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Genero #género#Feminismo#Zaramay#l'gante

Y al final, entre Zaramay y L'gante, ¿quién es la más poronga?

A partir de una pelea entre dos traperos-raperos-cumbieros, surge esta reflexión. Mientras sus letras reproducen estereotipos vetustos en la realidad, el significado es protagonista y nosotras, todas putas.  

Y al final, entre Zaramay y L'gante, ¿quién es la más poronga?
L'gante y Zaramay, dos de los entrevistados más vistos de Caja Negra.

Se picó entre los músicos Zaramay y Lgante y cuando disfrutaba de un rico mate a la mañana decidí poner el tema eterno (dura 10 mins) que el primero le dedicó al segundo luego de que el segundo también le dedicara una canción

Se bardean entre ellos y se disputan la copa del "más poronga". Que quién salió del barrio más pobre, que quién tiene más plata, que quién juega mejor a fútbol. Metáforas que van y vienen y rimas que divierten porque, claro, a la humanidad nada le gusta más que ver una pelea y agitarla si total somos simples espectadores. ¿Qué cambió desde la antigua roma y los gladiadores en el coliseo a esto? El formato nomás. Ahre. 

Bueno, en dicha canción, cuando parece que se queda sin rimas, Zaramay repite varias veces que las mujeres somos todas zorras, gatas, trolas. Que estamos en donde está la plata y como ellos tienen la plata, bueno, presentes. Hasta ahora nada nuevo bajo el sol. La mayoría de las canciones de trap, cumbias o reggetones tienen este tipo de letras y como feminista pero también hedonista que quiere vivir la vida y poder bailar en paz no voy a cancelarlas. Esto es simplemente una reflexión, que no busca señalar con la posta sino hacernos algunas preguntas. 

A ver, entre ellos se insultan pero al parecer no pueden solos, tienen que hablar de nosotras en sus letras. ¿Por qué? Bueno, hasta hace no mucho tiempo éramos parte de la propiedad privada de cada hombre. Hace cien años atrás nos casábamos pero no podíamos votar, tener la potestad de nuestrxs hijes o comprarnos una casa. Entonces claro, la novia de un chabón es una especie de trofeo para su enemigo

Y digo es porque ese discurso cultural aún existe en la realidad, la idea no es comerse el cuento de que el mundo cambió porque a su vez millones de mujeres viven el calvario de ser consideradas, en una pareja, propiedad de su marido. De hecho por esos esas letras. Las desigualdades y violencias suceden. Pero lo cierto es que, aunque simbólicamente no se haya modificado, en la práctica, la cosa es distinta. Tenemos Educación Sexual Integral, tenemos aborto, vamos a trabajar todos los días, tenemos propiedades (yaki), somos CEOs, madres, profesionales, todo lo que hace cinco décadas ni siquiera era una posibilidad para nosotras. 

Sabemos que la cultura mainstream tarda en llegar a estos cambios tan radicales respecto a los géneros, así que las reflexiones sobre cómo se arrastran estereotipos que ya no cierran en nuestro cotidiano, creo que valen la pena. Porque al final estos dos muchachos, cuando se disputan el respeto y el honor, lo hacen nombrándonos, a nosotras y a nuestra sexualidad. Pero no desde un lugar de libertad sino de sumisión. Es cliché decirlo, sí, pero también reproducirlo.

En esta pelea se refieren a nuestros cuerpos y a nuestro deseo como lo que un varón tiene que conseguir y la epifanía llega cuando queda en claro que eso es lo que los hace más o menos poderosos. El dinero y las mujeres, ese combo perfecto tan de los 90. No hace falta investigar mucho, dime cuántas minitas bailan semidesnudas en tus videos de trap y te diré cuán machito sos.

El poder de nuestra decisión, de nuestras tetas y nuestro deseo es exponencial. Que nos traten de putas porque disfrutamos explícitamente de lo que ellos históricamente disfrutaron, queda viejo y parece más una parodia de Capusotto que una realidad adolescente. Aún así sucede y meneamos hasta abajo.

Porque con las putas está todo bien y el problema es con el discurso es que escribo palabras arrebatadas y nos invito a repensar estas "pavadas". Porque apropiarse de los "insultos" es una forma de revolución. En definitiva, ellos nos necesitan para triunfar y ni Lgante ni Zaramay, al final, las más porongas del lugar parece que somos nosotras.