hay acto más revolucionario que elegir en el plato no financiar esta industria siniestra".
Uno de los elementos centrales del dispositivo patriarcal, según este movimiento, es el control de los cuerpos gestantes, tanto de las mujeres como de los animales. "La industria alimenticia supone un control permanente sobre las funciones reproductivas de los animales que han sido históricamente clasificados como 'hembras'. En este sentido, una de las autoras más conocidas del feminismo antiespecista, Carol Adams, ha denunciado la doble opresión de las 'hembras' animales, debido a que su capacidad reproductiva es explotada para la producción de lácteos y huevos, además de ser posteriormente asesinadas para el consumo humano", explica González.
Lo que nos dice la especialista es que, en términos generales, el especismo es indisociable del "cisheteropatriarcado" (desarmemos: cis, gente a quien el género autopercibido le coincide con el asignado al nacer, hetero por hetersexual y patriarcal, bueno, de patriarcado). "Existe una escala jerárquica de valoración de las vidas que va de lo ideal hegemónicamente (el varón cisgénero heterosexual, blanco y adulto) al cuerpo del animal. Por ende, el especismo constituye una matriz de poder que, al enlazar cuerpos, gestos, espacios y discursos bajo esa norma, torna natural e invisible la subordinación y explotación experimentada por los otros animales. Pero además vuelve legítima la opresión de los cuerpos animalizados, tales como mujeres cis y trans, lesbianas, indígenas, hombres trans, maricas, personas enfermas, neurodivergentes, gordas, con diversidad funcional, etc.", explica.
El asado con los pibes
Pero lo que en definitiva queremos entender es si consumir carne es un acto machista. Para la filósofa, un poquito sí. "Dada la conexión entre especismo y sexismo, desde los feminismos antiespecistas suele señalarse que comer carne se vincula con ideales normativos viriles de dominación y supremacía. Esta idea fue desarrollada por Carol Adams en su famoso libro La política sexual de la carne: una teoría critica feminista vegetariana publicado en 1990. En él, Adams presenta un enfoque feminista del veganismo basado en el argumento de que, en Occidente, sobre todo a partir de la segunda mitad del siglo XX, existe una conexión histórica y cultural entre el consumo de carne y el poder masculino. Las sociedades occidentales han considerado el consumo de carne como un indicador de la masculinidad dominante y de superioridad intelectual, mientras que los vegetales aparecen como el alimento privilegiado de las mujeres y de los sujetos racializados, pues, en el caso de estos últimos, su consumo es asociado a la falta intelectual de los pueblos no occidentales".
Que existe una cierta asociación entre carne y masculinidad es algo que diversas investigaciones científicas confirman, pero este tema merece una nota aparte. Por ahora, alcanza con decir que una reciente investigación publicada en la revista Frontiers In Psychology sostiene que las actitudes modernas hacia la carne, tanto en hombres como en mujeres, "reflejan una fuerte asociación entre la carne y la masculinidad". En ese estudio, entre otras cosas, los hombres exhibieron asociaciones implícitas más fuertes entre la carne y la salubridad que las mujeres.
Y esto no es tan loco. Recordemos que en la división de tareas, momento clave de nuestra historia, ellos salían a cazar y nosotras nos quedábamos con las criaturitas y la agricultura. Probablemente se arrastra desde entonces la figura del varón carnívoro como aquel que muestra virilidad y supremacía.
Debate dentro del debate
No hay un solo feminismo sino muchos. Y si bien cada uno de estos feminismos se une por una misma causa (terminar con el machismo), los diferencian lecturas políticas sobre distintos temas.
Dentro del feminismo antiespecista, por ejemplo, existen diferentes visiones sobre la identidad trans. "El trabajo de Adams, al inscribirse en la tradición feminista radical, asume una visión binaria de las categorías de hombres y mujeres. En primer lugar, al sostener un esquema dualista donde los hombres aparecen vinculados al consumo de ‘carne’, sea real o simbólicamente, mientras las mujeres y los animales aparecen como objetos de consumo, se invisibilizan otros modos diferenciales de habitar el sexo/género. El enfoque de Adams no considera a las masculinidades no hegemónicas, es decir, hombres trans, cuerpos no binarios o masculinidades lésbicas, entre otras, que puedan establecer relaciones diferentes con el consumo de carne, y cuestionar las relaciones de soberanía respecto a los animales no humanos", explica la filósofa.
