Oscar 2023: La emoción por "Argentina, 1985" y las claves de un año más
Tras un nuevo fin de semana de premiación, en esta nota reflexionamos sobre los principales contrastes de la ceremonia. ¿Con qué ideas e imágenes nos quedamos? ¿los premios a las producciones internacionales sirven para reforzar el sueño americano? leé todo acá.
Nota escrita por Antonella Morello y Micaela Robles.
Como cada año, los premios Oscar son sinónimo de prodes, de looks, de maratonear películas y de apoyar al favorito. Detrás de todo eso, sin embargo, vemos las contradicciones y superficialidad de una industria y una solemnidad que provoca más preguntas que certezas: ¿qué pasa el día después? ¿con qué idea de “inclusión” nos quedamos? ¿qué tanto valor le damos?
No vamos a mentir: cada año seguimos atentas las nominaciones y todo lo que sucede en el “mundial” que ansían cinéfilos y cinéfilas, donde se premia y reconoce el valor social del cine como arte. Este año la espera venía con ilusión por “Argentina 1985”, y si algo nos demostró la Scaloneta y la Copa del Mundo es que siempre hay que creer. Sin embargo, está bueno repensar todo lo que nos dejan las galas, que generan amores y pasiones, que entretienen a algunos y aburren a otros.
Por eso, tras la 95ª entrega de losPremios Oscar del pasado domingo 12 de marzo, en esta nota nos proponemos analizar algunas de las claves y altibajos de una noche que no tuvo grandes sorpresas pero sí mensajes y momentos a debatir.
Los emotivos discursos de una noche protocolar
“¡Mamá, mirá, acabo de ganar un Oscar!"; con lágrimas en los ojos Ke Huy Quan recibió el primer galardón de su carrera, gracias a su trabajo en “Everything Everywhere All at Once” -la gran ganadora-. Con su discurso transmitió una emoción pura y sentida que se colaría en las grietas de una noche larga y aburrida.
Jimmy Kimmel llevó las riendas de una gala que buscaba alejarse de los polémicos episodios del año pasado; en su monólogo dejó las bases claras desde el principio: “Este año me voy a asegurar de que todos la pasen bien, al igual que yo”. Aunque probablemente era lo que necesitaban, no hubo sobresaltos ni exabruptos, como tampoco momentos que recordamos en el diario de mañana.
La apuesta de este año fue para números musicales con Rihanna y Lady Gaga, Elizabeth Banks junto a un hombre disfrazado de oso, y la innecesaria aparición de un burro por la película “The Banshees of Inisherin”. Frente a la poca gracia de una ceremonia que buscó ser correcta, lo que resaltó fue la humanidad y sinceridad de los discursos.
Brendan Fraser (por su trabajo en “The Whale”) y Jaime Lee Curtis (por su trabajo en “Everything everywhere…”) se llevaron por primera vez sus estatuillas doradas. Ambos agradecieron con lágrimas en los ojos y mencionaron a sus familias: “Papá y mamá, acabo de ganar un Óscar", dijo la actriz en referencia a los célebres Tony Curtis (“Una Eva y dos Adanes”) y Janet Leigh (“Psicosis”), mientras que Fraser nombró a su hijos y brindó un reconocimiento especial a Griffin, a quien a los dos años le diagnosticaron Trastorno del Espectro Autista (TEA).
Es interesante pensar qué le pedimos a unos premios como los Oscar. ¿Qué nos entretiene? ¿cuáles son las imágenes que nos quedan cuando quitan la alfombra y apagan las luces? Sabemos que no es nueva la emoción al recibir un premio, pero le dio color a una noche opaca y sin chispa.
El amor por “Argentina, 1985” y el sueño americano escondido detrás del valor internacional
Buenos Aires. Entre las calles Paraná y Santa Fe, cercanas a los Tribunales, actrices y actores del elenco de “Argentina, 1985”, periodistas y más artistas, incluso la Madre de Plaza de Mayo, Taty Almeida, se reunieron a ver la transmisión.
Desde Los Ángeles, en el histórico Teatro Dolby, Ricardo Darín, Peter Lanzani y Santiago Mitre pasaron por la alfombra champagne. Acompañados por Dolores Fonzi y Florencia Bas, protagonistas y director estuvieron, como en otra gala más, haciendo historia con su película. Como había dicho el Chino Darín -productor con Kenya Films- había que soltar. Y así fue.
