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Hablamos con una geroactivista para analizar lo bueno y lo malo de la producción de Netflix, que compitió en la última edición de los Premios Oscar: la lucha contra estereotipos y viejismo, la realidad de las residencias y más. Eso sí: hay spoilers.
Jubilado entre 80 y 90 años. Autovalente, de buena salud, discreto y con manejo de la tecnología. Para realizar investigación: con disponibilidad para vivir fuera de su casa por tres meses.
Ese fue el anuncio que vio Sergio Chamy al comprar el diario El Mercurio, y entendió que cumplía con todos los requisitos. Entró en contacto con Rómulo Aitken, un investigador privado que había sido contratado por una clienta para indagar en el estado de salud de su madre, que vive en una residencia. Fue él quien le encomendó una clara misión: infiltrarse en el hogar como espía.
Estamos hablando de “El Agente Topo” (2020), el documental dirigido y escrito por Maite Alberdi que se estrenó en el Festival de Cine de Sundance y que se encuentra disponible para ver en Netflix. Fue uno de los nominados a los Premios Oscar, que se llevaron a cabo el domingo 25 de abril, aunque perdió frente a “My Octopus Teacher” (2020), el proyecto del cineasta sudafricano Craig Foster.
“Vi que muchos ex PDI (Policía de Investigaciones de Chile) habían fundado agencias, entonces quise entender cómo funcionaba la figura de detective. Buscando conocí a Rómulo, me dejó trabajar como su asistente un tiempo y conocí muchos casos de agentes infiltrados. Ahí encontré el caso de la residencia y empezamos a trabajar con eso”, dice la directora a T13.
Chamy, un hombre viudo y jubilado de 83 años, entró al hogar situado en la comuna de El Monte durante tres meses. Para eso se sometió a un entrenamiento especial, que incluye entender los códigos del espía hasta aprender a enviar reportes diarios por WhatsApp. Todo eso con una cámara que lo grababa constantemente para el documental.
¿Qué es lo que él encuentra dentro de la residencia? ¿logra completar la misión? ¿cuáles son los puntos fuertes y los más flojos del documental? ¿por qué es necesario pensarlo desde una visión geroactivista? Hablemos un poco de eso. Eso sí: a partir de acá hay spoilers.
No es la primera vez que la directora chilena habla sobre la tercera edad. Su debut en la pantalla fue con “La Once” (2014), donde filma a su abuela tomando el té y conversando con sus amigas, un ritual mensual que realizan hace más de 60 años; le siguió “Los niños” (2016), donde retrata a un grupo de adultos con síndrome de Down que lleva 40 años asistiendo al mismo colegio. Ambos indagan en intimidades y pensamientos de los personajes desde una perspectiva humana, genuina, con los debates que plantea la cotidianeidad y que a su vez construye una mirada social y política.
Con esta base comenzó a trabajar en “El Agente Topo”. El rodaje duró cuatro meses, donde recolectó más de 300 horas de material. El interés que motivó a la directora era hacer una película al estilo film noir; el resultado fue una combinación de géneros donde se desdibujan los límites: “Partí con la intención de hacer un documental de cine negro, pensando que los detectives privados siempre eran terreno de la ficción”, dijo a Industrias del Cine y agregó a T13: “También defendiendo la idea de que los documentales se pueden apropiar de otros géneros cinematográficos, y este tiene drama, comedia, cine antropológico”.
Todo lo que se construyó fue real. En un principio comenzaron a grabar dentro de la residencia, donde consiguieron el permiso argumentando que iban a realizar un proyecto sobre la tercera edad, sin mencionar la parte del espía. Aunque los primeros días los residentes se ponían nerviosos, poco a poco se fueron olvidando de las cámaras y actuaban con naturalidad. La excusa para filmar específicamente a Sergio, era que si llegaba un nuevo residente iban a enfocarse en su experiencia. “Él sabía que debía investigar una situación y lo hacía en serio. Nosotros grabábamos y él hacía ahí su vida”, dijo Alberdi a El Mostrador.
