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El goce anal y ese terror masculino, ¿a qué le temen cuando temen?

Las teorías queer y los movimientos feministas estudian a este órgano hace décadas. Este agujerito significa mucho más que cagar en nuestro mundo. ¿Por qué el ano tiene género si todes tenemos uno? ¿Por qué los varones heterosexuales le temen al placer anal? En esta nota, cuatro especialistas analizan el enorme y significativo peso del culo masculino. 

El goce anal y ese terror masculino, ¿a qué le temen cuando temen?

"¿Cómo saber si aún tienes ano? ¿Cómo escribir con el ano (en caso de que aún lo tengas)? ¿Qué podemos aprender del ano? ¿Cómo hacer la revolución anal? Busca. ¿De verdad sabes qué es un ano? Entonces, responde: ¿es el ano un órgano sexual? Y en caso de que lo fuera, ¿de qué sexo? ¿Y a qué sexualidad pertenecen las prácticas que lo implican?… Entonces, no respondas. Primero descarta toda certeza anatómica, desconfía de las evidencias visuales y lingüísticas". 

Paul Beatriz Preciado, pensador, escritor y activista queer se refiere al concepto "ano cerrado" como el precio que se paga por el privilegio de la masculinidad. Y de eso vamos a hablar en esta nota, ¿qué pasa con el ano en los varones? ¿Por qué, aunque todes tengamos uno, el ano parece tener género y es femenino? 

El culo en nuestra sociedad es más que un orificio defecatorio, ese agujerito que amenazan romper en cada insulto de cancha o pelea callejera tiene una connotación negativa muy profunda (cuac) y un tabú tan grande que ya, desde el arranque de este artículo, temo no poder abarcarlo en su totalidad. 

Por eso, para lograr una mirada amplia sobre el tema, Filo.news habló con la psicoanalista y especialista en teoría queer, Lara Fuchs, el activista y comunicador Lucas Fauno y los sexólogos Federico Rinaldi y Federico Ibarra González. Psicología, comunicación y sexología, tres especialidades claves a la hora de entender qué pasa con este órgano tan vital como vapuleado.     

En los anales de la historia  

Cuadro del ilustrador francés, Paul Avril.
Cuadro del ilustrador francés, Paul Avril.

"Ninguna novedad. El ano es un tabú porque las representaciones culturales que lo rodean están ligadas históricamente a lo sucio, promiscuo, lo criminal y lo enfermo, especialmente en las masculinidades", indica Fuchs. 

¿Pero fue siempre así? ¿El ano siempre tuvo esta carga peyorativa? Bueno, spoiler alert, el rechazo a este orificio es cultural y, por tanto, modificable en tiempo y en espacio. "El sexo anal tántrico, por ejemplo, fue valorado positivamente en la India desde siempre. Otro ejemplo es la cultura griega clásica, donde el ano era considerado territorio de placer aceptado entre los varones", explica la psicóloga pero aclara: "Igual no era ningún paraíso porque la sociedad griega se ordenaba con la matriz penetrador-penetrado, que por más que no estuviera atravesado por la variable de género, no dejaba de ser jerarquizado. O sea, el ano no era tabú porque era un orificio más, solo estaba reservado para el ciudadano de derecho”.

Pero de aquella Grecia al mundo actual pasaron cosas. Y lo que antes no era considerado ni siquiera un insulto hoy es el principal bastión de la masculinidad tóxica. "El cambio histórico, fundamental en nuestra sociedad, se da en la segunda mitad del siglo XIX, con la construcción de los términos heterosexualidad y homosexualidad, porque ahí queda claro cómo se instala el nuevo régimen de poder que reemplaza al poder soberano, que era el poder del rey y se instala el biopoder", sostiene Fuchs.

El "biopoder" es un término originalmente acuñado por el filósofo francés Michel Foucault y se refiere a la práctica de los estados modernos de "explotar numerosas y diversas técnicas para subyugar los cuerpos y controlar la población". Foucault sostiene, entre otras cosas, que es a través de los cuerpos y de la sexualidad que los grandes poderes todo lo controlan.  

“La psiquiatría inventa la perversión como “enfermedad” para establecer la heterosexualidad obligatoria. Como obviamente no hay síntoma en la homosexualidad, se crea la idea de “instinto sexual natural” supuestamente orientada a la resproducción y se patologiza como desviado cualquier acto sexual que no esté orientado a esto. Esto se subvierte completamente con la ampliación de la sexualidad freudiana, que pone de manifiesto que la sexualidad es por definición perversa, antinatural y antiadaptativa", profundiza Fuchs. 

"Me parece que lo que pasa con el ano es que al ser un lugar de desperdicios, un lugar de mierda, vivimos en una sociedad que, entre tantas otras cosas, va a morir de literalidad. Entonces, pensar el culo y la mierda como un lugar vergonzoso, humillante, que no se nombra, que se niega, tiene que ver con esto. Si lo trasladamos a lo social, tiene que ver con lo improductivo", reflexiona Lucas Fauno al respecto. 

