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Del esquema de agregados monetarios y las bandas de flotación cambiarias al reperfilamiento de la deuda y el cepo cambiario: un balance de su gestión.
Guido Sandleris asume la presidencia del Banco Central el 25 de septiembre del año pasado, en reemplazo de Luis “Toto” Caputo. El “mago de las finanzas” sólo permaneció durante tres meses al frente de la entidad monetaria, durante las sucesivas corridas cambiarias que azotaron al gobierno de Macri.
El recambio se da en el marco del “préstamo más grande en la historia del FMI” otorgado por la ex directora del Fondo, Christine Lagarde. Este contenía una serie de condicionamientos, entre ellos, la renuncia de Caputo por haber utilizado los dólares otorgados por el organismo para intentar contener la escalada del dólar.
Sandleris aparece como una opción más acorde con los lineamientos de Washington, la estrecha relación con el Fondo Monetario será la clave de su gestión. En su discurso de asunción señalaría: “reducir la inflación es el objetivo primario de este Banco Central”.
En este sentido, su gestión implica un cambio de estrategia del BCRA: agotado el régimen de metas de inflación, Sandleris inaugura el esquema de agregados monetarios. Este último se basó en dos pilares fundamentales: la utilización de las Letras de Liquidez (Leliq) del Banco Central y las bandas de flotación cambiaria.
Las Leliq vinieron a reemplazar a las difuntas Lebac como instrumento regulatorio de la cantidad de pesos en circulación. Por este medio y a cambio de una tasa del 65% anual a siete días, los bancos comerciales inmovilizan una porción de sus tenencias en pesos.
Aquí se hace necesario resaltar una constante durante toda la gestión de Cambiemos: la identificación de la inflación como un fenómeno exclusivamente monetario y, a partir de esta certeza, intentar combatirla mediante controles en las variaciones de la cantidad de dinero, con el objetivo de esterilizar los “pesos sobrantes”.
Las bandas cambiarias aparecieron como una novedad, en contraposición al régimen de flotación libre en el valor del dólar que caracterizó al macrismo desde el levantamiento del cepo cambiario. Las zonas de no intervención señalaban un piso de $34 y un techo de $44, con una actualización mensual del 3%, mientras el valor del billete verde se mantenga dentro de este espectro, fluctuaría libremente. En el caso que su valor perfore el piso o el techo, la autoridad monetaria podía comprar o vender divisas para estabilizar su cotización, utilizando hasta u$s150 por día.
Los primeros meses de la gestión Sandleris se caracterizaron por una relativa estabilidad en las variables que el BCRA intentaba controlar. El tipo de cambio se mantuvo dentro de la zona de no intervención e incluso llegó a caer por debajo del piso, donde la autoridad monetaria intervino comprando dólares durante enero y febrero de este año.
Este enfriamiento en el mercado de cambios permitió la paulatina reducción en la tasa de Leliq. De esta forma, se cumplió su objetivo de absorción monetaria, en conjunto con la eliminación de los adelantos transitorios hacia el Tesoro, enviaba señales de un proceso desinflacionario hacia los funcionarios de gobierno, quienes festejaban la declinación en el IPC mensual como el comienzo de un definitivo proceso de caída en el nivel de precios.
Sin embargo, el veranito duró poco. A medida que se acercaban las fechas electorales, en los mercados volvió el nerviosismo y la tendencia a la dolarización, con su consiguiente suba en el riesgo país.
Frente a la evidencia de que los incrementos sucesivos en las tasas de interés no atenuarían la presión sobre el dólar, se modificó nuevamente el acuerdo con el Fondo. Su directorio le permitió a Sandleris operar en el mercado de cambios dentro de la zona de no intervención, además de extender a u$s250 millones el monto de ventas en caso de que la cotización supere el techo de la banda. Así, Lagarde y su gabinete habilitaba a Sandleris a utilizar los dólares de su organismo para intentar frenar la depreciación del peso, y de esta forma facilitar la huída de los fondos de inversión “atrapados” en el país; en definitiva, las causas que llevaron al apartamiento de su antecesor Caputo.
El quiebre definitivo para el director del Banco Central - como para el conjunto del equipo económico de Macri - fue la brutal devaluación ocurrida luego de conocerse los resultados de las PASO, donde el dólar saltó desde los $45 previos hasta rondar los $60 en pocos días. A esto se le sumó una escalada en el riesgo país, caídas drásticas en los valores de las acciones argentinas y un nuevo recalentamiento en la inflación.
La respuesta del gobierno fue lanzar un paquete de medidas de “incentivo” a la economía sin especificar su forma de financiamiento. Estás medidas atentaron directamente contra el objetivo de “crecimiento cero” de la base monetaria debido a la posibilidad de financiarlas con emisión. Sin embargo, Sandleris no se pronunció al respecto. Lo que sí avaló explícitamente fueron dos medidas clave para el futuro: el reperfilamiento de la deuda y la restricción a las operaciones de compra de dólares.
Hace poco más de un año, Sandleris asume imponiendo como objetivo principal de la entidad monetaria una baja en los niveles de inflación. Pese a dejar su gestión con un stock de Pases y Leliq superior al billón de pesos (millón de millones), la inflación estimada por los organismos especializados se concentra alrededor del 55% para este año.
El reperfilamiento de la deuda en moneda local dejó sin canales internos para financiar los gastos del tesoro mediante deuda. Esto último, abrió nuevamente la puerta a la reaparición de los adelantos transitorios girados por el BCRA a la Nación, es decir, aumentar la cantidad de pesos en circulación, violando la única base del programa elaborado con el FMI que hasta ahora venía siendo cumplida: el crecimiento cero de la base monetaria.
Queda claro que los sucesivos programas elaborados por el directorio saliente, en conjunto con el Fondo, no logró cumplir siquiera uno de los objetivos trazados. Una caracterización errónea y las improvisaciones a la zaga del calendario electoral y sus resultados marcaron el completo fracaso de Sandleris y su equipo.
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