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Cientos de comentarios en las redes juzgan a la cantante que está muy cerca de su ex, a quien denunció por violencia de género. En esta nota, algunas ideas sueltas sobre si está mal, está bien o a quién le importa.
La pregunta del título me da entre vergüenza e incomodidad pero lo cierto es que hace días que existe la necesidad de una posible respuesta. Desde que la cantante Jimena Barón se mudó a la casa de su ex a pasar la cuarentena, las redes sociales se llenaron de comentarios al respecto.
Tiene sentido. Jimena no escatima en historias y muestra y cuenta mucho de su estadía en la casa de Daniel Osvaldo. Historias con su perrito, historias de momo, el hijo que tienen en común y el que, al parecer, les volvió a unir, historias de ella intentando no mirar a su ex sin remera, historias del brindis por su cumpleaños, de los ejercicios matutinos, las cenas, las velas, los ingredientes de sus comidas, la música que escuchan. En fin, muchos detalles que alimentan los rumores y prejuicios de sus casi seis millones de seguidores y seguidoras.
En total, Jimena Barón y el jugador estuvieron juntos cuatro años. Vivieron en Italia, Argentina, tuvieron un hijo, se separaron en medio de denuncias por violencia de género, se dieron una segunda oportunidad en el 2016 y después volvieron a distanciarse.
Las denuncias fueron por violencia verbal. Daniel Osvaldo le dijo a Jimena "gatita barata" y "putita" y todo esto se sabe porque ella, para evitar que él entre nuevamente a la casa que compartían antes de su primera separación, lo hizo público.
Después volvieron y Jimena tuvo que salir a pedir perdón. Con una extensa carta que publicaron todos los medios, la cantante intentó mostrarse vulnerable y reafirmar que como cualquier ser humana comete errores. "Soy una mujer normal, que no pretendo ser ejemplo de nada ni de nadie y que de todo lo que pasó solamente espero crecer, e intento, sobre todo desde que soy madre, ser una mejor persona cada día. Todos nos equivocamos, y no creo que sea grave equivocarse, si se decide en base a eso aprender y cambiar. También sana pedir perdón y perdonar...", escribió en su momento.
El tiempo pasó pero ella no dejó de estar en la agenda mediática. Las publicaciones de su intimidad, carne de cañón para los medios amarillistas, continuaron. Aún así, el nivel de escándalo tuvo pico cuando lanzó su tema "Puta". La actriz armó una campaña con un cartel que simulaba los panfletitos de la calle, que usan muchas trabajadoras sexuales para poder laburar pero que a su vez también están asociados a la trata de personas.
En el mismo momento y como parte de la campaña por su nuevo tema, también se juntó con Georgilla Orellano, delegada de la Asociación de Mujeres Meretrices de la Argentina y ahí, entre la foto y la reunión, se pudrió todo.
Nuevamente Jimena tuvo que disculparse. Esta vez con los feminismos. Nuevamente un largo descargo a través de sus redes sucedió, en donde apeló a la empatía y sostuvo varias veces que nadie nace feminista, que en el andar se cometen errores y que de ellos siempre se aprende.
La pandemia llegó y la encontró a Jimena sola en su departamento. Su hijo, que estuvo gran parte de la cuarentena con ella, ahora pasa el aislamiento en lo de su papá. El día de su cumpleaños, lo fue a buscar y momo le pidió que se quedaran ahí, en la casa de Daniel Osvaldo en donde hay jardín, lugar para jugar y compañía. Ella aceptó y desde entonces pasan juntes este episodio especial de nuestra historia.
A partir de ese momento, las redes se llenaron de comentarios respecto a su decisión. Volver a convivir con su él, al cual denunció en su momento por violencia de género, es para muchas personas "una falta de respeto al feminismo".
Es ¿importante? destacar que Jimena le dedicó a esa difícil y violenta historia con su ex varios de sus éxitos. "La tonta" y "La cobra", dos de sus temas más taquilleros, llevan implícitamente el nombre del jugador.
¿Por qué una mujer que denunció a su pareja por violencia vuelve con él? ¿Por qué no puede resistir un archivo? ¿Por qué si no quiere ser juzgada no deja de compartir toda su vida por las redes? ¿Por qué? ¿Por qué? ¿Por qué?
