En la medida en que avanzan las semanas, empiezan a tomar fuerza las voces de quienes pretenden que se levante la cuarentena y empieza, también, a circular la idea de que habría una alternativa a la cuarentena generalizada: la de que queden aislados solamente aquellos que son población de riesgo mientras todos los demás salgamos a contagiarnos.
Parece, en principio, sensato; sobre todo cuando se tiene en cuenta que es la población de riesgo la que muere mayoritariamente. Sin embargo, es una muy mala idea.
En primer lugar, porque es mentira que sólo sea la población de riesgo la que se enferme gravemente. Hasta el 14 de abril, por ejemplo, habían muerto de COVID-19 en New York 309 personas, lo que representaba el 4,5 % de las muertes totales. Un informe de los CDC de Estados Unidos, que monitoreó la situación de los hospitalizados por COVID durante todo marzo, concluyó que aproximadamente el 25 por ciento era población de menos de 65 años.
Dicho simplemente: que los adultos mayores se enfermen gravemente no significa que los jóvenes no lo hagan. COVID-19 es más grave que la gripe para todos los grupos, incluyendo a los jóvenes. Esto significa que si se libera toda restricción, probablemente los hospitales desborden de cualquier manera y se produzcan más muertes en quienes no son población de riesgo por la incapacidad del sistema de salud de atender a todos.
En Argentina, de hecho, mucho más de la mitad de los casos confirmados hasta el momento se dio en pacientes de entre 20 y 49 años.
Pero además de repercutir en la hospitalización y la mortalidad de la población que no es de riesgo, ni siquiera solucionaría el problema de la población de riesgo. Y esto se debe a que el aislamiento de esta población difícilmente pueda ser total.
Para empezar, una parte no despreciable de la población más vulnerable (no solo los adultos mayores sino, por ejemplo, los inmunodeprimidos) no vive sola sino que comparte la vivienda con familiares de otras generaciones.
Si esos familiares hacen vida completamente normal y se contagian, como es probable que ocurra, terminarán transmitiendo la infección y poniendo en riesgo la vida de los más vulnerables.
De manera que salvo que se pueda aislarlos completamente -lo cual es muy difícil porque, por ejemplo, alguien debería abastecerlos de víveres indispensables; y cuanto más circulación de SARS-CoV-2 haya más posibilidades habría de que quien abastece tenga el virus-, la estrategia no sería otra cosa que una bomba de tiempo.