Matthew McConaughey es todo un chico sureño. Bah, ya no es tan chico porque a pesar de su cara inalterable, el actor está festejando sus primeras cinco décadas de vida y una carrera que lo tuvo todo: desde el pibe carilindo hasta el galán romántico, pasando por varios villanos, el sex symbol entrado en años y el intérprete de carácter ganador del Oscar. Sí, Matt recorrió un largo camino desde “Rebeldes y Confundidos” (Dazed and Confused, 1993), la película de Richard Linklater que lo ‘inmortalizó como Wooderson y una frase que nunca va abandonarlo: “Alright, alright, alright!”.

Ambientada en 1976, la comedia narra el último y desenfrenado día de clases de un grupo de alumnos de secundaria de Texas (claro). Con una mirada casi antropológica sobre la vida estudiantil y la cultura americana de la época, Linklater celebra los ritos, la liberación del espíritu, la falta de guía y de valores morales y, por supuesto, la estupidez que viene aparejada con la adolescencia de este conjunto de jovencitos entre los que también encontramos a Jason London, Adam Goldberg, Ben Affleck, Parker Posey y Milla Jovovich.

Este clásico de los noventa, casi un debut cinematográfico, fue el mejor impulso para este abogado frustrado devenido en actor -la intención de estudiar estaba, eh- que fue probando un poquito de cada género. No se privó del terror de “El Regreso de la Masacre de Texas” (The Return of the Texas Chainsaw Massacre, 1994); los populares dramas legales basados en las novelas de John Grisham como “Tiempo de Matar” (A Time to Kill, 1996); ni la ciencia ficción más existencialista de la mano de “Contacto” (Contact, 1996). McConaughey nunca fue parte del grupo de estrellas clase ‘A’, ni los galacitos que inundaban las pantallas, pero antes de que terminara el milenio llamó la atención de grandes directores como Steven Spileberg (“Amistad”) y Ron Howard (“EdTV”), hasta que encontró en la comedia romántica su veta más exitosa.

El siglo XXI lo terminó de consolidar como el protagonista romántico por excelencia, conquistando a JLo en “Experta en Bodas” (The Wedding Planner, 2001), a Kate Hudson en “Cómo Perder a un Hombre en 10 Días” (How to Lose a Guy in 10 Days, 2003), a Sarah Jessica Parker en “Soltero en Casa” (Failure to Launch, 2006) y a Christian Bale en “El Reinado del Fuego” (Reign of Fire, 2002) (¿?). Tanto enamoramiento y escenas ‘sin remera’ rindieron sus frutos cuando Matthew McConaughey se convirtió en el Sexiest Man Alive de 2005, honor de la revista People que comparte con grandes como George Clooney, Brad Pitt o Harrison Ford.

Después de semejante distinción, y sentar cabeza junto a la brasileña Camila Alves, la carrera de Matt volvió a dar otro giro, esta vez más encauzada en films independientes o producciones que ponían a prueba sus destrezas actorales. Películas chiquitas como “Killer Joe” (2011), “Mud” (2012) o incluso “Magic Mike” (2012), allanaron el camino para “Dallas Buyers Club: El Club de los Desahuciados” (Dallas Buyers Club, 2013) y su noche triunfal en los Oscar de 2014, pero también llamaron la atención de directores como Martin Scorsese y Christopher Nolan que lo puso al frente de su odisea espacial: “Interestelar” (Interstellar, 2014).

En el medio de tanto éxito llegó la primera entrega de “True Detective” y el currículum de McConaughey sumó mil puntos gracias a la interpretación del introspectivo detective Rust Cohle. Esta, sin dudas, fue la temporada que marcó el pináculo de su carrera actoral, pero a partir de ahí la suerte ya no lo acompañaría demasiado. ¿Malas decisiones? ¿Fracasos de taquilla anunciados? Ni “La Torre Oscura” (The Dark Tower, 2017) ni “Obsesión” (Serenity, 2019) ayudaron a extender esa racha ganadora, pero Matthew no se desanimó y mechó estos bodrios para adultos con aventuras animadas que bien valieron la pena como “Kubo y la Búsqueda Samurái” (Kubo and the Two Strings, 2016) y “Sing ¡Ven y Canta!” (Sing, 2016).

¿Qué le depara el destino a este texano creyente y muy familiero? Posiblemente, ni él lo sepa, pero es de esos actores que nunca para de remarla y de reinventarse… y de apegarse a su vieja y querida frase de cabecera.