Cuando hablamos del vino insgnia de Argentina, siempre hablamos del Malbec. Con mucha razón: es la cepa que producimos en mayor volumen y por la que somos conocidos en el mundo. Pero lo cierto es que el Malbec no nació acá -aunque se exprese tan bien en nuestra tierra-, sino que vino de Francia, y existen botellas de Malbec provenientes de otras regiones productoras. 

El Torrontés, por el contrario, es bien argentino. De hecho, es la única variedad 100% nacional; un cultivo del que podemos sentirnos plenamente orgullosos y del que podemos presumir por su singularidad. Con el Día del Vino Argentino en el horizonte -este 24 de noviembre- decidimos recorrer la historia y las cualidades de esta uva blanca que tanto nos distingue. Vos, ¿cuánto sabés? Ponete a prueba:

Una cepa, tres gentilicios

El Torrontés no es uno solo. Concretamente, tenemos tres distintos: el Riojano, el Mendocino y el Sanjuanino. El primero es el más plantado, el más difundido y con el que se elaboran más vinos. Yendo a las cifras, según el informe de la cosecha 2019 del Instituto Nacional de Vitivinicultura (INV), el Riojano llegó a 1.149.930 de quintales (un quintal equivale a 100 kilos de uva), mientras que la producción del Sanjuanino fue de 232.971 quintales y del Mendocino, apenas 69.228 quintales. ¿Cuál es la diferencia entre las uvas? "El Torrontés Riojano -dice el INV- produce un vino seco con un distintivo sabor a moscatel. Los otros dos tipos del Torrontés, Torrontés Sanjuanino y Torrontés Mendocino, son de menor calidad enológica".

ADN mixto

Si bien ya determinamos que la cepa es nuestra, la ascendencia de las plantas de Torrontés no fue tan fácil de dirimir. Luego de una investigación, se definió que tanto la variedad Riojana como la Sanjuanina son producto de un cruce entre Moscatel de Alejandría y Criolla Chica; de la Mendocina se puede decir que también nace de la Moscatel, pero su otra progenitora permanece desconocida. Los primeros pasos de estos tres tipos de uva en Argentina pueden rastrearse hacia fines del siglo XVIII y comienzos del XIX.  

Popular pero no tanto

De oído, todos entendemos que el Torrontés es uno de los vinos más conocidos y consumidos a nivel nacional, pero en realidad representa una porción bastante reducida de la industria: la uva ocupa unas 11.000 hectáreas, alrededor del 4,8% del total de vid del país (según estimaciones de 2017; el cálculo artesanal teniendo en cuenta la cosecha de este año arroja un resultado similar).

De Mendoza con amor

Aunque se da muy bien en el noroeste del país, la provincia con mayor producción de Torrontés es Mendoza: concentra el 38,5% de la superficie de cultivo (más de 4.000 hectáreas) y, de ahí, en 2019, salieron 575.458 quintales de Torrontés Riojano (unos 57.545.800 kilos de uva). Le siguen San Juan, La Rioja y el resto de las provincias. 

¿Y Salta?

Los ejemplares salteños son muy reconocidos. ¿Por qué, si no mencionamos a esa provincia ni una vez hasta ahora? No tiene que ver con el volumen productivo, sino con el estilo. En Salta, las condiciones climáticas permiten obtener un Torrontés con "el perfume amoscatelado que le es característico, con un rango de sabores amargos moderados", según explica el enólogo Joaquín Hidalgo. En zonas más frescas, como es el caso de Mendoza, ese amargor desaparece y las notas cítricas cobran protagonismo. 

Perfume de Torrontés

Si hay algo que caracteriza a esta cepa es su potencia aromática. Quizás, una de las principales razones por las que algunos se sienten tan atraídos a este vino y otros presentan tanta resistencia. Los responsables son los "terpenos", los compuestos que lo asocian con el perfume de la flor de naranjo o de la rosa, entre otros aromas. 

La exportación... ¿va queriendo?

No puede competir con el Malbec, pero el Torrontés hace su intento. En los últimos 10 años, la proyección hacia el mercado externo creció un 5,2% (muy poco comparado con el incremento en la góndola local: 28,1% en el mismo período). Lo más exportado es el varietal (83% contra 17% de blends) y sus destinos principales son Estados Unidos y Canadá.