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Cine y series

“Relatos Salvajes”, 9 años de la película nacional más vista: ¿por qué nos gusta tanto?

En un nuevo aniversario del estreno de la antología cinematográfica dirigida por Damián Szifrón, quien este año regresó a los cines con “Misántropo”, algunas miradas para entender por qué se volvió tan parte nuestra ante un contexto político y social cada vez más violento. ¿Estaremos queriendo sacar el tigre que llevamos dentro?

“Relatos Salvajes”, 9 años de la película nacional más vista: ¿por qué nos gusta tanto?
“Relatos Salvajes”, la película nacional más vista: ¿por qué nos gusta tanto? | Foto: Instagram @diegomgentile

Existe una tendencia humana de intentar estar mejor. Si buscamos por definición la palabra mejor, sus significados son a base de supremacía. «Que tiene calidad o relación de superior», «Que es preferible o conveniente». Sólo hay una, apenas como anticipo de otra definición, que la asocia a bueno, y eso explica por qué el concepto tiene una carga ampliamente positiva. La palabra más acertada que se me ocurre para expresar ese estado de plenitud es primavera, pero está dotadísima de connotaciones feminizadas (en términos patriarcalmente atribuidos, claro): «tiempo en que una persona en su mayor grado de desarrollo, belleza o energía». Sin embargo, es paradójico que frente a este ideal aspiracional humano y a lo civilizada que parece nuestra cultura, nos resulte cada vez más feroz.

Sobre esta premisa, Damián Szifrón creó “Relatos Salvajes” y parece ser que podría tener segunda parte. Cuando le preguntan, responde desde su óptica, la sociedad está cada vez más salvaje y lo contrasta con la experiencia de hacer esa película, que en lo personal significó “un extenso acto de evolución”.

También explica que en “El más fuerte”, el tercero de sus cortometrajes, hay una cuestión bien darwiniana de ser mejor. Repasemos: dos tipos manejan por una de las autopistas que conecta el camino de Salta a Cafayate por la ruta 68. El de atrás le empieza a hacer luces, trata de adelantarse. El de adelante no lo deja pasar. —Dale, salame, movete— dice entre sí. Entre los dos se personifica la brecha de clase social y el ímpetu masculino, y cuando finalmente se adelanta, baja el vidrio para que ahora sí lo escuche: —Sabés que sos un negro resentido, forro—.

Damián Szifrón junto a Leo Sbaraglia en el rodaje de "Relatos Salvajes"

Simbólicamente, Leonardo Sbaraglia sí se desprendió de algo de ego cuando aceptó limitarse a decir las pocas líneas de diálogo para su personaje, una de las condiciones por las que más se quejan los actores -según director- “y se entregó con todo lo que tenía a esa experiencia”. Yendo más adelante en la trama, la bronca entre los conductores se descarrila y el desenlace es una moraleja muy hamletiana de “al polvo volvemos” y que allí despojado de bienes, es lo mismo un rey que un mendigo, junto a otra más socialista de “nadie se salva solo”.  

Para Darwin hay una idea primitiva del ser y lo mismo pasa con la palabra macho como concepto. De ahí Szifrón toma su objeto de estudio: “Somos seres humanos y tenemos diferencias con el resto de los animales pero al mismo tiempo tenemos muchas cosas en común. De pronto se me viene la imagen de que somos gorilas con traje o elefantes con vestido, viviendo en situaciones cotidianas que algunas no nos hacen sentir tan cómodos”, me comentó este año en diálogo con Filo.news, ante el estreno de “Misántropo”, su nueva película, que toma elementos comunes de “Relatos Salvajes”. La cuestión pasa a ser: ¿cómo estos seres que somos los humanos, reaccionamos a un entorno cada vez más violento?

A esto se refirió el director (de otras queridas producciones como lo son “Los Simuladores”, “Tiempo de valientes” y “Hermanos y detectives”) cuando fue invitado con parte del elenco a la Mesa de Mirtha Legrand para presentar la película, que se estrenó hace casi una década, el 21 de agosto de 2014, luego de una ovación de 10 minutos en el Festival de Cine de Cannes, en mayo de ese año. —A mí me importa la especie humana, cómo está en el planeta— dijo luego de que la conductora preguntara cómo, para ellos que viajaron, ven en el mundo a la Argentina. —Movilidad social ascendente incluye la idea de que hay alguien abajo y a mí no me gusta que haya alguien abajo (...). La desigualdad trae aparejada la violencia (...) eso para mí trae una bronca terrible (...) y este sistema necesita pobres (...) La Justicia llega después. La violencia ya está engendrada— añadió en sus declaraciones.

