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Cine y series #Boda sangrienta

Análisis | Boda Sangrienta, gran mezcla de terror y sátira social

El terror se pone nupcial de la mano de esta comedia negra sobre una familia y sus particulares rituales durante la noche de bodas. 

Análisis | Boda Sangrienta, gran mezcla de terror y sátira social

El horror, como género, puede ser un gran vehículo de crítica social (gracias George A. Romero), de un análisis profundo sobre la naturaleza humana (gracias también a ustedes Jordan Peele y Ari Aster) o simple divertimento cinematográfico. Su relación con el humor no es azarosa, ya que cuanto más opuestos son estos géneros, mayor es el impacto de la historia. “Boda Sangrienta” (Ready or Not, 2019) encaja orgullosamente en esta última combinación, llevando las relaciones familiares a extremos insospechados, tan sangrientos como hilarantes porque, ¿quién no ha tenido un desacuerdo con sus suegros/yernos/nueras y pensamientos excesivos de por medio?

Matt Bettinelli-Olpin y Tyler Gillett, quienes ya pasaron por la antológica “Las Crónicas del Miedo” (V/H/S, 2012), nos meten de lleno en la familia Le Domas, quienes lograron amasar una enorme fortuna en base a la creación de juegos de mesa y otras inversiones. La parentela está a punto de darle la bienvenida a una nueva integrante, Grace (Samara Weaving), jovencita que creció en casas de adopción y ahora sólo quiere pertenecer. El origen humilde de la chica no es tan bien recibido, pero sí el hecho de que este matrimonio trajo de vuelta a casa a su futuro marido Alex (Mark O'Brien), quien durante años se mantuvo alejado de sus padres, Tony (Henry Czerny) y Becky (Andie MacDowell), y de sus hermanos Emilie (Melanie Scrofano) y Daniel (Adam Brody). ¿Los motivos? Las extrañas tradiciones familiares, las mismas que ahora debe honrar para sumar a Grace a su vida.

¿Acuerdos prenupciales? No, como parte del ‘ritual’, Grace está obligada a jugar un juego que se determina al azar sacando una carta de una pintoresca cajita. Alex trata de impedirlo, pero los lazos de los Le Domas tiran un poco más. ¿Qué tiene de malo una partida de Estanciero o Pictionary con tus suegros durante la noche de bodas? Bueno, además de lo extraño que puede sonar y la falta de intimidad marital, poco y nada, pero la novia no tiene peor suerte que elegir “Las Escondidas”, aunque con un giro bastante retorcido.

Sin saberlo, Grace se convierte en objeto de una cacería familiar dentro de la mansión, un sacrificio que debe llevarse a acabo antes del amanecer porque así lo determina este rito que arrancó con Victor le Domas -bisabuelo de Alex-, quien hizo un trato con un tal Le Bail, un hombre misterioso que le ayudó a crear este pequeño imperio. Antes de que pueda procesarlo y darse cuenta de que es la presa, Grace tiene que buscar un escondite y lograr sobrevivir lo más que se pueda. La vida no la preparó para convertirse en víctima, así que decide dejar sus miedos atrás y, al menos, no facilitarles las cosas a sus suegros y compañía.   

Lo primero es la familia

“Boda Sangrienta” mantiene esta premisa sencilla y se sostiene gracias a sus extravagantes personajes, una protagonista que da pelea y nos obliga a mantenernos de su lado minuto a minuto, y mucho humor negro recargado de gore, porque ese es el objetivo de sus directores y de los guionistas, Guy Busick y R. Christopher Murphy. Acá, el entretenimiento lleva la delantera, pero también un misterio que se extiende hasta el final porque no sabemos si esta gente sigue un ritual sobrenatural inevitable, o sólo son una manga de ricos con caprichos mortales. A Grace no le interesa descubrirlo, y en parte a nosotros tampoco, porque sólo queremos que la chica llegue lo más intacta posible al comienzo del día. En el medio, cada uno de los Le Domas deja entrever su lado más oscuro, sus dudas ante la lealtad familiar y su sed de sangre.     

La clave del éxito de este relato es Samara Weaving, quien la viene remando desde hace rato, pero acá tiene todas las oportunidades para lucirse. También, la acción que nunca se detiene y las violentas (y bizarras) situaciones que deben atravesar los protagonistas, no siempre aptas para estómagos delicados. Lamentablemente, la película falla cuando intenta ponerse seria y explotar sus momentos más dramáticos. A veces funcionan, a veces no, pero la mayoría resultan anticlimáticos.

Blanca y radiante va la novia

Bettinelli-Olpin y Gillett se guardan algunas sorpresas para el final y no se contienen, lo que suma un poquito de aire fresco después de una estructura que se vuelve un tanto repetitiva por momentos -¿hay forma de evitarlo en medio de esta cacería?-. Lo mejor, sigue siendo su irreverencia y su humor, su pequeña crítica a las clases más acomodadas y sus pequeños (no tan pequeños) caprichos, así como a la institución del matrimonio, no siempre tan ‘sagrada’.     

Lo bueno es que “Boda Sangrienta” sabe lo que es y lo que pretende. No intenta ser “¡Huye!” (Get Out, 2017) ni un episodio de “El Juego del Miedo” (Saw); desde su lugar de film independiente quiere entretener con una propuesta diferente, demostrando que el terror y el humor hacen tan buena pareja como un choripán con chimichurri.  

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