Preguntas difíciles de responder porque las situaciones de violencia, los vínculos en donde existe algún tipo de manipulación respecto a nuestra condición de género, no son lineales. No existe una situación igual respecto a este tipo de vínculos. No existe siquiera un tipo de víctima.
Jimena Barón, lamentablemente para muchas y por suerte para otras, es un modelo a seguir para les adolescentes. Verla trastabillar, volver a los lugares a los que juró no volver, cometer errores y arrepentirse, incomoda a mucha gente y alimenta a quienes miran con recelo todo lo que esta atrevida e inesperada cantante publica, escribe o canta.
A Barón se la critica por ser gordoodiante, por su cuerpo, por mostrar el culo, por hacer culto al ejercicio y a la hegemonía, por tener llegada y no ser responsable con su discurso. Se la responsabiliza por ser feminista y no estar a la altura de un altar que ubicamos y pareciera que buscamos que ocupe. Porque por alguna razón, los feminsimos buscan en figuras famosas, en influencers y personajes con llegada, liderazgos que nadie pidió.
La sistemática exposición de su vida tiene como consecuencia directa la mirada de les otres. Y siempre, para esas millones de personas, con esas millones de realidades, lo que haga o deje de hacer con su vida, será motivo de disgusto, queja o señalamiento.
La pandemia puso a todo el mundo en una situación singular, vínculos que se ponen a prueba a diario, peleas, angustias en un futuro que nunca jamás fue tan incierto. La pandemia agarró a Jimena Barón con las defensas bajas, con ganas de coger, con miedos y un cumpleaños en soledad.
Si Jimena fue una persona en situación de violencia de género, Jimena hoy volvió a caer en él y como feministas que somos, ¿está bien que juzguemos sus decisiones? ¿Y en plena cuarentena que nos tiene a todes en cualquiera? ¿Por qué creemos que tenemos una superioridad moral respecto a lo que otra persona quiere, elige o piensa que es lo mejor para ella?
Quienes trabajan en la línea 144 advierten una y otra vez que las personas que atraviesan un vínculo de violencia de género no deben ser juzgadas ni señaladas ya que de eso se trata la revictimización. Aún así, comentarios despiadados suceden por parte de feministas en las redes, en los medios, en las charlas entre amigas.
Por otro lado, por más historias que ella muestre de su vida, por más información que tengamos de este moderno Gran Hermano virtual que es Jimena Barón, creer que eso habilita para decidir, señalar y darle órdenes a alguien de lo que debe o no debe hacer, es un error.
Y es un error en el que caemos todes, porque las redes son tan hermosas y útiles como tramposas. Las redes nos hacen creer que tenemos potestad, voz y voto porque nos muestran una cercanía nueva y engañosa con personajes que antes sólo veíamos en revistas o en la tele. Plataformas en las que nuestra opinión ni siquiera era una posibilidad.
Hoy sí. Hoy podemos escribir, decirles a esos ídolos e ídolas lo que pensamos sobre lo que hacen, dicen y generan. Y esa novedad, útil a la hora de darle poder al consumidor por sobre lo que consume, crea un relato mentiroso en el que nosotres creemos ser protagonistas pero lo único que logramos, muchas veces, es un uso irresponsable de las redes y mucho dolor y sufrimiento ante quien, del otro lado, lee.
Que las redes no nos engañen. Que la necesidad de Jimena Barón de mostrar su vida, de compartir su historia, no nos obnubile ni nos haga creer que tenemos la potestad de sentenciar. Si ella está en un vínculo violento, otra vez, SHAME por quien se anime a juzgarla. Y si no lo está, si simplemente pudo generar con su ex un buen vínculo de amistad, siendo el padre de su hijo, siendo esta cuarentena tan difícil para todes, también SHAME a quien se anime a juzgarla.
¿O acaso no estamos haciendo todes lo que podemos? ¿Por qué pedirle más a Jimena?
El piloto argentino terminó 17° y 18° en sus primeros ensayos de cara al Gran Premio de Las Vegas de la Fórmula 1.
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