Julieta Zylberberg y Rita Cortese en "Relatos Salvajes"

Dos son sus relatos donde la Justicia llega más tarde que la violencia. En “Las ratas”, el director imaginó cómo sería la discusión entre un ángel y un demonio sobre la vida de un hombre. El purgatorio es un restaurante de (mala muerte, como quien dice) ruta, donde un funcionario corrupto (César Bordón) llega en medio de una noche de tormenta. Tras maltratar a la moza (Julieta Zylberberg), ella lo reconoce: les remató la casa, provocó que su padre se suicidara, acosó a su madre y por su culpa se fue del pueblo. —“Encima se va a postular para intendente, ¿lo podés creer?” —le dice a la cocinera (Rita Cortese). —“Y cómo no lo voy a creer si los hijos de puta gobiernan el mundo. Despertate nena, ¿qué decís? ¿le hacemos un favor a la comunidad?”— remata abriendo la alacena con una lata de veneno para ratas. El episodio pone en cuestión a la cárcel, la impunidad del poder (la voluntad de poder, diría Nietzsche), y a lo presa que una puede estar en libertad. En “La propuesta”, Mauricio, un adinerado padre de familia (Oscar Martínez) soborna a su abogado, al fiscal pero principalmente a José, su jardinero, de que se entregue a la Justicia en lugar de su hijo adolescente que atropelló y mató a una mujer embarazada. El final es tan brutal que termina en fundido a negro.

“Bombita” concreta la fantasía del buen porteño: el prototipo clase media que trabaja, paga sus impuestos y que se ve cada vez más envuelto en un sistema perverso del pague y luego quéjese que sus reclamos nunca serán respondidos. Para ello, la actuación de Ricardo Darín fue central. Szifrón lo puso en palabras: “es él actor argentino con el que los espectadores sintonizan de una manera muy directa. Creo que representa a un individuo común inteligente, con una mirada crítica sobre el mundo en el que vive”.

Ricardo Darín junto a Damián Szifrón en el rodaje de "Relatos Salvajes".

Con perros fue que Pavlov explicó que todo estímulo genera una reacción consecuente. Aunque le cuestionaron que en los humanos, identificar ese estímulo tiene una parte racional y emocional que nos diferencia. Entonces Freud postuló (con su teoría de la “pulsión de apoderamiento”) que las personas nos movemos por una pulsión-deseo hacia aquello que buscamos tomar. Sí, esto sugiere una idea de dominación, pero también emancipadora y liberadora, intencionalmente manifestada por Szifrón en clave de salvajismo en una película hecha en un país que históricamente se define por sus manifestaciones: desde la resistencia indígena, la defensa de las invasiones inglesas, la revolución de mayo, las huelgas de la patagonia rebelde, las madres de plaza de mayo, los soldados y mujeres en Malvinas, las marchas del Orgullo, Ni Una Menos, incluso rebeliones más internas como la de Camila O’Gorman o Mariquita Sánchez u otras más felices o catárticas como salir campeones del mundo.

Si nos remontamos a la literatura, en la antigua Grecia, Homero definía la ira a través de la cólera de Aquiles. Según el mito, cuando el rey le quita al héroe a Briseida, la mujer que le entregaron como trofeo de su recompensa en la batalla (el relato “Hasta que la muerte los separe” con Érica Rivas y Diego Gentile, se burla bastante del casamiento como montaje y de la hipocresía de clase), estalla y se subleva en su contra jurándole que dejaría de pelear para que los invadan los troyanos. En otras palabras, frente a esa noción de pérdida, se rebela a su monarca y deja de acatar sus órdenes, advertido que eso lo atraerá a su desgracia. Analógicamente, el cólera es también una infección.

En cada relato, sus personajes -cuyo reparto figura con nombres de animales en los créditos iniciales- se desencadenan respondiendo a esos estímulos y emociones: algunos más loables (asesinar a un político corrupto, hacer estallar un local de infracciones por su burocracia desquiciante, o vengarse de quienes te condenaron de bueno para nada), otros más despreciables (coimear a un fiscal y que el jardinero vaya preso); pero al fin y al cabo todos igual de juzgables y que parten de una sensación de pérdida en un mundo material (o sociedad de consumo, diría Bauman). ¿Estaremos queriendo sacar el tigre que llevamos dentro?

