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Norah Jones presentó "Visions" en una noche conmovedora hasta las lágrimas en Buenos Aires

La artista brilló con muchísima elegancia sobre un setlist cálido que trajo nuevos temas, a través de la magia inconfundible de su voz. Además, lloró de alegría ante un gesto que tuvo el público local.

Norah Jones presentó "Visions" en una noche conmovedora hasta las lágrimas en Buenos Aires

Norah Jones no necesita gritar para que la escuchen. Le basta con una nota, una pausa, una mirada. Y este 2 de junio, en un Arena de Villa Crespo absolutamente colmado, hizo lo que mejor sabe: emocionó, sin alardes. Como quien acaricia con la música.

Su vuelta a Argentina fue con un show de 1 hora y 40 minutos, parte de la gira mundial de "Visions", su noveno disco de estudio. Y el título fue apropiado por el estadio, que mantuvo una visión compartida. Un espacio de contemplación donde el tiempo se estiró entre modulaciones inesperadas, acordes con tensiones jazzísticas y métricas elásticas; y todo, incluso lo complejo, parece fácil.

Jones apareció con un vestido psicodélico, liviano, que hacía juego con las texturas cálidas del álbum. Fue una bienvenida sincera y sin aspavientos. A su alrededor, una banda afinadísima. Cada músico en su lugar, cada arreglo en su medida. La guitarrista, Sasha Dobson, vestida de rojo encendido, parecía una aparición noventosa, a lo María Gabriela Epumer. Sami Stevens, la tecladista, por momentos segunda voz, sumó armonías que flotaban con dulzura. El bajista, Josh Lattanzi, alternó eléctrico y contrabajo con arco, y Brian Blade, el baterista —jazzero viejo nomás— se deslizó con platillos que parecían bolsas de aire. Todo perfectamente microfoneado, cada matiz audible, cada silencio elocuente.

Pero fue Norah la que sostuvo el centro con una naturalidad pasmosa. Una artista que viene del conservatorio, que conoce los atajos de la armonía, que podría llenar de virtuosismo cada compás… y sin embargo elige no hacerlo. En vez de exigir una escucha técnica, ella ofrece un mimo. Un espacio. Un abrazo.

"All This Time" fue uno de los grandes picos de energía en el show. Un tema nuevo, de "Visions" (2024), que suena como si fuera un clásico. “Todo este tiempo pensé en vos / quedate conmigo y haré que parezca fácil”, dice Norah revelando s us trucos. Porque ése es el truco de Norah: hacer que lo difícil suene simple. Armonías sofisticadas disfrazadas de ternura. Jazz con alma de canción. Técnica envuelta en seda.

"Visions" (2024), compuesto en sesiones nocturnas junto al productor Leon Michels, es un disco que suena relajado y espontáneo, pero está repleto de decisiones artísticas para llegar a ese punto. A la hora de volcar el sonido al vivo, traducido en temas como “Running” o “I Just Wanna Dance”, se logran momentos en donde conviven soul, psicodelia, funk tenue y algo de vapor folk. Todo sin necesidad de categoría. Porque si algo define a Norah Jones es que en ella conviven tres Estados Unidos a la vez: el de los clubes de jazz, el del sur bluesero, y el de las grandes ciudades indie.

Esa mezcla resonó fuerte entre el público. Había familias, parejas, músicos, curiosos. Nadie parecía fuera de lugar. El respeto fue absoluto. No hubo gritos fuera de tiempo, ni celulares en alto… hasta que llegó ese instante. Esa escena que Norah se llevó para siempre.

Si bien “Don’t Know Why” conmovió a todos sobre el final, la artista se emocionó hasta las lágrimas cuando el público se propuso encender las linternas de los celulares para acompañar "Queen of The Sea". En segundos, el Arena se convirtió en un cielo estrellado. Norah se tapó la cara. Lloró. Lloró de verdad. No por protocolo ni estrategia de show: "Gracias, ustedes son un sueño, me hicieron llorar de alegría. Gracias de verdad".

No necesitó decir mucho más. Quedó flotando en el aire algo irrepetible. La certeza de que a veces, entre tanta saturación y sobreestimulación, una voz suave, un acorde menor bien puesto y una melodía sincera pueden hacer más que mil efectos especiales.

La gente se fue en calma. Como después de un viaje. Nadie se fue agitado, pero todos agradecidos. Norah Jones vino a darnos eso: una experiencia sin estridencias, pero inolvidable. Un rato de belleza sostenida. Una invitación a bajar la guardia y quedarse un rato más en esa nube en la que, por 100 minutos exactos, nos permitió habitar.

Imágenes: Gallo Bluguermann | Gentileza Indigo Press | Move Concerts

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