Análisis | Crímenes de Familia, un thriller que se conecta con la coyuntura
Netflix y Cine.ar nos traen un estreno nacional que esquivó las salas de cine, pero igual quiere dejar su huella gracias a una historia de suspenso cargada de temas relevantes.
La pandemia (qué raro comenzar una nota con este enunciado, ¿no?) obligó a postergar no solo los estrenos internacionales, sino aquellos lanzamientos locales que tenían planeado aterrizar en las salas durante este 2020. Por suerte (vamos a ver el lado positivo), varios de ellos encontraron asilo en las plataformas de streaming, posibilitando el acceso a los usuarios de todo el globo. Hace unos días se confirmaba el arribo de “Corazón Loco” (2020) -la nueva película de Adrián Suar- a la grilla de Netflix, y hoy nos toca hablar de “Crímenes de Familia”, la cual que se estrena en simultaneo, tanto en la N roja como en Cine.ar.
Sebastián Schindel -responsable de “El Hijo” (2029) y “El Patrón, Radiografía de un Crimen” (2014)- es el director de este thriller dramático basado en hechos reales, cuya trama se nos hace imposible de separar de varios temas coyunturales que hoy inundan las tapas de los diarios. La violencia contra la mujer, la educación sexual, la disparidad socioeconómica…, todo se conjuga en la historia de Alicia (Cecilia Roth), una sexagenaria de clase acomodada, que vive en su coqueto departamento de Recoleta junto a su marido Ignacio (Miguel Ángel Solá), Gladys (Yanina Ávila), la mucama con cama adentro, y el pequeño hijo de ésta, al cual considera como un miembro más de su familia.
El nene viene a llenar el espacio de su propio nieto, al cual no puede ver muy seguido debido a las denuncias de acoso y violencia que su nuera Marcela (Sofía Gala Castiglione) entabló contra su ex esposo (el hijo de Alicia) Daniel (Benjamín Amadeo). El joven es una oveja descarriada, que salta de emprendimiento en emprendimiento gastando el dinero de sus padres, recayendo en las drogas y en las constantes amenazas hacia su ex pareja, lo que lo termina poniendo detrás de las rejas a la espera de una condena.
Manteniendo las apariencias dentro de su círculo social, Alicia hará hasta lo impensado (y lo poco legal) para ayudar a su retoño y desacreditar a Marcela en el proceso. El desgaste emocional y económico empieza a repercutir en su matrimonio, nublando también su juicio de lo que ocurre puertas adentro. “Crímenes de Familia” se mueve en dos líneas temporales -y dos hechos judiciales- que chocan indefectiblemente. A los problemas de Daniel pronto se suman las acciones de Gladys, quien también es detenida por la policía por un delito “imperdonable”.
Es este personaje de pocos recursos se exponen las desigualdades que atraviesan muchas de estas jovencitas pueblerinas que, huyendo de sus propios dramas y abandonos familiares, llegan a la gran ciudad para exponerse a otro tipo de abusos. Schindel y Pablo Del Teso conjugan un guion estructurado en los tropos y mecanismos de los dramas procedimentales más clásicos, detallando el paso a paso de estas dos causas judiciales que sacuden todas las creencias (morales, religiosas) de la protagonista. Los realizadores no pretenden entregarnos un relato moralista y aleccionador, sino mostrarnos varias realidades de nuestro país, relacionadas a la violencia de género, la sororidad y la maternidad, acá presentada en todas sus formas.
“Crímenes de Familia” es, básicamente, la historia de tres mujeres, de tres madres con buenas intenciones, aunque no siempre hacen lo correcto. Schindel cae en algunos lugares comunes y arquetipos reforzados, pero saca el mejor provecho de sus protagonistas (sobre todo Roth) y un género que ayuda a mantener el suspenso hasta el final. En el medio, nos presenta un drama familiar que lo salpica todo y se empacha de cada detalle del sistema judicial argentino, apoyando una puesta en escena impecable.
En mejores circunstancias -o sea, sin cuarentena de por medio- “Crímenes de Familia” podría pelearle de igual a igual a cualquier thriller hollywoodense, en la taquilla, y salir airoso, justamente, por esa conexión con los temas tan en vigencia y un contexto muy reconocible. Los realizadores nos invitan a tomar partido (aunque no queramos) y reflexionar sobre estas circunstancias tan diferentes, en lo posible, sin hacer juicios de valor, guiándonos por los hechos y las situaciones particulares.
La historia de Schindel funciona como un rompecabezas que necesita del espectador para acomodar cada una de sus piezas. No siempre logra el impacto profundo que persigue, pero tampoco se desborda en sobreactuaciones y explicaciones redundantes. Es un drama correcto, hecho y derecho, que se acopla muy bien a las “películas de juicios”, aunque no necesariamente siga esa estructura. Acá no se trata de encontrar un culpable, sino entender las razones y justificaciones de cada personaje.