Mauricio Macri perdió una elección como candidato por primera vez desde el año 2003. En sus casi dos décadas invicto, el Presidente supo, a partir del vínculo marketing - militancia, construir al PRO como un partido, teniendo en la Capital Federal su anclaje territorial e ideológico.
Y si bien es pronto para especular sobre el futuro del gestor PRO, de hecho restará saber si los 44 días de transición hacia el 10 de diciembre terminan o no de erosionar su capital político, lo cierto es que por fuera de una administración que empeoró todos los indicadores previos a su arribo, hay una considerable porción de la sociedad que se identifica “amarilla”.
Si es por amor o espanto no presenta mucha importancia, las urnas no preguntan. Lo cierto e innegable, considerando que los argentinos ya somos ávidos gestores de incertidumbre, es que resulta lógico preguntarnos sobre las perspectivas a futuro de la alianza que en los últimos cuatro años gobernó los tres distritos más importantes del país de manera simultánea.
Y en el ensayo a esta respuesta es fundamental y curioso entender que en un contexto de derrota, casi en retirada, Macri llenó primero la Plaza de Mayo y luego el Obelisco.
Como nos cuenta Álvarez, lo que no tuvo al principio, lo que no tuvo durante, lo tuvo al final de su mandato. Después de cuatro muy malos, se pudo visibilizar a una multitud agradecida, el encuentro entre la masa macrista y su líder.
Y esto ya nos deja ver un primer punto interesante y es que si bien aunque Mauricio Macri, el PRO y Cambiemos hayan perdido estas elecciones, lo que parece no va a mermar, o al menos quedará el interrogante en cuanto al apellido de base, es el voto macrista.
“PRO, nacido en 2002, es casi hermano del movimiento que gobernó la Argentina desde 2003: surgió para distinguirse de él, para movilizar electores, ideas, recursos de grupos sociales y políticos que ven en el peronismo de Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner su peor enemigo”, plantea Gabriel Vommaro en “Mundo PRO”.
Si bien entonces este espacio existe desde la propia construcción partidaria argentina y tiene en el conflicto con el campo allá por 2008 su antecedente inmediato, la verdadera pregunta es saber si quien capitalice esta demanda de una buena parte de la sociedad lo hará bajo el paraguas de Cambiemos o del PRO.
Si los partidos que dieron forma a Cambiemos con la UCR y la Coalición Cívica como principales referentes quedará finalmente desdibujada, al menos en el marco previo de un nuevo llamado electoral, podrá comenzar a entenderse en el juego legislativo en ambas Cámaras del Congreso donde el ahora frente Juntos por el Cambio será primera minoría.
La victoria de Cambiemos en 2015 fue decididamente histórica para la Argentina. Por primera vez desde el ciclo democrático actual, obtuvo la victoria un candidato que no era del Partido Justicialista ni de la Unión Cívica Radical, al tiempo que se trataba de alguien que fundó su propio espacio.
Si bien los partidos nuevos suelen poseer una orientación ideológica muy débil y voluntariamente flexible, el paso del tiempo y la transformación primero hacia Cambiemos y ahora en Juntos por el Cambio han resignificado discursos pero no ideas (y por sobre todas las cosas) apoyos de base.
Restará saber si la búsqueda del cambio seguirá entonces bajo estas consignas y con los mismos, ya no nombres sino, apellidos.