Cabe destacar que si bien la transfobia existe dentro del feminismo, son pocos los espacios en donde este discurso tiene el visto bueno. No pasa igual con otra de las fisuras: el trabajo sexual versus el abolicionismo. "Al sostener que existe una continuidad entre el ciclo de objeción, fragmentación y consumo de las mujeres, y el descuartizamiento y desmembramiento de los animales, Adams se basa en un enfoque anti-pornográfico y anti-trabajo sexual que silencia las voces de las trabajadoras sexuales. Carrie Hamilton ha señalado que el argumento de Adams en contra del trabajo sexual no sólo invisibiliza la agencia de las trabajadoras sexuales, sino que además va en oposición de cierta confluencia en algunos círculos de activistas entre la defensa de las trabajadoras sexuales y la defensa de los animales", cuenta González.
¿Cuál es la propuesta? ¿Cómo se soluciona esta grieta dentro del especismo? La filósofa sostiene la necesidad de establecer otras apuestas feministas veganas que no presupongan la identidad y la universalidad del sujeto ‘mujeres’, y, por ende, la consecuente norma de la mujer cisgénero blanca, de clase media, esposa, madre, adulta, delgada y heterosexual.
¿El futuro es vegano?
La ciencia acompaña esta pregunta y advierte que si nuestros consumos de carne continúan como hasta ahora, nos queda mucho menos tiempo del que creemos. El consumo del agua para la ganadería y los gases que expelen las vacas son dos de las varias razones por las cuales diversos estudios aseguran que en un futuro no muy lejano, vamos a comer más verduras que otra cosa.
"Entramos en la sexta extinción masiva a cargo de nuestra especie y la ganadería contamina mas que todos los medios de transporte del mundo. El sistema es permeable, nos da algunas licencias como por ejemplo ahora que no se puede usar pajitas o que nos dan un poco de bola a les veganes. El sistema es permeable porque si no se rompe. Por eso creo que la unión de las diferentes luchas es fundamental y que todas deben trabajar en la empatía. No podemos estar trabajando en contra de la violencia contra la mujer con un pedazo de carne en el plato porque esa carne es violencia", explica Malena.
De la misma forma, la filósofa detalla con más precisión: "Es que el veganismo constituye una apuesta insoslayable no sólo para crear alternativas el régimen especista dominante, sino también para contrarrestar la crisis ecológica global: la ganadería es una de las principales causas de contaminación ambiental y de la consiguiente extinción masiva de los denominados animales salvajes. Pero un futuro antiespecista deberá implicar más que un simple cambio de hábito alimentario: el conjunto de la industria capitalista fósil constituye una amenaza existencial para la vida animal (no humana y humana), aun cuando no implique inmediatamente la explotación directa de las vidas animales o su producción y consumo como cadáveres".
Los movimientos en contra de la violencia animal buscan cambiar de forma radical todos nuestros consumos y formas de relacionarnos. "El desafío que nos presentan los antiespecismos es pensar cómo lo humano ya es una 'norma de poder' cargada de privilegios: la tesis del excepcionalismo humano ha sido funcional para la exclusión y la animalización de aquellos existentes que no se corresponden con el ideal humano. De este modo, la naturalización de la muerte de los demás animales es trasladable para justificar el asesinato de aquellos otros que permanecen irreconocibles como humanos. La cuestión no es ampliar y volver más incluyente el proyecto humanista, dejando intacto el esquema jerárquico que extiende determinados privilegios, sino de establecer alianzas para contrarrestar los efectos del orden capitalista especista dominante", dice la filósofa.
A donde cuesta llegar, admiten las entrevistadas, es a las generaciones más longevas y seguramente tenga que ver con una cosmovisión del mundo pero, a su vez, con que van a estar muchos menos años en este planeta que las nuevas generaciones. "Los mas jóvenes son muchísimos mas abiertos a esto, pero la generación más grande no tiene la misma capacidad de escucha. No hay manera de que el mundo resista si seguimos así y si no hay un trabajo de empatía y cambio radical, no va a haber mundo futuro. Estas nuevas generaciones ven las cosas desde otro lado porque es, además, su forma de sobrevivir", finaliza Malena.