La Amazonia brasileña es la selva tropical más grande del mundo: en ella se encuentra al menos el 10% de la biodiversidad del planeta y es considerada una de las siete maravillas naturales del mundo. En el último año, experimentó un aumento de la deforestación nunca antes visto.
Solo en julio de 2019 se talaron más de 2.254 km2 de selva tropical, lo que representó un aumento del 278% respecto al mismo período durante el año anterior. Y en lo que va de 2019, los datos satelitales del INPE (Instituto Nacional de Investigaciones Espaciales de Brasil, por sus siglas en portugués) han demostrado —mediante estadística precisa sobre deforestación gracias a vigilancia por satélite— que 4.699 km2 han sido deforestados en el Amazonas.
Desde su asunción como presidente el primero de enero de este año, Jair Bolsonaro se mostró desinteresado por proteger la Amazonia, ya sea mediante sus declaraciones o sus políticas ambientales.
Previo a la publicación de esos datos, el ingeniero y entonces director del INPE, Ricardo Galvão, había sido despedido por Bolsonaro con la intención de que una empresa privada sea la que monitoree la deforestación de la Amazonia. Ante las acusaciones del presidente brasileño contra Galvão por mentir sobre los datos y estar al servicio de las ONGs, éste respondió que defendía la dignidad de la ciencia, no sólo para los científicos brasileños sino para todos los científicos. "Nuestros datos nunca deberían verse limitados por intereses políticos", agregó.
Mientras tanto, Bolsonaro asegura estar convencido de que los datos son falsos y sostiene que ningún país tiene el derecho moral de hablar sobre la Amazonia.