A Martín Gramática el destino lo encontró cumpliendo el sueño de cualquier chico estadounidense amante de deporte, pero que no era su sueño. Sus fantasías no tenían forma de pelota ovalada. Y aquel nene que apoyaba la cabeza en la almohada pensando alguna vez con meter un gol en La Bombonera y jugar con la camiseta de Boca, terminó siendo el pateador de los Tampa Bay Buccaneers, equipo en el que en 2002 marcó 12 de los 48 puntos con los que venció a Oakland Raiders y se consagró campeón del Super Bowl por primera y única vez en la historia.
El fútbol americano se entrometió por azar en la vida del único argentino que llegó a jugar en la NFL (siglas en inglés de la Liga Nacional de Fútbol Americano). "Fue muy de casualidad porque no me gustaba para nada y no lo entendía. Vine a los 9 años a Estados Unidos y siempre jugué al fútbol soccer, el fútbol nuestro, que es lo que me apasionaba y me gustaba. Cuando llegamos acá penábamos que era un estilo de rugby con protección", comenzó relatando en una charla con Filo.News.
Y continuó: "En mi último año de secundario, me pidieron ayuda en el colegio porque no tenían pateador. Intenté, pero no me gustó para nada. Así y todo me fue más o menos bien y cuando me vio patear la primera práctica el técnico vino a casa y le dijo a mi mamá: 'Puede ganar becas, llegar a profesional, es buenísimo'. Y la verdad que no éramos tan buenos, lo que pasa es que nunca habían tenido pateadores en nuestro colegio. Ahí decidí dejar el fútbol nuestro y dedicarme al fútbol americano y conseguir la beca”.
La Universidad de Kansas fue su casa durante cinco años, hasta que los Tampa Bay Buccaneers le abrieron las puertas en el draft en 1999.
El éxito y el fracaso coquetean en cuestión de milésimas y centímetros en un puesto tan ingrato como el de pateador, que el argentino de 44 años explica con un claro paralelismo. "El pateador del fútbol americano interviene muy poco. Es muy parecido al arquero, porque por ahí te patean tres pelotas y las tenés que sacar. Acá el pateador es lo mismo, pateas tres pelotas y las tenés que meter porque errás una y te puede costar el partido", explicó, al tiempo que resaltó la dificultad de mantener la concentración al no estar involucrado desde que empieza hasta que termina el juego.
Así y todo, su forma de ser lo llevó a diferenciarse de sus colegas: "Les gustaba mucho como festejaba los goles de campo porque lo hacía como un gol de fútbol y les parecía raro. Además, al pateador no lo ven como parte del equipo porque por lo general practican y se van a la casa o a jugar al golf. Pero a mi me gustaba quedarme en la práctica, en el vestuario y compartir con los compañeros. Entonces me veían como algo raro, no estaban acostumbrados".
Una sonrisa se dibuja en la voz de Gramática cuando recuerda el día que fue protagonista del Super Bowl. "El partido fue increíble. Lo que más me acuerdo fue toda la trayectoria de esa temporada, que fue muy linda. Y el día del Super Bowl por suerte la defensa nuestra fue buenísima y ganamos como si fuese por goleada. Entonces no tuve que estresarme tanto", rememoró.
“Nunca soñé que iba a llegar a un Super Bowl porque de chico nunca había pensado jugar al fútbol americano. Estaba cumpliendo un sueño que realmente no había sido mi sueño”.
El deporte por excelencia de Estados Unidos animó buena parte de la vida de Gramática, le dio amigos para siempre y hasta la chance de poder dedicarle un gol de campo a Nicolás, su hijo mayor. "Jugaba para los Cowboys en Dallas. Hacía más de un año que estaba afuera de las canchas por lesión y en mi primer partido me toca meter de 47 yardas. Ese fue el primer gol de campo siendo papá. Mi hijo tenía un año y quería meterla como sea para poder un día decirle que la primer patada que me tocó patear como padre la metí y la pude compartir con él", se enorgulleció.
"Ahora de fútbol americano cero. Acá los chicos que me piden ayudarlos con el pateo y se los paso a Santiago, mi hermano", comenta entre risas y sin renegar de su pasado. Es que 17 años después de la gloriosa conquista, se está dando el gusto de disfrutar del deporte que más ama, desarrollándose como técnico de fútbol en infantiles y con la innegociable satisfacción de entrenar a su hijo mayor y a su “nena”, Emi, de 7 años (además es papá de Gastón, de 11).
Cuando sus hijos sean más grandes, Gramática no descarta iniciar algún proyecto de fútbol en Argentina. "Me encantaría", sentenció el hombre que cumplió un sueño impensado, y que no descarta ir en busca de otros en el fútbol que más le gusta.