La película abrió el debate sobre el consentimiento de las personas que figuran en el documental; frente a esto Marcela Santibáñez, productora general del film, aclaró a Culto: “Nos reunimos con la dirección del hogar, organizamos una reunión con los residentes y sus familiares –tutores legales- y firmaron una autorización. Algunos no quisieron ser parte y nos aseguramos de no grabarlos”, comentó, y contó que vivieron juntos el estreno del documental -donde confesaron las intenciones de Sergio-: “Se emocionaron, rieron y lloraron juntos. Al finalizar nos dieron un enorme abrazo y nos agradecieron”, recordó.
En su aventura detectivesca Sergio empieza a involucrarse en la vida de las residentes del hogar y se gana el corazón de todes -incluso de los espectadores-. El sombrero y la lupa quedan en segundo plano para demostrar interés y escucha hacia los demás, con una actitud carismática y positiva que a la vez le da la dinámica al relato. Durante toda su estadía descubre una variedad de historias y experiencias, desde cumpleaños, almuerzos y tardes de tejido, que cambian por completo el rumbo de su misión y del documental.
Cuando Rómulo publica el aviso en el diario, una gran cantidad de postulantes se ofrecen al trabajo. Esto sorprendió a la directora: “Habla de gente de 80 y 90 años que compra el diario los domingos para buscar trabajo. Yo pensaba que era absurdo poner un aviso así, suponía que no iba a llegar nadie, pero se presentaron ¡50 adultos mayores!”, dice a El Mostrador. Así, desde la primera escena el documental pone sobre la mesa la necesidad de hablar de las jubilaciones, pensiones y mercado laboral vinculado a personas mayores.
María José Ron, psicóloga e integrante de la Fundación Geroactivismo de Chile, cuenta que en general “las pensiones en el país son bajas”: “La vida acá es muy cara. La persona ya jubilada tiene que seguir trabajando no por placer, no por seguir siendo productivo o por elección, sino por tener un ingreso extra para poder vivir”, cuenta en diálogo con Filo.News. De hecho cita el caso de Ricardo Ramírez Cárcamo, un conserje de 80 años viaja todos los días casi 100 km para trabajar porque su pensión no le alcanza. Su historia se volvió viral: “Esto queda más en evidencia con la cuarentena”, comenta.
Durante la pandemia, de hecho, María asistió a diferentes residencias y observó cómo impactó el contexto sanitario y los nuevos protocolos en los mayores: “Ya no reciben visitas de los familiares, y las personas con un deterioro cognitivo severo no entienden porque hay que estar con mascarilla. Los profesionales nos vamos adecuando a eso y organizamos videollamadas por ejemplo con los familiares”, cuenta.
En este sentido es clave destacar la brecha digital presente en la tercera edad, que se presenta en el documental en el momento en que Sergio debe aprender a mandar audios de voz o a usar las diferentes tecnologías. En las escenas se puede ver también la falta de paciencia por parte de su jefe para explicarle cómo poder usar el celular.
“Me gusta ‘El Agente Topo’ porque visibiliza a las personas mayores”, dice la activista y señala: “Demuestra la realidad de la vida en las residencias; cómo es el actuar, cómo se van construyendo amistades y como hay una diferencia heterogénea de personas, que es algo muy lindo y enriquecedor”.
Sergio se encuentra con mujeres que viven hace más de 20 años en ese lugar, otras que escriben poemas, un grupo que se para frente a la puerta buscando escapar, y también una compañera que apuesta al amor. Ese es uno de los puntos fuertes de la película, ya que muestra no sólo la diversidad en las vejeces, sino también el deseo a la tercera edad. Cabe destacar que no es casualidad que la mayoría sean mujeres, ya que la vejez es un fenómeno femenino: según analiza la Fundación con datos del INE (2018), el 55,7% de las personas mayores son mujeres. En el caso de las residencias, 16.353 son mujeres. También son las más longevas: ellas tienen una expectativa de vida de 83 años y ellos de 79 años.
“En el documental interactúan todos los días los unos con los otros, tienen temas en común, se forma una mini comunidad, y se generan grandes amistades”, evalúa la activista y sigue: “Hay personas mayores con un deterioro cognitivo, autovalentes, con demencia diagnosticada. Muestra el llegar a esta etapa con alguna patología, pero que no es tampoco propia de la edad, puede o no pasar. Incluso se habla de cómo se vive la muerte y sus propias significaciones”.
"El Estado perpetúa el abandono y la exclusión social de las personas mayores", comentan desde la Fundación.
