Sky Rojo, la serie que propone hablar de trata pero al final no dice nada
Muchas feministas enojadas por cómo aborda la serie un tema tan doloroso y difícil. Muchas otras, entusiasmadas porque finalmente en una plataforma mainstream se hable de algo así. ¿Vos de qué lado estás? Acá un pequeño análisis libre de spoileo.
Desde que se estrenó Sky Rojo el debate sobre la trata de personas sucede dentro de las redes sociales. Cuando hablamos de trata, hablamos inevitablemente también de prostitución. Cuando hablamos de negocio, ¿hablamos de justicia social? Bueno, la serie que protagoniza la actriz y cantante argentina Lali Espósito (aplausos porque su actuación se lleva todos los premios y mi corazón) rompe récords de vistas en todo el mundo y si bien puso este tema áspero e incómodo sobre la mesa, la plataforma de contenidos factura y de lo lindo con cada una de estas cosillas.
Estos ocho episodios de casi 25 minutos cada uno cuentan la historia de tres víctimas de trata que buscan escapar de las garras de sus proxenetas en un mundo en el que cualquier indicio de salvación puede transformarse en una pesadilla. Recordemos que la conexión de la trata con la policía, por ejemplo, es uno de los grandes problemas.
Los debates en torno a la serie son varios, ¿exagera el dolor de la vida de las putas? ¿Es moralista? ¿Son los clientes el verdadero problema? ¿Es la prostitución el verdadero problema? El tema no es fácil y pone incómodos a todos los movimientos feministas. Parte del abolicionismo, integrado por diferentes corrientes, celebró Sky Rojo mientras del otro lado muchas feministas criticaron la liviandad con que se trata y el peligro de instalar “la moral abolicionista” sobre nuestros cuerpos.
Son muchísimas las personas que, a su vez, celebran que se hable, al menos de forma banal, de un asunto tan complejo. Y la verdad es que está bueno que charlemos y debatamos sobre la trata porque sucede y sucede en un mundo que nos hipersexualiza tanto y desde tan chiquitas, que desnaturalizarlo es un camino que hay que hacer.
Ahora, ¿la solución dentro de este sistema capitalista es ir en contra de la sexualización de nuestros cuerpos? ¿Es prohibir el trabajo sexual? ¿Es condenar a los clientes? No hay una respuesta única, perseguir a quien consume servicios sexuales es algo que se hizo y se hace en varios países del planeta pero muchas veces no parece ser la mejor de las opciones si no más bien un "parche punitivista" para un conflicto muy complejo. De hecho un pequeño gran detalle, España, lugar en donde se hizo la serie, se debate en estos momentos lanzar un proyecto de ley que "termine con la prostitución" porque "sin prostitución, no hay trata".
Igual la idea de esta nota no es debatir o hablar de que si está bien o mal la mirada abolicionista o el trabajo sexual, sino analizar esta serie en particular que se atreve a meterse con un tema complejo y difícil. Muchas de las críticas es que se mete mal, que con filtros estilo Instagram en su fotografía y la hegemonía de todas sus protagonistas, le falta el respeto a las verdaderas personas que fueron o son víctimas de trata, a los escenarios del horror en donde estas situaciones se viven, a los problemas reales que tienen este tipo de secuestros extorsivos.
La persecución constante es la protagonista de esta serie que si bien interpela con un tema caliente, le erra en su ejecución de forma incómoda. Abordar la prostitución y la trata pero casi no hablar de eso es, entiendo, una decisión política. El humor, la liviandad y la elección de los personajes, también. Y si bien la finalidad de esta serie no es resolver nada, mucho menos parece ser poner claridad en un debate que dentro de los movimientos feministas divide aguas desde hace décadas.
La libertad individual versus la liberación colectiva son los ejes de esta discusión que no tiene una respuesta clara. De todos modos, para quienes quieren resolver “de qué lado estar”, la mejor de las opciones no es ni cerca mirar esta serie cubierta de clichés, moralina y sexismo sino leer y escuchar a sus protagonistas. Las putas de Ammar tienen muchas cosas para decir así como también las ex víctimas de prostitución que militan en contra del trabajo sexual (Amadh).
La mirada que tiene este mundo respecto a la sexualidad femenina y a los cuerpos feminizados es hipócrita y difícil. El debate, en cambio, es auténtico pero sin una verdad absoluta. ¿El abolicionismo está en contra de que, por ejemplo, mostremos el culo en las redes sociales? ¿Lucha contra nuestra libertad por hacer lo que querramos con nuestros cuerpos?
Adaptarse a este sistema es una de las soluciones a corto plazo ya que, lo que verdaderamente nos oprime es el capitalismo que, si no cae, el patriarcado, su raíz más funcional, no caerá tampoco. El consenso, la negociación y la estrategia, en cambio, son caminos a tomar a la hora de ampliar derechos.
Entiendo a los movimientos feministas como movimientos refaccionarios que persiguen la igualdad para llegar hasta ahí y darnos cuenta que la solución final es romper todo y empezar de nuevo. Pero hasta ese entonces, hasta que el mundo no sea igual de injusto tanto para nosotras como para ellos, el trabajo, los debates y la militancia tienen un objetivo claro.
Las putas que militan para que la prostitución sea un trabajo están muy enojadas con la relación directa que tiene esta serie con la trata de personas, de hecho, como entienden que ese vínculo existe, intentan separarse de él. Las políticas públicas que exigen como movimiento enfatizan, entre otras cosas, que quien no quiera realizar el trabajo sexual, tenga otra salida laboral de la mano de un Estado presente.
Y acá creo el meollo de la cuestión. La serie muestra a los proxenetas y a los clientes como el verdadero problema y es, en esa lectura, en la que no se ve la foto completa. ¿Son los individuos los “malos” de la película? ¿Es un problema de los clientes y de los cafishos? ¿O el conflicto tiene que ver con una lectura de nuestros cuerpos? ¿Con una cultura de la violación? ¿Con un Estado ausente? ¿Con un sistema entero, inclusive Netflix, que factura con la problemática de la sexualización femenina?
Lo cierto es que después de ver la serie quedé con más dudas que respuestas pero convencida de que esta charla y estos debates son necesarios. Tal vez, banalizar tanto el conflicto, ponerle filtro de instagram a las escenas de violación y demonizar a los varones consumidores no sea la mejor de las formas pero siempre es más efectivo que el silencio.
Porque si algo tenemos en claro es que eso, el silencio, es un privilegio con el que el machismo ya no cuenta. Nosotras ahora compartimos el martirio de forma masiva, nosotras ahora problematizamos, debatimos y analizamos nuestra realidad como mujeres en un mundo que no hace otra cosa que monetizar nuestros problemas de una forma, también hay que decirlo, bastante poco entretenida.