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La crisis del coronavirus exacerbó las disparidades de género. Los quehaceres domésticos, ligados desde décadas al rol femenino, juegan un papel que complejizaron el aislamiento. En la academia la entrega de papers de las investigadoras se redujo y crece la preocupación.
“El silencio y la concentración son fundamentales para mi pensamiento y enseñanza. Cuando grabo lecciones para que mis alumnos las vean online, minimizar el ruido de fondo es imprescindible. Pero mi hijo tiene dos años. En la primera lección que intenté grabar, se puede escuchar claramente su trompeta de juguete durante las últimas dos diapositivas de la presentación. La noche y el amanecer, cuando está dormido, son mis únicas opciones para grabar”, contó a principios pero ya bien entrados en la pandemia Alessandra Minello, estadística y demógrafa social en la Universidad de Florencia (Italia), en una artículo de la revista Nature.
Y continuaba: “Esta pandemia puede enseñarnos una lección importante: madres y padres se enfrentan a una reorganización a corto plazo de la atención y el tiempo de trabajo. A la larga, estos cambios en la productividad afectarán las carreras. Aquellos con menos tareas de cuidado apuntan a las estrellas. ¿Alguien en la comunidad académica tendrá en cuenta este desequilibrio respecto a nuestro género? No. Todos y todas participaremos en una competencia abierta para promoción y puestos, tanto padres como no padres”.
El aislamiento social nos desconfiguró absolutamente todas las actividades diarias; y mientras que para algunos esa reorganización del tiempo pudo significar la oportunidad y el lujo de una mayor dedicación a la vida profesional, para otras, implicó todo lo contrario.
Varias semanas después de comenzada la cuarentena generalizada, editores de revistas académicas comenzaron a notar una preocupante pero nada sorprendente tendencia: las mujeres —sobre quienes continúa recayendo de manera desproporcionada la carga del trabajo doméstico y de cuidado— parecen estar presentando menos publicaciones científicas.
Un ejemplo de esto es lo que señala Andy Casey, astrofísica de la Universidad de Monash (Australia) en TheLily: analizando el número de artículos científicos enviados a los servidores de preprints (donde los académicos suelen publicar versiones tempranas de sus trabajos) y comparando los datos de enero a abril del 2020 con el mismo período de años anteriores, Casey notó hasta un 50% de pérdida de productividad entre las mujeres. Y, de hecho, no fue la única en advertir estas diferencias:
Feeling like the arXiv has skewed heavily male the last few weeks. Also the paper submissions I'm seeing as Editor. Has anyone actually looked into this for astro?
— Prof Anna Watts (@drannawatts) April 21, 2020
"Siento que arXiv [web donde se comparten preprits] se sesgó fuertemente en las últimas semanas. También las presentaciones en papel que estoy viendo como editora. ¿Alguien investigó esto en la astrofísica?", cuestiona Anna Watts, profesora de astrofísica en la Universidad de Amsterdam.
Esta problemática no se da, aparentemente, solo entre quienes se dedican al estudio de los objetos astronómicos. Elizabeth Hannon, editora adjunta del British Journal for the Philosophy of Science, dijo que los números eran diferentes a todo lo que había visto antes.
Negligible number of submissions to the journal from women in the last month. Never seen anything like it.
— Elizabeth Hannon (@El_Dritch) April 18, 2020
"Hubo un número insignificante de envíos [de papers] a la revista realizados por mujeres en el último mes. Nunca he visto algo así".
Comparative Political Studies, una revista dedicada a trabajos académicos en torno a análisis políticos, mientras tanto, si bien recibió el mismo número de papers por mujeres este año y el año pasado, los realizados por hombres aumentaron más del 50%.
Aunque esta cuestión no se empezó a investigar —todavía— de forma sistemática en las revistas académicas, parece reflejar un patrón: si hombres y mujeres están en sus casas, los hombres siempre "encuentran la manera" de hacer más trabajo académico, mientras que las mujeres tienden a pasar ese tiempo centradas principal o únicamente en el cuidado infantil y el trabajo doméstico.
Según el estudio de la Ciudad de Buenos Aires, el 70% del trabajo doméstico no remunerado lo realizan las mujeres. Este número no solo incluye la limpieza del hogar sino también las cuestiones referidas al cuidado, la vestimenta, la preparación de alimentos y la realización de compras, trámites y las actividades de voluntariado.
