Iron Maiden se despidió de Argentina con un show íntimo, por capacidad, y debido al cambio de venue respecto a la noche anterior en Huracán. En esta ocasión, cada explosión se sintió en la cara, cada galope retumbó en el pecho y Dickinson destacó que la cercanía con el público le encanta porque "puede mirar a la bestia a los ojos". ¡Fechón inolvidable!
Además de esta particularidad, se le agrega que el Future Past Tour 2024 trae un setlist increíble que mezcla los mundos de "Somewhere in Time" (1986) y "Senjutsu" (2021). Viaje a través de las décadas consumado, el show trae un fan service boutique en el que se destacan temazos que no son precisamente hits, y que jamás pensamos que íbamos a escuchar en vivo. Y mucho menos en 2024: la máquina del tiempo es real.
Si bien son muchas las visitas de Maiden a nuestro país, el show de ayer en el Arena será recordado probablemente por su intensidad. La banda británica ha tocado en recintos argentinos de menor capacidad (Obras Sanitarias), pero lo cierto es que pensarlo en 2024 es por lo menos... extraño. Es una de las bandas de mayor convocatoria en el mundo, y este tour tiene el récord en ser el que más rápido se agotó en la historia. No obstante, el concierto adquirió un factor de color que se veía venir: la intensidad.
Dave Murray, Adrian Smith y Janick Gers vuelan por todo el escenario con intervalos de velocidad extrema. Es muy difícil comprender sus digitaciones, incluso siendo un músico experto. Es un espectáculo que deja boquiabiertos hasta a los más escépticos del metal. Solo queda agradecer por poder contar con la banda en este nivel tan supremo en este nivel de su historia.
La química entre los tres guitarristas es algo que no deja de asombrar, tema tras tema. Cuando empuñan sus Stratocasters, el escenario se convierte en un verdadero campo de batalla musical: palancas en acción y ligados que disparan velocidad sobre la base demoledora de Steve Harris y Nico McBrain. La complejidad de las obras genera un vértigo único. Este despliegue, tan técnico como explosivo, transforma el show en una película de superhéroes, mientras Dickinson literalmente se caga a tiros en el fondo contra Eddie The Head.
Bruce Dickinson es mucho más que un cantante: es el alma de Iron Maiden y un showman nato que lleva cada presentación al nivel de un espectáculo teatral. Su voz, intacta tras décadas de carrera, deslumbró con su rango vocal y su capacidad para transmitir emociones complejas en temas como “Caught Somewhere in Time” y “Alexander the Great”, donde cada verso parecía una narración épica. Pero no se trata solo de su técnica; Bruce posee una energía y presencia escénica que lo convierten en el maestro de ceremonias perfecto para guiar a miles de personas a través de una experiencia única.
Su conexión con el público argentino es legendaria, y en este segundo recital lo volvió a demostrar. Con gestos amplios, interacciones constantes y su característico sentido del humor, Dickinson convirtió el estadio en una extensión de su escenario. Canciones como “Fear of the Dark”, con el estadio coreando cada nota en perfecta sincronía, fueron muestra clara del aceitado ida y vuelta entre el vocalista y los fanáticos. Su manejo del carisma es inigualable, logrando que incluso los momentos más íntimos de temas como “Death of the Celts” resuenen como himnos compartidos.
Bruce no solo canta, sino que vive cada canción como si fuera su última interpretación. En el tramo final del show, con piezas icónicas como “The Trooper” y “Wasted Years”, su energía parecía inagotable. Cada movimiento, cada interacción con la escenografía y el emblemático Eddie, reforzaba la idea de que Dickinson es un narrador de historias que llega al corazón de quien está abierto a escucharlas. Su presencia no deja dudas: Iron Maiden sigue siendo una fuerza imparable, en gran parte gracias a su incomparable líder.
El segundo recital de Iron Maiden en Buenos Aires consolidó, una vez más, la relación única entre la banda y el público argentino. La mezcla de un setlist cuidadosamente elaborado, la fuerza intacta de los músicos y el despliegue visual impactante convirtió la noche en una celebración del heavy metal en su máxima expresión. Cada canción, desde los clásicos hasta las rarezas, fue recibida con un amor tremendo, que reafirma por qué esta banda sigue siendo un ícono global.
No solo presenciamos un show, sino un momento que quedará en la memoria colectiva de esta comunidad. Iron Maiden entrega más que música: una conexión profunda y auténtica con sus seguidores. En un género que siempre busca trascender lo cotidiano, Maiden demuestra que sigue marcando el camino, dejando una huella imborrable en los corazones de quienes vivieron esta experiencia inolvidable.