Hablar de Olga Orozco es hablar de un universo que es tan intangible como cercano, y perceptible a la vez. La mística es su esencia y la percepción su arma de doble filo. Desde Toay, un pueblito de La Pampa, llegó Olga Orozco a este plano, para hacer de la vida una expresión poética y literaria, y spoiler alert: porque para leer a Olga "hay que creer".
Fue escritora, docente, periodista, traductora, actriz y una mujer extremadamente perceptiva, cualidad que no sólo le sirvió para su poesía, sino también para desarrollar la astrología como tarotista.
Sus temas siempre fueron la búsqueda de Dios, la religión, los misterios del universo, el poder acechar más allá de lo invisible y lo inmediato, ampliar las posibilidades del yo, el tiempo y la memoria. En sus versos, siempre estuvieron presentes la justicia, la libertad, el amor y la muerte. “Creo que desde mi primer libro la semilla está dada”, Olga Orozco.
Quienes la estudian y son muy cercanas a su obra, sostienen que leer a Olga no es una casualidad, porque ella siempre se manifiesta para estar presente de alguna manera. Por eso querida/querido lectora o lector, si estás acá, bienvenida y bienvenido a la vida de la “bruja blanca”, a la vida de Olga Orozco.
Su infancia en La Pampa
Olga Nilda Gugliotta Orozco nació el 17 de marzo de 1920 en Toay, La Pampa, a diez kilómetros de Santa Rosa, donde transcurrió su infancia.
En 1928, se mudó junto a su familia a Bahía Blanca, y ocho años más tarde a Buenos Aires. Estudió en la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, y ejerció la docencia. También el periodismo estuvo presente en su vida, el cual comenzó a ejercer desde muy joven.
“Lo que me gusta de que se hable de la obra de ella, es que sea de La Pampa, porque si bien es el escenario de la literatura argentina, muy pocos escritores son de allí. Irrumpe una voz muy interesante por el territorio que lleva. Su obra está llena del espacio de La Pampa, hay algo de la naturaleza trabajando en ella, como lo son los animales, la animalidad. Hay un poema muy lindo que se llama “Entre perro y lobo”, donde todo el tiempo usa el espacio de la naturaleza, pero para verse así misma. Es como una indagadora, se revisa a través del afuera”, cuenta en diálogo con Filo.News. Fedra Spinelli, periodista, docente, poeta y lectora de Orozco.
(...) No consigo saber quién es el amo aquí.
Cambio bajo mi piel de perro a lobo.
Yo decreto la peste y atravieso con mis flancos en llamas
las planicies del porvenir y del pasado;
yo me tiendo a roer los huesecitos de tantos sueños
muertos entre celestes pastizales.
Mi reino está en mi sombra y va conmigo dondequiera que vaya,
o se desploma en ruinas con las puertas abiertas a la
invasión del enemigo.
Cada noche desgarro a dentelladas todo lazo ceñido al corazón,
y cada amanecer me encuentra con mi jaula de obediencia en el lomo.
Si devoro a mi dios usó su rostro debajo de mi máscara,
y sin embargo sólo bebo en el abrevadero de los hombres
un aterciopelado veneno de piedad que raspa en las entrañas. (...)
Fragmento del poema “Entre perro y lobo”.
La Generación del 40’
“Olga desde muy joven está dentro de un grupo donde la mayoría son varones: Enrique Molina, Francisco Madariaga, Olivero Girondo. Son pocas las mujeres de esa época que son referentes de la literatura”, cuenta a Filo.News Marisa Negri, poeta, docente y ferviente seguidora de Olga y su obra.
La joven Olga Orozco perteneció a la Generación del '40 y al grupo de la Tercera Vanguardia, junto a Oliverio Girondo. Sus influencias fueron San Juan de la Cruz, Arthur Rimbaud, Gérard de Nerval, Charles Baudelaire, Czesław Miłosz y Rainer Maria Rilke. Y sus amistades, Oliverio Girondo, Alejandra Pizarnik y Xul Solar, entre otros artistas de aquella época.
Gracias a los registros visuales, son muchas las entrevistas en las que podemos encontrar a Olga en primera persona contando sus experiencias y anécdotas, como cuando expresó en un documental que Canal Encuentro hizo especialmente dedicado a ella:
“Nunca tuve que hacer ninguna antesala para publicar libros. Yo pertenecía a la llamada ‘Generación del 40’, con la que no me siento muy identificada ni con la que sienta que tenga características muy especiales. Éramos un grupo grande de muchachos en el que yo era la única mujer. Todos proveníamos de influencias y literaturas muy distintas: unos de la española, otros de la inglesa, alemana o italiana, algunos hacían una poesía muy coloquial, otros con resabios del ultraísmo, y otros del surrealismo”, comentaba Olga en referencia a la llamada Generación del 40’.