Otro estudio, sobre Uso del Tiempo del Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), indica que las mujeres invierten tres horas más de su tiempo que los hombres en las tareas domésticas. Y estas diferencias se verifican, prácticamente, en cada provincia del país. "El 76% de los trabajos domésticos no remunerados en Argentina son realizados por mujeres. Incluso las mujeres que trabajan full time le dedican más tiempo de su vida a estas actividades que los hombres que están desempleados", sostiene la economista y directora de Economía, Igualdad y Género de la provincia de Buenos Aires Mercedes d'Alessandro.
El mismo estudio indica también que nueve de cada diez mujeres dedica gran parte de su día a estas tareas que incluyen cocinar, limpiar, cuidar niños y adultos mayores mientras que, entre los varones, la participación es menor: solo seis de cada diez realizan estas tareas y también en menor tiempo promedio.
Ahora bien, todos estos números corresponden a hogares antes del coronavirus. Hoy, tanto mujeres como varones se encuentran en sus casas, encerrades y sin poder esquivar demasiado las tareas domésticas. De hecho, como pasamos tanto más tiempo en nuestras viviendas, los platos y la ropa sucia, el desorden y los labores se multiplican.
Si bien desde hace décadas los feminismos cuestionan y luchan en contra del rol cultural implícito y explícito que tiene la mujer respecto a este tipo de tareas, los cuales marcan y designan al género femenino como responsable de las mismas, en estos contextos, las cifras hablan por sí solas. Ellas, en sus casas, dedican mucho más tiempo que los varones al cuidado y la limpieza.
La mujer tiende a sacrificar aspectos de su vida personal para poder cumplir con las demandas del hogar y la familia. La muñeca y la cocinita que nos regalaron a los cinco años, exactamente eso nos marcó: el deber ser y deber servir.
Aún así, el mundo cambió y si bien estas conductas se repiten, las mujeres existen y resisten en el ámbito público y laboral. Según el Ministerio de Trabajo de la Nación, en las últimas décadas, las tasas de participación de las mujeres en el mercado de trabajo pasaron del 36,8% en 1990 al 48,1% en el primer trimestre del 2017.
Y si bien las mujeres representan la mitad de la población, su tasa de empleo sigue siendo más baja que la de los varones: 43,1% para las mujeres y 66,3% para los varones y, nuestros salarios, también: las mujeres ganan un 27% menos que sus colegas.
Y hete aquí el embrollo, porque ese 43,1% de feminidades que tienen un trabajo formal, se ocupan también de las cuestiones del hogar mientras que, los varones, continúan "ayudando" en casa.
Hoy más que nunca es importante entender por qué la distribución de este tipo de actividades es necesaria. Durante muchos años las mujeres relegaron su vida laboral por las tareas de cuidado y limpieza y estos papers no publicados, son la clara muestra de que aún esa tendencia continúa.
Los criterios de evaluación para acceder a la carrera de investigador, doctorados y cargos jerárquicos, o bien a becas, subsidios y financiación de proyectos; depende de, entre otras cosas, los antecedentes (léase: publicaciones científicas en revistas y participación en proyectos de investigación). Entonces, una menor dedicación va a impactar, inevitablemente, en sus posibilidades. Y en una cultura que promueve y paga menos a las mujeres que a los hombres, esta situación excepcional no hace más que profundizar esa desigualdad. Una desigualdad que se ve reflejada no solo en la academia sino en la vida profesional de las mujeres en general.
Por otro lado, aunque se está produciendo un cambio notable en la sociedad respecto a los roles estáticos y su incidencia en la desigualdad de oportunidades, aún hoy, la logística, planificación, coordinación y toma de decisiones en el hogar, recae más en las mujeres que en los hombres. La carga mental respecto a estas cuestiones tiene género y ese género es femenino.
No alcanza con dividir las tareas domésticas, también hay que lograr un equilibrio en la cantidad de tiempo psíquico que se ocupa en este tipo de cuestiones. Porque la baja de investigaciones por parte de las mujeres científicas, si bien habla de una proporción pequeña de nuestra sociedad, puede leerse como un espejo de lo que sucede fuera.
Una cuestión que falta abordar en las publicaciones científicas, los censos, el estudio del trabajo no remunerado, el uso del tiempo y prácticamente cualquier otro tipo de análisis social, es la poca (o nula) información sobre personas trans y no binarias. La invisibilización, la discriminación hacia identidades disidentes y la ausencia de perspectiva de género deja a las personas trans y no binarias excluidas no solo de la construcción del conocimiento sino también de políticas y estadísticas que puedan mejorar la situación de este grupo poblacional.
El Ministerio de Defensa informó la medida mediante un comunicado y dejó en claro que se trató de una “grave violación de la normativa que rige el manejo de los bienes públicos”.
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