Oscar Martínez protagoniza el quinto corto en "Relatos Salvajes"

En la Argentina –por enumerar sólo algunas cuestiones actuales– un 43% de la población es pobre, cada menos de 30 horas una mujer es asesinada en manos de un hombre generalmente de su círculo íntimo, los alquileres son un proyecto cada vez más insostenible y menos rentable para los dueños de las propiedades, y más del 84% de los delitos de abuso sexual en niñas, niños y adolescentes se comete en sus casas o en su ámbito cercano. En un panorama un poco más global, vivimos en un mundo cada vez más amenazante lo que produce más niveles de ansiedad ante la incertidumbre económica y social: las muertes por la pandemia de Covid-19 serían entre 6,8 y 10 millones, transitamos una vorágine de la información y tecnológica cada vez más confusa e inquietante, y las crisis que van desde lo ambiental a lo humano como la discriminación, las guerras, y migraciones en extremas condiciones. Ubicándonos en una perspectiva más cotidiana y federal (que también responde al espíritu de la película) y ante un período electoral tan complejo y particular, con una cultura y política donde los funcionarios son bautizados con apodados de animales –la tortuga Illia, Macri gato, el pingüino para Néstor Kirchner, o la yegua a Cristina–, Milei se autodenomina como el líder con impronta de león que avanza a la libertad.

Es curioso. Porque mientras que en unas de sus definición la política es el arte de la diplomacia, más se la animaliza. Y no es de ahora. En Civilización y Barbarie, Sarmiento describió despectivamente a Facundo Quiroga, apodado el Tigre de los Llanos por su comportamiento gaucho, diferenciado del modelo aspiracional europeo que el unitario anhelaba para la formación de su querido Estado Argentino. Esto nos abre al debate de la película, ¿somos los seres humanos bestias domesticadas o animales de costumbre?  

Rousseau decía que la naturaleza “la pueblan buenos salvajes” y que el ser humano no es malo por naturaleza sino que es el contexto social donde se corrompe. En “Pasternak”, el primer relato -o prólogo como lo llama Szifrón, está más latente que nunca: un hombre reúne en un avión que estrellará en patio donde están su padre y madre a todas las personas que lo rechazaron: una maestra (Mónica Villa), un crítico (Darío Grandinetti), una ex novia (María Marull). Esa marginación –según Gramsci– en el “claroscuro entre el viejo y el nuevo mundo es donde surgen los monstruos”.

Darío Grandinetti en "Pasternak"

Con Frankenstein, Mary Shelley profundiza sobre la monstruosidad, que no es la criatura sino la ambición humana, y temía que «toda política llevada al extremo debe ser producto de la maldad». De alguna forma, Szifrón coincide en la posibilidad de que cualquiera puede engendrar un monstruo dentro. “La idea central es que las grandes atrocidades de la historia son hechas por seres humanos, a veces en las películas eso no está claro y tenía ganas de explorarlo”, dijo en una entrevista, en relación a sus dos últimas películas.

Entonces, en “Relatos Salvajes” como en la vida, somos lo que hacemos con las circunstancias donde nos encontramos, quienes nos rodean, y las emociones que sentimos. De ahí, los diversos métodos de supervivencia dentro de la Matrix pero por sobre todos, el arte. Borges decía que su “humanidad está en sentir que somos voces de una misma penuria” y que “lo importante es lo que hagamos con las cosas que nos tocan, la manera como podamos renovar la historia de unas cuantas metáforas”. Eso es “Relatos Salvajes”, una metáfora de lo que somos y por eso nos gusta, nos representa. Un telón que como el teatro shakesperiano, expone nuestra idiosincrasia, nuestra época. Szifrón lo explica en “Pasternak” pero el concepto se extiende a toda la película: “Trabajamos una mirada inteligente pero cruel que de pronto se da cuenta de que lo que está experimentando es de alguna forma una obra valiosa en sí misma”.

Érica Rivas en "Relatos Salvajes".

Nos vemos como una especie en peligro y a la vez como la que está “en peligro de extinguirlo todo” (como dirían activistas veganos), pero también hay quienes perseguimos un cambio de paradigma, buscamos ser mejores, vivir mejor o un mundo mejor. Evolución y revolución. Identificamos esa impronta personal o cercana en Gabriel Pasternack, Romina, Bombita, la moza, la cocinera, en Diego Iturralde, Mauricio y en José, el casero; que inevitablemente nos interpelan. Somos insectos y depredadores mirando esa puesta en escena tan entretenida como bestial y dramática, tan bien escrita, musicalizada (Gustavo Santaolalla), fotografiada (Javier Juliá) interpretada, y producida (por KyS y El Deseo, de los hermanos Agustín y Pedro Almodóvar). Y tal vez nos señale que la salida es como al final: bizarra (en su definición grotesca) pero siempre con sentido del humor porque por más al extremo que vayas o tan tóxica que parezca la realidad, de ahí tenemos que volver y seguir.

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