Minutos después, pasaba Antonio Banderas que confiado le dijo a Axel Kuchevatzky, respecto a la primera película que produjo como productor independiente: “Van a ganar. El premio lo entregamos nosotros. Estuve practicando decir Argentina, no Arshentina, como corresponde". Horas después, la cara de Salma Hayek lo dijo todo. Y su tono de voz confirmó la decepción. Pero no la desilusión. Porque ¿realmente qué perdimos?
El jueves 22 de septiembre de 2022. La fila de personas para ingresar al Cine Lorca, del centro porteño superó la cuadra y media. La Universidad de la Matanza estrenó un espacio con su propia pantalla, y dio una función con 870 butacas llenas. El Cine Club de la ciudad de Santa Fe donde suele concurrir una veintena de espectadores, agotó entradas, con gente aguardando para ingresar. El silencio de las cadenas Cinemark-Hoyts, Showcase y Cinépolis, resuena en cada persona que se retira con decepción. Las calles, rutas y autopistas están empapeladas con las caras de los actores, o más bien de sus personajes; y desde el colectivo una mujer mira por la ventanilla y desprevenida le dice a su acompañante: —Mirá, una película con Ricardo Darín—. El país permaneció movilizado, lo que solamente pasa cuando el pueblo sabe que puede formar parte.
Un día después, “Argentina, 1985” tuvo su estreno en Estados Unidos, donde casi no miran films en otros idiomas. Por empuje de Kuchevatzky, por trabajo de Victoria Alonso (ejecutiva de Marvel Studios), la película contó con tamaña producción a la altura del episodio que decidieron contar y que hasta el momento nadie lo había hecho: que en Argentina, por primera vez en el mundo, un tribunal civil llevó a juicio y condenó a nueve militares de las Juntas que desataron el terror en la última Dictadura Cívico Militar (1976). Con el decreto de Alfonsín, luego del desarrollo del Informe de la Conadep –Nunca Más– y con la carrera a contrareloj del fiscal Julio César Strassera y su adjunto de 30 años, Luis Moreno Ocampo, y un grupo de jóvenes que conformaron su fiscalía y recorrieron el país buscando testigos.
El abrazo que la película tuvo el país vino su recorrido por los festivales del mundo como San Sebastián, una ovación de nueve minutos en Venecia, Londres, su próximo paso por los premios Goya, la conquista del Globo de Oro, la nominación a los BAFTA, y la candidatura al Oscar. Un camino que mantuvo siempre en alto la conversación, el debate por los derechos humanos, el recuerdo que en tierra sudaca lleva conciencia de memoria y que se fogoneó al canto que prometía una continuación de la tercera copa.
Entonces, volvamos a las palabras de Antonio Banderas. El simple y hasta sutil hecho de que esa noche se pronunciara -como sucedió- el nombre de la película, que a su vez es el nombre del país, tuvo un alcance inigualable, invaluable. Ese es su premio: llegar al corazón de un pueblo en marzo, que a casi un nuevo aniversario de su democracia, le recuerda que “todos los días sale el sol” (citando a Charly) y que en el acto de creer se inmortalizan las ideas.
Más aún luego del malintencionado amague de la Academia de elegir que dos artistas hispanos (protagonistas de “El Gato con Botas: el último deseo”; además Salma viene de producir la serie nacional“Santa Evita”) tuvieran que entregarle la estatuilla a “Sin novedad en el frente”.
¿Qué implicaba que ganara Alemania?
Como te contamos,“Sin novedad en el frente” (“A quiet on the western front") es la primera adaptación alemana de la novela de Erich Paul Remark (emblema de la literatura, prohibido y quemado por el nazismo considerándola “antipatriótica” por su carácter pacifista). Por lo tanto, la primera vez que el país cuenta su perspectiva de la Primera Guerra Mundial, que desataron, perdieron, y que utilizaron de impulso para una segunda.
Motivo que junto a la millonaria inversión de Netflix y a la participación del actor Daniel Bhrül (nacido en España, nacionalizado en Alemania, y radicado en Estados Unidos), le generó la oportunidad a la Academia de premiar con varias estatuillas (Mejor Fotografía, Mejor Diseño de Producción, Mejor Película Internacional, Mejor Música) lo que a su juicio cumple como una suerte de reparación histórica: 93 años después de que la primera adaptación –hecha por Hollywood– ganara dos Oscar a Mejor Película y Dirección (Lewis Milestone), en la segunda edición que se llevaban a cabo la entrega de Oscar.