A lo largo de su carrera María trabajó en diferentes residencias y establecimientos de larga estadía, que en Chile están bajo supervisión del SENAMA (Servicio Nacional del Adulto Mayor). Desde su experiencia valora cómo está representado el hogar en el documental: “Se piensa que la persona mayor en una residencia es maltratada y que son malas; si bien no podemos desconocer de que en algunas si ocurre maltrato, verbal o físico, se crea un estigma cuando no son todas así. Todo esto cuando uno trabaja lo ve, pero en el común y cotidiano de la gente no se ve. Hay que cambiar también la construcción social que se tiene de las residencias”.
De hecho, a medida avanza el documental Sergio descubre que el verdadero problema no era el trato dentro de la residencia, sino la marginación y soledad no deseada: ya sea al no recibir visitas o en cuanto a la falta de integración por parte de la sociedad. “El Estado perpetúa el abandono y la exclusión social de las personas mayores, en especial aquellas que viven en residencias. Es necesario un sistema con perspectiva de integración social”, indica la Fundación.
De todas formas destacan que es importante analizar la soledad como un fenómeno complejo y no desde el estereotipo, es decir que no se la vincule solo con la tercera edad: “No está suscrita a la vejez y es más que un fenómeno lineal u objetivo, pues entran en juego la biografía, las circunstancias y por sobre todo los contextos socioeconómicos y dinámicas familiares cuando hablamos de establecimientos de larga estadía”.
No existe una sola forma de vivir la vejez, pero sí diferentes estereotipos que sufren las personas mayores. Esto es lo que se denomina “viejismo”, o “edadismo”, que definen como la combinación de prejuicios y conductas discriminatorias hacia las personas por su edad, como parte de una cultura gerontofóbica.
Existen diferentes estereotipos: según comenta la activista chilena están relacionados a la pérdida de autonomía e independencia -como pensar a la persona mayor con un andador o bastón-, imaginar que son depresivas o relacionarlo con el abuelismo, aunque no tengan nietos o nietas. Estas construcciones culturales e históricas imponen ideales y mandatos que se instalan en el imaginario colectivo. Desde la Fundación presentaron una “Guía de Comunicación Responsable hacia las Personas Mayores”, para evitar su propagación.
El documental también abrió debates y cuestionamientos en cuanto a la forma en que están representadas las vejeces. Según observa María, desde un enfoque geroactivista, se muestra una representación paternalista de la tercera edad, reflejada en la “infantilización o la figura de pobrecito” de los mayores.
“Después de la película vi comentarios como ‘ojalá no llegara a esto’; refuerza esta idea de no querer llegar a la tercera o cuarta edad, no querer llegar a vivir en una residencia. Es muy lindo que el documental permita hablar esto, pero el discurso cultural y social es tenerle miedo a llegar a esto y por ahí lo potenció”, observa y sigue: “Vivimos en una sociedad que busca la juventud y belleza eterna, como con el uso de las cremas antiarrugas. La vejez es un tema tabú”, comenta la activista y analiza: “Las personas mayores son sujetos activos de derecho. ¿Por qué llegar a esta edad es invisibilizar? No se quiere ver la vejez”.
Con la nominación al Oscar, la película iluminó esta realidad que sucede frente a nuestros ojos. “Llega en un momento en que todos nos estamos haciendo preguntas sobre las distancias. Fuimos más conscientes de ese abandono y aislamiento, pero estos no existen desde 2020, existen desde hace mucho tiempo”, reflexionó la directora a El Diario España.
Así, el documental invita a reflexionar sobre qué idea tenemos de la vejez y cómo nos imaginamos nuestras propias vejeces. Si algo es necesario pensar de cara a la post-pandemia es la importancia de revalorizar la tercera edad y de luchar contra la discriminación y prejuicios.
Como finaliza la activista: “Espero que esto de pie a mostrar aún más a las personas mayores, pero tratando de dejar de lado los viejísimos sociales, los micro edadismos que existen, y derribar mitos que tenemos. Esto es un gran desafío. La película ya ganó al posicionar todos estos temas, al generar revuelo… Ahora ¿qué hacemos con ese revuelo?”.
La ministra de Seguridad se hizo presente en el lugar para reunirse con el embajador israelí, Eyal Sela, y dar información sobre lo que sucedió.
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