Es que sí. Nuestro sistema capitalista prepondera y sobrestima lo productivo y a lo improductivo no le da lugar. Podemos pensar en el ano como también podemos pensar en, por ejemplo, las personas mayores. Pero eso no es lo único que nos separa y distancia del ano como un órgano sexual. La idea de establecer un orden, un status quo que logre organizar a una sociedad que comenzaba a desarrollar masivos sistemas de producción globalizados, también le jugó en contra al noble culo.   

"A partir de la segunda mitad del siglo XIX ahí, la psiquiatría inventa el concepto de instinto sexual natural, porque obviamente no hay síntoma en la homosexualidad. Entonces como no hay síntomas en el cuerpo, ¿dónde inventan el síntoma? En el instinto sexual natural, que está orientado a la reproducción y encasilla cualquier acto sexual que no esté orientado a la reproducción como perverso", destaca Fuchs.

Casi podríamos decir que el ano deseante se constituye como uno de los enemigos de la reproducción, ergo, de la familia que es, aún hoy aunque a duras penas, una de las bases de este sistema de consumo. 

“El sexo anal primero estuvo criminalizado por el discurso jurídico, que entendía a la sodomia como un acto ilegal, un atropello a la moral (y en algunos países hoy lo continúa siendo) y después patologizado por la aparición de la psiquiatría en el siglo XIX que inventó la categoría de perversión como una 'enfermedad' del instinto. Este punto se exacerba en los años 80 con la aparición del SIDA. Y esto hace que Leo Bersani escriba un texto muy representativo '¿Es el recto una tumba?'. Porque, claro, el recto estaba directamente relacionado con el SIDA y con la muerte ya que, al principio de esa pandemia, se creía que sólo afectaba a los gays y se la llamaba 'la enfermedad rosa'. Lo cierto es que el ano es un territorio de disputa de poder contra-hegemónico que desafía las lógicas de identificación y construcción de masculinidad y feminidad, porque todos tienen culo", reflexiona Fuchs. 

Más que un culo, una ideología 

El filósofo y pensador Paul Beatriz Preciado.
El filósofo y pensador Paul Beatriz Preciado.

A partir de los años 80 los movimientos queer comienzan a ubicar a este orificio en un lugar definitorio y preponderante en la escena política de las lecturas de género y sexualidad humanas. El ano no es sólo un ano, es el emblema de las disidencias, es la criptonita de la masculinidad tóxica y la bandera de lo contrahegemónico: el ano es político

"El sexo desde siempre ha sido una cuestión política si tenemos en cuenta que, incluso hoy en día, en algunas partes del mundo la penetración anal es penada por ley. No solo población gay o de varones antipatriarcales hacen un uso político de sus manifestaciones respecto al ano, la tradición heterosexual en la que se pensamos el mundo hace uso del sexo anal para referirse en términos despectivos a otro", reflexiona Ibarra González. 

"La vergüenza es prima hermana del miedo y me animo a decir que ese miedo es producto de una idea absurda asociada a la homofobia, en primera instancia propiciada por instituciones religiosas y luego médicas. Hoy día discursos que no están ya legitimados y vigentes como el de gay=infierno o gay=infecciones de transmisión sexual, por ejemplo", enfatiza Rinaldi.

"Hay una mirada muy heteronormativa del deseo en relación a qué podemos hacer con el propio ano y el ano del otre. Esto no nos atraviesa de la misma forma. El ano no constituye feminidad, típica es la idea de que en esta sociedad las mujeres no cagan, por ejemplo", indica la psicóloga aunque, irónicamente, si googleamos "culo", el 90% de las imágenes que este buscador arroja, son culos de personas que se autoperciben mujeres.

"Según Preciado, el miedo a perder el privilegio de ser varón heterocis siendo penetrados hace que tengan terror a mostrar su orificio y para darle un lugar a ese poder, penetran. Y esto se ve muy claramente en la edificación de los baños públicos, donde el terror es a tener el agujero al descubierto frente a otros, en cambio para hacer pis, pasa todo lo contrario", agrega la psicóloga. 

Por su parte, Fauno, que analiza el culo como un significante de poder, indica: "El culo sigue siendo un espacio feminizado, sigue siendo un espacio violentado por los falo, por lo fálico, por ejemplo. Esto de 'te rompo el culo', o sea, ¿cómo no notamos la connotación de la cultura de la violación que tiene esa frase? Te voy a lastimar, te voy a hacer doler y vamos a romantizarlo hasta que sea casi un piropo. Entonces para mí tiene que ver con lo malo, como lo masculino y lo receptivo pasivo como femenino, más allá del hombre o mujer".  

Relajate y goza 

 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 
 

Una publicación compartida de Lucas Gutiérrez (@lucasfauno81) el

¿De qué hablamos cuando hablamos de placer anal? Si bien podemos asegurar que el sexo anal no tiene género y que es el ano uno de los orificios que nos democratiza y hermana, en la sociedad actual, la "colectora" está pintada de rosa. 

