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Hace una década y media, en una propiedad escondida sobre la calle Thames, empezaba un proyecto decisivo para la coctelería local. Hoy, el "Ocho" festeja su cumpleaños, pero antes de perdernos en el brindis decidimos hablar con su fundador.
Antes de la marea de los speakeasies, de las barras temáticas y de la vedettización de los bartenders, estaba el 878: el bar fundado por la pareja de Julián Díaz y Florencia Capella un 13 de junio, 15 años atrás. Como hoy, fue un día más en el eterno ciclo de las crisis argentinas, con los amigos haciendo el aguante y el amor por la coctelería alumbrando el camino. En ese momento, con las paredes descascaradas y una voluntad de acero, Julián y Florencia inauguraron un concepto en la ciudad: un refugio para amantes del buen beber oculto detrás de una imponente puerta sin indicaciones ni artificios. Un lindísimo portal de madera que los que frecuentan la noche porteña pueden reconocer sin dudarlo y que, junto a otros nombres como el del Gran Bar Danzón, marcaron una época y el ritmo de una nueva tradición en Buenos Aires.
Ahí, en la calle Thames al 878, en el icónico número capicúa, esta noche se celebra un cumple de 15 al que están invitados los vecinos, los habitués, los periodistas, los colegas de las barras y también de las cocinas. El Ocho es, además de una visita obligada para turistas y locales sedientos, un punto de encuentro para la comunidad gastronómica. "Poca parafernalia, buenos tragos y onda. Así arrancó 878. Escondido, a puertas cerradas, sin vidriera. Siempre tuvo cierto aire de ‘portarse un poco mal’. Desde sus inicios es, también, un lugar gastro. Es decir, elegido por los que trabajamos en el rubro gastronómico para reunirnos a la madrugada, después de salir de nuestros trabajos. Vamos ahí por su calidad, por su buen servicio y, sobre todo, por ser un espacio que está lejos de ser pretencioso", lo define Narda Lepes en la contratapa del libro que el bar editó cuando festejó su décimo aniversario. Una caracterización que sigue vigente y que explica cómo un lugar puede sobrevivir durante una década y media a los embates del tiempo, de la economía y de las modas.
Sin embargo, no hay mejores palabras para contar la esencia de un proyecto como el Ocho que las de Julián, a quien entrevistamos brevemente para conocer un poquito más sobre su historia, la de su bar y la de nuestra coctelería. Pasen y lean:
¿Por qué abrieron el 878? ¿Cómo surgió la idea de poner un bar que estuviera escondido?
Con Flor, mi mujer, queríamos tener un bar y necesitábamos trabajo. No teníamos plata, así que buscamos un local barato. No queríamos que tuviera cartel para que tenga un atractivo por el misterio y porque era algo que nos divertía como juego.
¿Cómo fue el proceso hasta abrir, cómo encontraron el lugar?
Era una época en la que casi no había bares, en el 2004, después de la gran crisis del 2001. Nosotros vivíamos por Villa Crespo y estábamos -estamos- muy enamorados de ese barrio. La idea era buscar un local que tuviera ese espíritu de galpón, un poco trash, pero que tuviera su mística. Cuando vimos esa puerta nos encantó. Sabíamos que el barrio tenía un gran potencial, no nos gustaban los polos gastronómicos y estaba bien ubicado.
¿Te acordás de la primera noche?
Me acuerdo muy claramente porque había mucha expectativa. No teníamos más plata, no habíamos terminado la obra pero sabíamos que íbamos a abrir. El viejo supermercado El Sirio, que ya no existe más, me fió la mercadería, me dio crédito por primera vez en mi vida. Los chicos de La Fachada, la pizzería amiga, nos prestaron también cerveza como para poder abrir al público. Convocamos a amigos por teléfono, no existían las redes sociales. Ese día empezó y nunca más paró.
¿Qué pasaba en coctelería en ese momento?
En esos años no existía una coctelería desarrollada como hay ahora, pero sí estaban el Danzón, Mundo Bizarro y por supuesto los hoteles, que eran los lugares que frecuentábamos y donde aprendíamos a tomar. Con eso nos nutrimos un montón. Nos gustaban esos dos mundos: el de la sofisticación, de la coctelería más clásica, y también la cosa rockera, más nocturna y porteña de Mundo Bizarro.
Si tuvieras que inaugurar el 878 ahora, en 2019, ¿lo harías idéntico o cambiarías algo?
No, hoy en día abrir un bar es mucho más difícil, es mucho más competitivo y hay mucha más información. En aquel entonces, abrir un bar era un acto de osadía muy distinto, porque no había un mercado tan grande como hay ahora pero sí era menos competitivo. Por ejemplo, el sistema de sonido en esa época era más rudimentario; ahora, si abrieras un bar con ese equipamiento sería un suicidio inmediato.
¿Qué es lo que más te gusta de los bares de hoy?
Nosotros siempre trabajamos con mucha convicción sobre nuestra identidad, nuestra historia, nuestra cultura y costumbres de consumo. Los que más nos gustan son los bares que representan la ciudad donde están y donde no te podrías sentir en otro lado. Lugares que tengan que ver con la historia de la gente que los hace y habita. Por eso pensamos el 878 como un bar muy porteño, con una mezcla de lo que venía de afuera, pero con mucho hincapié en las bebidas y los productos locales, con nombres en español y que respondían un poco a esa lógica. Celebro los lugares que tienen una idea de comunidad, que trabajan para un barrio o un público con el que se sienten identificados.
¿Cuál es tu trago preferido del Ocho? ¿Y el plato?
Cambia por día de la semana (risas). Siempre me gustó mucho el Old Fashioned, me gustan los Martinis, soy de clásicos. Pero también me gustan mucho los aperitivos, el Cynar Julep, los vermús y sobre todo el vino. En el Ocho, primero tomo un trago, que depende del día y de la graduación alcohólica cuán clásico sea: puede ser un Old Fashioned, un Manhattan o un Martini, en esas variantes. Después, vino.
El plato que me sigue encantando es la hamburguesa de cordero, porque fue un poco el emblema de lo que queríamos hacer: algo de bar, simple pero con una vuelta de tuerca. Fue bastante pionero porque mucho antes de este boom de las hamburguesas lo hacíamos y me sigue gustando. La como con un trago, una copa de vino o una birra y funciona. Me parece que tiene algo de esa elegancia chancha que nos gusta.
El 878 es el bar perfecto para....
Para tomar clásicos, para relajarse en la barra y ponerse en las manos del equipo. Para ir solo o en patota.
¿Te imaginás festejando 15 años más?
Siempre fue nuestro sueño tener un bar que permanezca en el tiempo, con espíritu de innovación pero, a la vez, pensado para que dure. Ojalá cumplamos mucho más de 15.
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