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Análisis | Westworld se prepara para el desenlace y la guerra que se avecina

La tercera temporada de "Westworld" es un tanto desprolija, pero siempre deja ese lugarcito para la reflexión. 

Análisis | Westworld se prepara para el desenlace y la guerra que se avecina

ACLARACIÓN: esta reseña puede contener spoilers.

A la tercera temporada de “Westworld” le quedan solo dos episodios para llegar a un desenlace satisfactorio, suponiendo que no se cumplan los planes originales de sus creadores y esta se convierta en su entrega final. El terreno está bien delimitado y la guerra entre los robots (Dolores y sus “clones”) y Serac(con Maevea la cabeza) ya está planteada, dejando en claro que el mundo real no está hecho para que ambas especies convivan.  

“Decoherence” no deja vuelta atrás para estas dos antagonistas que el ambicioso tecnócrata intenta enfrentar, y a pesar de que sus objetivos son muy diferentes, son más las características que tienen en común. De vuelta en WarWorld y en la simulación que la tiene prisionera, Maeve sopesa sus posibilidades y la oferta de Serac para reencontrarse con su hija si logra rescatar las claves de decodificación del Edén digital (Sublime) y los datos de Delos sobre los humanos de las manos de Dolores. Para ello, la ex madama necesita sus propios aliados, esas caras conocidas que ya demostraron su lealtad.

Maeve en busca de aliados

No nos queda muy en claro por qué debe enfrentar a un ejército de nazis si todo es parte de una simulación consciente, pero su encuentro con Dolores (o lo que quedó de ella en la perla de Connells) es mucho más interesante que la Maeve patea traseros (aunque también amamos esta versión). El cara a cara entre las dos podría haber zanjado ciertas diferencias y terminar de convencer a Millayque la causa robótica es la más justa. Ambas tienen su cuota de razón y poderes que la convierten en “diosas” dentro de su especie, pero al final del día, la pérdida de Héctor se transforma en el mejor incentivo para ir a la guerra. ¿Habrá sido pronosticado por Serac?

Sabemos que Engerraund está muy cerca de adquirir Delos y con ello el dominio sobre el parque y todas sus propiedades intelectuales. Más allá de los tres anfitriones que rescató para unirse a Maeve -Héctor, Clementine y uno más que todavía no está identificado-, no tiene intención de conservar a los robots, y esta nueva masacre va a poner en alerta todas las alarmas de Dolores. A través de Charlotte y su infiltración dentro de la compañía, hicieron lo posible para detener la “hostil” adquisición de Serac, pero el millonario juega bastante más sucio y termina llevando a cabo cada uno de sus planes… y algunos más.

Las emociones de Charlotte también juegan un papel importante 

Ahí mismo, en los cuarteles generales de Delos en San Francisco, está reconstruyendo a Maeve y sus pequeño ejército aliado. El sorpresivo ataque obliga a Charlotte a extraer la data de los anfitriones antes de que todo sea destruido, poniendo en evidencia su propia naturaleza robótica. Los sentimientos de la humana que habita -los cuales Dolores podría haber removido sin ningún inconveniente (¿se acuerdan de Teddy?)- juegan un papel fundamental a la hora de la supervivencia y la necesidad de Hale/Dolores de regresar a casa y salvar a su familia “adoptiva”. La destrucción de la perla de Héctor, sin duda alguna, va a despertar la revancha de Millay, pero la muerte de Jake y Nathan, seguramente, harán lo propio con lo que quedó de Charlotte.         

Estas acciones por parte de ambos bandos dejan en claro que la guerra ya es inevitable. Maeve parece haber tomado su decisión y aceptar la propuesta de Serac para encontrar y acabar con Dolores, pero todavía nos queda la esperanza de que esta anfitriona se va a terminar parando en la vereda de los suyos, aunque igual tenga que eliminar a Abernathy o, al menos, su versión más revolucionaria, aquella que todavía logra manipular a sus clones.

El laberinto sigue siendo un símbolo importante, incluso en el mundo real

Tras la liberación de los perfiles de Rehoboam, el mundo exterior está fuera de control -escenario ideal para que Serac cometa cualquier crimen y se salga con la suya-, y mientras averiguamos dónde fueron a parar Dolores y Caleb, el episodio nos lleva otra vez hasta Inner Journeys, uno de los tantos centros de reeducación para los “atípicos” como Nichols y el propio William que, ahora, debe someterse al mismo tratamiento -AR, augmented reality- que el ex veterano. Esta experiencia de “realidad aumentada”, al mejor estilo “La Naranja Mecánica” (A Clockwork Orange, 1971), nos permite espiar un poquito en la niñez del Hombre de Negro, dejando en evidencia que sus conductas más depravadas son parte de su propia naturaleza y no tanto de las experiencias que le tocó atravesar. En última instancia, eligió ser quien es y ahora espera su justo castigo.

Al final del encuentro con sus diferentes versiones, William entiende (o cree entender) cuál es su propósito. No sabemos si ser “el bueno” le va a calzar tan bien, pero es obvio que todavía tiene un rol para ejercer en este enfrentamiento. ¿Cómo lo encontraron Bernard y Ashley? Es uno de los tantos misterios de “Decoherence”, pero queda claro que está todo interconectado con los planes de Dolores, quien supo ser precavida y colocarle un rastreador a este eterno enemigo.  

William ahora quiere ser "el bueno"

El capítulo dirigido por Jennifer Getzinger (“Outlander”, “Daredevil”) y escrito por Suzanne Wrubel y Lisa Joy es desprolijo por momentos, pero nos deja muchas de esas reflexiones que tanto se valoran dentro del show de HBO, sobre todo en sus primeras temporadas. Si bien en esta tercera entrega nos ganó la súper acción y las intrigas más mundanas, las inteligencias artificiales y su revolución siguen siendo el conducto para recapacitar sobre nuestra propia naturaleza y nuestro accionar en el mundo, más en estas épocas de pandemia (y apocalipsis). Serac será el típico villano megalómano, pero entiende a la perfección que somos nuestro peor enemigo. William también parece haber llegado a esa conclusión, aunque su idea no es la manipulación de las variables. En este contexto, el libre albedrío sigue siendo una “ilusión”, ¿o es que Dolores intenta demostrar lo contrario?

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