Es que rosa es ese color característico de todo lo que implica ser feminidad para esta cultura y coger por el ano es una de esas cosas. "La prohibición y al hablar de coger por el ano y no por la vagina para reproducirse lo instala como objeto de deseo casi inalcanzable para los varones hetero y lo vuelve producto de mercancía. Porque obviamente, la prohibición y el tabú lo que hacen es orientar el deseo", agrega Fuchs.

Sucede. Ellos (varones heterosexuales y cisgénero) piden a sus parejas poder acceder a esto y la virilidad masculina se alimenta de películas porno mainstream que enfocan en primerísimo primer plano anos "femeninos" pelados y dilatados que esperan pasivos la penetración del más fuerte. Ahora, si hablamos de anos viriles, este músculo se cierra y no entra allí ni un alfiler. 

"Los Santos Padres, temerosos de que el cuerpo nacido conociera el placer de no-ser-hombre, de no-ser-humano, de revolcarse entre los jabalíes y las fores, cogieron todo lo que tenían a mano (el fuego, la rueda, el lenguaje, la física nuclear, la biotecnología...) y pusieron en marcha una técnica para extirpar del ano toda capacidad que no fuera excremental", sostiene Preciado. 

El ano cerrado, ese costo alto de placeres censurados y próstatas no alcanzadas, goza todavía de un estado de salud envidiable. "Sos un culo roto", "te vamos a romper el orto", "vértigo en la cola", frases que indican de forma clara que el sexo anal no implica más que sumisión y pérdida.

¿Y quién ocupa ese rol en nuestra sociedad? Nosotras, claro. La pasividad es una característica socialmente femenina y en todo lo que es coger, nos interpela por completo. "El culo parece democrático porque todo el mundo tiene uno, pero como dice el sociólogo Javier Saez, vemos que no todo el mundo puede hacer lo que quiere con el", resalta Fuchs. 

Aún así, para el sexólogo Federico Rinaldi, esto está cambiando. "Creo que la caída del modelo reproduccionista abrió un camino hacia prácticas antes cuestionadas y en muchos casos castigadas", explica.

La llegada de los feminismos a los debates sociales de forma masiva hizo, hace y hará tambalear todo este tipo de dictámenes estáticos dentro de los roles de género y, por sobre todas las cosas, redefine minuto a minuto significantes como la pasividad y el deseo "femenino".

Hoy no hay, dentro y fuera de los movimientos, interacciones sociales que no se cuestionen y es la sexualidad el campo en el que los feminismos buscan modificarlo todo. El sexo como una herramienta para alcanzar el placer comenzó en el siglo pasado a ser preponderante.

La revolución sexual de los los 60 y el descubrimiento de la píldora anticonceptiva hicieron que el sexo dejara de ser un mandato divino para la procreación y se transformara en una ruta directa al goce sin mandatos familiares.  

"El cambio de función hacia el placer es clave para comprender las prácticas sexuales actuales. Hoy día el sexo anal es parte del repertorio (al menos potencial) de las personas y ya no es considerado una conducta 100% ligada a una orientación o sexo específico. De hecho todas las practicas sexuales son de personas y no tienen (o deberían tener) sexo, genero u orientación", explica el especialista.

Es que claro, en nuestra sociedad, la pasividad y lo activo tienen, además de género, sentidos opuestos con cargas opuestas. Pero, ¿y el disfrute de la pasividad? ¿Se lo están perdiendo por el orgullo de quién manda y quién tiene el poder? Sí. Quién tiene el poder es, en esta nota y en este mundo, el pilar fundamental de todos los análisis y las luchas sociales.  

El ano tiene miles de terminaciones nerviosas (de hecho más que la vulva y la vagina) y las personas con pene encuentran en una de las paredes del recto, su punto P.  Y si bien el culo no es sólo territorio teórico de los feminismos ya que, de hecho, es protagonista del análisis queer y de las disidencias, la mezcla de estos dos activismos persigue un objetivo bien claro: la democratización del ano.

"Ese terror a perder el privilegio de ciudadano activo penetrador que viene desde la Grecia clásica es lo que hace que los hombres hetero renuncien al goce de donar el cuerpo pasivamente. Que es un goce interesante que nosotras sí sabemos manejar", destaca Fuchs.

"El culo no nos diferencia, nos hermana. Si bien es cierto que a través del ano masculino tenemos acceso a la próstata, lo cierto es que tanto hombres como mujeres podemos acceder al placer a través de él por las numerosas terminaciones nerviosas que se encuentran en él", finaliza Ibarra González.

Todes tenemos pero no todes podemos. A partir de esta diferencia que marca en la pasividad un disfrute mentirosamente inferior, es que se busca romper con el estigma anal y entender, no sin estas complejas reflexiones, que el disfrute, el deseo y el placer deben despojarse del género.     

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