La escena se repite. Da vuelta el producto, busca, lee; mira hacia arriba haciendo numerología calórica. El número define si lo ingiere o no. Pero, ¿cuánto suma lo que es verdaderamente importante para nutrirnos?
El exceso de información más la oferta del mercado suele ser un tándem-tóxico para tomar buenas decisiones a la hora de alimentarnos. Abundan productos color verde presentados como “cero”, “bajas calorías” o “light”. La pregunta que surge es la siguiente: ¿cómo hace la industria para disminuir la cantidad de azúcares o grasas? Simple: agrega otros ingredientes que no son necesariamente beneficiosos para la salud.
A no desesperar: la mayoría de los especialistas consultados coinciden en que un plan alimentario saludable no es cuestión de cuentas, sino de inteligencia. La clave, explican, está en moderar las porciones y controlar la frecuencia de aquellos alimentos que no son tan saludables para el organismo, como también de los que resultan más tentadores, y que tal vez no ayudan en el cuidado de la salud.
La dra. Virginia Busnelli (MN110351), médica especialista en nutrición, comenta que contamos calorías pero no pensamos en los nutrientes que nos aportan esos alimentos, “pensamos que las bajas calorías son un sinónimo de buena alimentación, nos obsesionamos y también nos limitamos a comer determinado alimentos por calificarlos como engordantes. Pareciera que preferimos la comida por su envase y no por lo que contiene dentro”.
Para Priscila Navarrete (MP1272), licenciada en nutrición clínica del adulto, Jefa del servicio de nutrición y alimentación del Hospital Santa Isabel de Hungría, la obsesión por “contar calorías” existe pero es un concepto que solo puede ser analizado por un especialista en nutrición. En su experiencia, la sociedad está viviendo con una “sobrecarga de información” por encima de la capacidad humana para procesarla, lo que genera estrés y ansiedad:
“estamos bombardeados de información sobre calorías, dietas, formas de consumo de alimentos, a los que seguimos de forma adoctrinada pero no contamos con la formación necesaria para poder establecer un juicio crítico de las mismas”, afirma.
Llegando a este punto hay que empezar a concluir en que lo importante no son las calorías en sí mismas, si no su calidad nutricional. Navarrete explicó que el éxito de un plan alimentario es el mantenimiento del peso saludable acorde a nuestra condición fisiológica, acompañado con hábitos de vida saludables.
Cada cuerpo, un universo
Algunos se preguntarán porqué hay personas que comen muy poco y engordan y otras que pueden darse más licencias, sin tener consecuencias en el cuerpo. La clave está en nuestro metabolismo.
Existe una relación entre ingesta de calorías y gasto de energía. Sin embargo, para cada persona hay una fórmula diferente, Claudia Lescano, licenciada en alto rendimiento deportivo en el CENARD y creadora del sistema FITUP comentó a FiloNews que “juega un papel muy importante nuestra química individual. Esto es, las hormonas que trabajan para que obtengamos la energía de los alimentos que consumimos”.
En síntesis, no tiene mucho sentido hacer números de cuánto ingerimos, si no sabemos cómo gastamos en cada actividad que llevamos adelante.
Por otro lado, Lescano apunta a que hoy por hoy la gente consume lo que puede porque no todos tienen la posibilidad de elegir los alimentos. “La dieta de muchas personas se basa en hidratos de carbono y no necesariamente están condenadas por eso. El ejercicio es fundamental, diría casi un 70% sobre un 30% de alimentación”, apunta.
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Noelia Giorlando, licenciada en nutrición con especialidad infanto juvenil, apunta que "perderse en el caos de las dietas imposibles es peligroso mental y físicamente: las idas y vueltas del peso y los desequilibrios nutricionales tienen su repercusión en el metabolismo, pero, además estar continuamente pendientes de la comida y sus calorías, no sólo condiciona la vida entera, sino que produce un estado de estrés permanente, aumentando la ansiedad, haciendo más vulnerable a la persona a comer lo prohibido".
Según la especialista las dietas prohíben, despersonalizan y hasta aíslan del entorno social y además se olvidan de uno de los componentes más importantes de la alimentación saludable: el placer.
Durante mucho tiempo las dietas se han ocupado de restringir el consumo de pastas, fideos, arroz, panes, papa, batata, choclo y demás alimentos con mayor contenido de hidratos de carbono. Es posible combinar los alimentos de forma tal que se puedan incorporar en el día a día sin la necesidad de tacharlos de la lista del supermercado y también es posible elegir opciones más saludables. Nuestra nueva tarea es aprender a realizar compras inteligentes. Un ejemplo concreto son los fideos.
Cada vez hay más opciones en el mercado que me permiten reemplazar aquellos de harina de trigo convencional por aquellos integrales. Lo mismo sucede con el arroz. Otro ejemplo y muy común es el pan. No es necesario quitar el pan pero si podemos optar por preferirlos en el desayuno o merienda y reemplazarlos por aquellos elaborados a partir de harina de trigo, con avena, centeno y semillas.
Existen también estrategias como por ejemplo consumir pastas un domingo al mediodía sin culpa. ¿Cómo? Incorporando una ensalada que me permita aumentar volumen para disminuir cantidad de ese alimento tan temido. No debemos tampoco dejar de comer papa. Podemos elegir una pequeña y consumirla con su cáscara. Para todo hay una solución. Solo debemos aprender a comer de forma saludable, consultar con especialistas para poder comenzar a hacer mejores elecciones a la hora de comprar, preparar y consumir alimentos.
Fuente: Centro de endocrinología y nutrición CRENYF.