Guillermo del Toro y su Pinocho
El caso del director mexicano fue otro de los premios internacionales con su tiernísima, acertada y técnicamente impecable versión del libro de Carlo Collodi más vendido de Italia. Con una sensibilidad oriunda de latinoamérica, y nutrida por lo mejor del realismo mágico de su tierra, el cineasta contó su cuento a conciencia y ganó el Oscar a Mejor Película animada, que antecederá su proyecto con Netflix: continuar con una serie de films en stop motion adaptando novelas de fantasía.
Con Pinocho, logró una historia sobre “padres e hijos imperfectos”, sobre el amor, las pérdidas, la vida y la muerte, que por sobre todo reúne a las generaciones de América y les recupera un fragmento de la posguerra que sus abuelos o antepasados atravesaron en Europa, pero con algo de magia bien azteca.
"Naatu Naatu”: la Mejor Canción Original
Estos premios tuvieron la particularidad de que todos los temas nominados en la categoría tuvieron su presentación en la gala. A una escala mucho menor que en el despliegue de su película, "Naatu Naatu” el tema que musicaliza la cinta india “RRR”, acaparó miradas y consiguió la estatuilla frente a una competencia integrada por las mismísimas Lady Gaga y Rihanna por las taquilleras secuelas “Top Gunn: Maverick” y “Black Panther: Wakanda Forever”, respectivamente, junto a “Life is Life” de “Todo en todas partes al mismo tiempo”.
“La canción es el orgullo de cualquier indio”, expresó el artista MM Keeravani al recibir el premio. Una vez más, otro pueblo, en otra parte del mundo, habla por su gente a través de su arte.
La inmigración en “Todo en todas partes al mismo tiempo”
La película ganadora de Daniel Kwan y Daniel Scheinert (los Daniels) dejó varios momentos de la noche que homenajearon el sentido de su película: centrada en los problemas de una inmigrante china, con sus deudas y su familia, que tanto identificó a Jamie Lee Curtis por la historia de sus abuelos de Hungría y Dinamarca.
Por su trabajo, Michelle Yeoh (que posee una destacada y extensa filmografía con títulos como "El mañana nunca muere" de 1997, "El tigre y el dragón" que la llevó a la fama en los 2000, "Memorias de una geisha" en 2005, "Locamente millonarios" en 2008, y la reciente "Shang-Chi y la leyenda de los Diez Anillos" de 2021) se convirtió en la primera actriz asiática en ganar un Oscar. Estatuilla que disputaba contra la inquietante y precisa interpretación de Cate Blanchett (que ya ganó en dos oportunidades anteriores) en “Tár”.
Por su parte, el actor Ke Huy Quan se quebró en llanto en el escenario cuando lo nombraron como Mejor Actor de Reparto, estatuilla que lo consagró como el primer actor vietnamita en ganar el premio. Porque antes de que los Daniels lo convocaran, a esta misma altura del año, pero tres años atrás el artista deseaba tener trabajo. Es que luego de sus primeros papeles en "Indiana Jones y el templo de la perdición" (1984), “Los Goonies” (1985) y "El hombre de California" (1992, que lo volvió a reunir con Brendan Fraser), el star system lo hizo a un lado, y el teléfono dejó de sonar.
Las lágrimas del actor desahogaron ese sentimiento y frente a las y los presentes contó que de niño estuvo en campo de refugiados en Hong Kong cuando emigró de Vietnam, antes de llegar a la “América prometida”. “Historias como esta solo pueden ocurrir en una película, no me puedo creer que me haya ocurrido a mí. ¡Esto es Hollywood!", expresó en una esplendorosa revindicación del sueño americano que dejó a la vista una cuestión: ¿la premiación a “Todo en todas partes al mismo tiempo” no es más que otra de sus estrategias no sólo para desprenderse del Oscar So White, sino para preponderar aún más su ideología como mensaje al mundo?
Sea como sea, tanto Quan como Yeoh dedicaron sus reconocimientos a sus madres de 84 años, que les recuerdan los sacrificios y la crianza en una familia inmigrante, con sus aciertos y dificultades. Como -aunque con humor, acción y un viaje por el multiverso- plantea la película.
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En fin, una ceremonia donde lo mejor fue que una película que no cumple con la solemnidad ni los presupuestos de la Academia, gane y consiga llegar a ese público. Porque para Hollywood los premios son muchas más veces que reconocimiento, una trampa.