Si bien el machismo y el sistema patriarcal está instaurado de manera asfixiante en la sociedad desde hace cientos de años, Olga destaca que en la Generación del 40’, siendo una de las pocas mujeres referentes en el mundo de la literatura a mediados del siglo pasado, no sufrió ninguna segregación por su condición de género de parte de sus compañeros.
“Cuando yo empecé a escribir éramos 20 muchachos y yo. Andábamos juntos por todos lados, entonces nunca me sentí segregada, al contrario, me sentí muy homenajeada, agasajada. Estuve en las antologías de la época. Si hay alguna mujer es Alfonsina Storni que es anterior, y yo. Y las que vinieron después son también Alfonsina Storni, Alejandra Pizarnik y yo”.
En cada conversación, Olga destacaba lo mucho que se divertían en este grupo y también mencionaba su amistad con Oliverio Girondo y su esposa, al que recordaba como un hombre con una conversación y brillo inagotable, donde la muerte de él y Norah Lange, le cambiaron el color de la vida.
Aquí están tus recuerdos:
este leve polvillo de violetas
cayendo inútilmente sobre las olvidadas fechas;
tu nombre,
el persistente nombre que abandonó tu mano entre las piedras;
el árbol familiar, su rumor siempre verde contra el vidrio;
mi infancia, tan cercana,
en el mismo jardín donde la hierba canta todavía
y donde tantas veces tu cabeza reposaba de pronto junto a mí,
entre los matorrales de la sombra.
Todo siempre es igual.
Cuando otra vez llamamos como ahora en el lejano muro:
todo siempre es igual.
Aquí están tus dominios, pálido adolescente:
la húmeda llanura para tus pies furtivos,
la aspereza del cardo, la recordada escarcha del amanecer,
las antiguas leyendas,
la tierra en que nacimos con idéntica niebla sobre el llanto. (...)
Fragmento del poema “Aquí están tus recuerdos”.
Su paso por la revista Claudia y los horóscopos de Clarín
“En la poesía siempre usaba su nombre, pero en lo periodístico y en los horóscopos no. Yo creo que si bien las sociedades siempre son sofocantes, incluso esta lo es, a ella nunca le importó, fue muy libre. A veces los espacios de arte, son menos prejuiciosos y juzgadores, entonces estas personas se pueden desarrollar en esos ámbitos. Olga sí fue publicada, hay un reconocimiento hacia ella como poeta desde que era niña. Luego se casó con su primer marido que también era escritor, perteneció a una generación conformada por hombres, no estuvo sola”, reflexiona la escritora Fedra Spinelli.
“Trabajé en la revista Claudia como diez años y hacía todo tipo de notas, tenía como ocho seudónimos porque nada firmaba con mi nombre. El consultorio sentimental lo firmaba Valeria Guzmán, la crítica de libros Martín Yanez, los comentarios científicos los firmaba Jorge Videla, qué premonición ¿no?, muchas veces le habrán preguntado si las notas las escribía él. (Bajo la firma de Jorge Videla, antes de que se convirtiera en un personaje nefasto de nuestra historia, se publicaron notas como “Biografía del Diablo” y “Rapto”, sólo por mencionar algunas escalofriantes “coincidencias”). Las notas de ocultismo las firmaba Richard Reiner, las notas sobre temas varios Sergio Medina, las notas frívolas, Carlota Ezcurra. Las de moda Elena Prado, y las notas de biografías que eran en las que más se me permitía manejar mi propio estilo, Valentine Charpentier”, relataba Orozco en una entrevista.
Entre 1968 y 1974, junto a su maestra de astrología María Julia Onetti, la prima del escritor uruguayo, firmaba con el seudónimo “Canopus” el horóscopo dominical en el diario Clarín. No faltó la broma con la palabra “orózcopo”, aunque, en este caso, Olga, que era pisciana con ascendente en acuario, aseguraba que jamás inventó una sola predicción.
“El horóscopo también es muy poético porque por un lado te dice y no te dice, te muestra y te oculta, es un juego de correr el velo y volverlo a tapar. Creo que el horóscopo y la poesía van de la mano y ella supo ver eso”, afirma Spinelli.
Olga y el feminismo
La poeta, cuenta con gracia y cierta resignación, una anécdota sobre una nota que realizó con profundidad y dedicación en donde publicó datos desconocidos sobre la vida de Gardel.
Cierto día, apareció en la redacción un señor que preguntaba por Jorge Videla, que era quien firmaba la nota. Este señor, formaba parte de una comisión de homenaje permanente al tanguero y venía desde Montevideo especialmente a invitar a “Jorge” a las cenas y reuniones que realizaban con el grupo.
“Cuando preguntó por Jorge, le dije yo soy Jorge Videla y me dijo ‘ay qué lástima, porque las mujeres no’. ¿Qué te parece? el machismo llegaba hasta ahí”, contó una Olga que sí sufrió de cerca esta vez y cuántas otras, los prejuicios machistas de la época sobre las mujeres.
“Tiene una mirada muy amplia, le interesa todo desde lo esotérico, pero también trabaja en la revista ‘Claudia’ y escribe sobre mujeres que manejan, sobre la pastilla anticonceptiva que en esa época era algo muy llamativo, raro y cuestionado; y escribe sobre las marchas de las mujeres en Europa en el 68’. Estaba comprometida con el universo femenino”, describe Marisa Negri.
“Olga no se sintía feminista porque nunca se sintió excluida en su entorno cercano y esto siempre lo recalcaba, ella sentía que siempre perteneció. También hacía una gran salvedad cuando hablaba de la poesía femenina, en donde no estaba de acuerdo con la separación entre hombres y mujeres, ya que pensaba que la poesía era universal, es por esto que se desligaba de la palabra ‘poetiza’. Sentía que hacía referencia a una poesía sin rigor, una poesía de puntillas y desmayos. Hay que tener en cuenta que este es un rasgo muy de la época, donde muchas mujeres no se consideraban feministas porque no querían esa división aunque lo fuera realmente. Aunque ella no se pusiera el rótulo, Olga abrió un camino para las mujeres dentro de la literatura”, opina Daniela Rodi, quien fue la Directora museóloga de la Casa Museo Olga Orozco en Toay, La Pampa.
Al leer las notas bajo sus seudónimos y entrevistas de su experiencia, se podría decir que Olga tomó al periodismo como algo divertido y quizás también lo usó como un arma para hablar de aquello que no era “políticamente correcto para una mujer en un medio”. Increíble pensar que hace aproximadamente nada más que 60 años, había que cambiar de identidad y de género para que las mujeres pudiéramos hablar sobre ciertos temas ¿no?.
El mundo esotérico y la poesía
Para suerte de las personas espirituales, Olga es una especie de canal entre la luz y la oscuridad. Para el equipo de los escépticos, Olga es una poeta indescifrable.
Su obra es una conversación constante entre los arquetipos de la baraja, metáforas e imágenes provenientes de la literatura y la astrología, y leerla significa desmenuzar y releer lo que cada verso tiene escondido. Por eso su poesía se caracteriza por una densidad y una dedicación que requiere de lecturas que obligan a detenerse en cada frase.
“En todos los poemas de Olga, hay algo: la sombra, el espejo, el otro lado. Ella corre esa especie de velo que no nos permite a todos ver entidades. Ese velo lo tiene un poco más corrido. La materia de su poesía es ese mundo de los sueños porque en los sueños se le expresan las premoniciones que se convierten en certezas. En su lenguaje utiliza la forma oracular de la predicción, la utiliza como formato de la poesía. Tiene una escritura desde la profundidad, se realiza muchas preguntas y también las contesta como si los que estuvieran hablando fueran los arquetipos del tarot, como si estas entidades o figuras míticas estuvieran trabajando en ella distintos aspectos”, comenta Spinelli.
Orozco es esa especie de “Bruja blanca” que con su sabiduría, premoniciones e intuiciones se adelantaba al futuro que atacaría sin piedad. Pero ella no hacía distinciones dogmáticas en su creencia, porque fue una mujer que le rezaba a la Virgen de las mariposas, que se acercó al budismo cuando tradujo el libro “El budismo” de Henri Arvon (uno de los primeros que se conoció en Argentina), y que tuvo al oráculo y el futuro en sus manos.
(...) Aquí está lo que es, lo que fue, lo que vendrá, lo que puede venir.
Siete respuestas tienes para siete preguntas.
Lo atestigua tu carta que es el signo del Mundo:
a tu derecha el Ángel,
a tu izquierda el Demonio.
¿Quién llama?, ¿pero quién llama desde tu nacimiento hasta tu muerte
con una llave rota, con un anillo que hace años fue enterrado?
¿Quiénes planean sobre sus propios pasos como una bandada de aves?
Las Estrellas anuncian el cielo del enigma.
Más lo que quieres ver no puede ser mirado cara a cara
porque su luz es de otro reino.
Y aún no es hora. Y habrá tiempo.
Vale más descifrar el nombre de quien entra.
Su carta es la del Loco, con su paciente red de cazar mariposas.
Es el huésped de siempre.
Es el alucinado Emperador del mundo que te habita.
No preguntes quién es. Tú lo conoces
porque tú lo has buscado bajo todas las piedras y en todos los abismos.
y habéis velado juntos el puro advenimiento del milagro:
un poema en que todo fuera ese todo
y tú algo más que ese todo. (...)
Fragmento del poema “La cartomancia”.
El tarot de Olga era especialmente para sus amigos, no lo hacía de forma pública, sino que pertenecía a una dimensión que estaba ubicada en el ámbito de la amistad, lo familiar y lo íntimo. Sin embargo, se imbrica directamente en sus versos. En ella se destacaba una gran curiosidad por las ciencias ocultas, por la filosofía, por el surrealismo (aunque se desmarca del movimiento). Son abonos para su poética.
En una anécdota muy interesante que se condice con su intuición onírica, Olga cuenta cuál fue el momento en el que decidió no barajar más las cartas del destino:
“Echar el tarot daba una cierta omnipotencia muy ilusoria y había otros elementos para romper este encierro que es esta realidad, este aquí, este ahora, este yo; y que para eso contaba con muchos elementos menos bastardos y más bien sagrados como la poesía y la plegaria.
Una noche soñé que estaba en una especie de lugar cerrado donde había una gradería en redondo y allí había gentes de todas épocas: un griego, una dama renacentista, un soldado medieval, una monja de cualquier época, y así sucesivamente. Yo estaba sentada en un banquito y frente mío había una mezcla de Ghandi con una túnica blanca. Evidentemente me estaba juzgando, aunque yo no oía las palabras, pero las sentía como si hubiera una comunicación mental. La gente que estaba ahí sentada empezaba a ponerse de pie y me acusaba de haberles prometido cosas en otras vidas que no se habían cumplido. El sueño era un color vísceras, hígado, un color horrible. En el momento en que este santón levantaba la mano como para condenarme, me desperté dando un grito horrible. No tiré nunca más las cartas”.
La vida y la muerte
Su poesía está cargada de luz y oscuridad, un dualismo que parece más una semejanza que una antítesis de su universo. Esotérica como era, plasmaba los versos en las energías trascendentales, como una batalla eterna entre el bien y el mal, más allá de lo material: la vida y la muerte.
“Le tengo miedo a la muerte, pero no a la muerte en sí, porque para mí la muerte no existe prácticamente, lo contrario de la vida no es la muerte sino que la nada. Pero le tengo miedo a la metamorfosis que debe venir después, que como uno nace llorando para este lado, debe ser muy desesperado también ir a un lugar desconocido. No sé qué desiertos, qué arenales atravesaremos, qué transformaciones, eso me asusta”, decía Olga en una de sus últimas entrevistas.
“Ella tenía miedo del pasaje hacia la luz, y está presente en toda su obra, hay una recurrencia, pero creo que logra cerrar ese tema y pasar de plano. Sin embargo, siento que sigue acá su presencia, porque la sentimos cercana y habita un espacio imprescindible para nosotros”, comenta Negri, quien afirma que Olga sigue haciéndose presente en su vida de diferentes formas misteriosas.
El 15 de agosto de 1999, la escritora pampeana sufrió un paro cardíaco en el Sanatorio Anchorena de Buenos Aires donde estaba internada. Tenía 79 años, era domingo por la noche y dejaba este mundo para trascender hacia donde siempre había imaginado, escrito, percibido y soñado.
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Leer a Orozco es revolucionario. En un mundo donde prevalece lo sintético y rápido, es revolucionario poder involucrarse en su trama densa y a la vez poder transitarla. Ella se encontró con su voz, estuvo fuera de una pose y no se traicionó. Por eso hoy la estamos leyendo, por eso hoy sabemos un poquito más sobre esa voz que interpretó y tradujo el mundo esotérico en una extraordinaria poesía.
Surrealismo, espiritualidad y versos. ✍️
— Google Argentina (@googleargentina) January 28, 2021
Hoy en #ArgentinasHistóricas celebramos a Olga Orozco, excelsa poeta, escritora, periodista y docente, que dejó una marca inolvidable, no solo en la poesía, sino también en la literatura argentina. ������ pic.twitter.com/WtLZZdzZfd