Hace siete meses que Florencia Napoli subió al crucero en Miami, pero fue hace algunas semanas atrás cuando empezó a escuchar la palabra coronavirus en las noticias. "Las escuchaba de fondo en el comedor pero la verdad que no le daba demasiada importancia, acá estábamos en una burbuja, vivís muy apartado del afuera", recuerda.

Fue su mejor amiga, nacida en Italia, quien le empezó a comentar que la enfermedad estaba cobrando fuerza en su país. "Recién ahí caí en la cuenta de lo que estaba pasando", sigue. Con el COVID-19 declarado pandemia, el 13 de marzo Donald Trump emitió la orden de frenar el curso de los barcos por lo menos un mes, aunque luego se fue extendiendo.

"Al día siguiente bajaron a todos los pasajeros, y a los que trabajábamos en entretenimiento nos dijeron que nos iban a buscar 10 días después. Armamos inventarios, cerramos escenarios y preparamos las valijas; esa madrugada se fueron casi todos pero yo no, no consiguieron pasaje para mi", señala. Hoy no puede tocar tierra salvo para reponer alimentos y combustible cada diez días, por lo que se encuentra varada en el crucero entre Cuba y Estados Unidos. 

Cantar en un crucero: un sueño que se hizo realidad

Sus abuelos, padres y hermanos son músicos, por lo que la chispa musical no tardó en estallar dentro suyo. Desde muy chiquita, recuerda, bailaba y cantaba mientras su mamá tocaba la guitarra, haciendo shows con públicos imaginarios y explorando los instrumentos que tenía en su casa. "Cuando creí decidí jugarme por lo que siempre amé", cuenta.

Formó parte de la gira "Tus ojos mis ojos" de Axel, aunque uno de sus mayores sueños siempre fue cantar en un crucero: "Lo deseaba durante mucho tiempo pero las circunstancias personales no se daban, siempre estaba esa curiosidad saber que se podía sentir viajar, cantar, conocer gente de todo el mundo", afirma.

Así decidió animarse y firmar contrato en septiembre del año pasado para participar en el crucero Carnival Sensation, que tiene una capacidad para tres mil personas y un intinerario de Miami a México, las Bahamas, Jamaica y República Dominicana. Un mes después empezó con los shows y su vida cambió por completo: "Entré en contacto con el público, aprendí a acercarlos, hacerlos particípes, era una prueba, algo que yo tenía que superar", sostiene. 

El día a día en el mar

La cantante recuerda sus inicios, en diálogo con este medio, mientras se encuentra encerrada en una cabina; esa es su nueva rutina, que comparte con los oficiales, personal de limpieza, de cocina, de mantenimiento y otros artistas que quedaron varados en la misma situación.

"Van cambiando mucho las reglas y las normas dentro del barco. En la medida que nos van restringiendo me voy adaptando y creando nuevas rutinas; por ejemplo ahora estamos en el level 3, que significa confinados en nuestras cabinas... no podemos salir a menos que lo anuncien por los parlantes para ir a comer o breaks y cuando tenemos que volver", detalla.

En cada rato al aire libre, aprovecha a juntarse con sus compañeros y compañeras: "Hasta ayer podíamos jugar al metegol, ahora ya no nos dejan jugar más. Pero igual nos juntamos y tomamos algo juntos", indica.

Hasta la fecha no se registraron casos positivos de coronavirus en el barco, ya que cuenta que toman todas las precauciones y que lo único que sube es la comida, que también entra en cuarentena. Cuando puede, trata de hacer alguna videollamada con su familia, amigos y amigas: "Me ayuda a estar más cerca y nos sentirme tan aislada en medio del mar", revela.

Mientras tanto, la música se vuelve la vía de escape de la realidad y una forma de conexión con el mundo, y lo refleja a través de sus redes sociales: "Lo que más hago en mi cabina es aprovechar para hacer una clase por internet sobre música, estudiar, escribir, grabar, explorar cómo grabar cosas nuevas. Eso me salva porque le dedico muchas horas y se me pasa muy rápido el día. A veces me pongo a bailar, o hago gimnasia, y estoy escribiendo una especie de autobiografía", confiesa.

Su primer single fue "Alas", el cual en la actualidad cuenta que recobra sentido y refleja sus ganas de salir, de volar, de poder transcender la realidad que atraviesa. Sin embargo, a pesar de su cuarentena en el barco, confiesa que la crisis sanitaria se extiende a toda la industria musical. 

"Creo que todos los músicos nos vemos afectados por lo que esta pasando en distintas medidas y niveles. Vivimos mayormente de los shows, ya sea en barcos o en tierra, sobre todo los músicos independientes. Y hoy creo que, al menos por un tiempo, la posibilidad de juntarnos en un lugar no es ni será posible. Eso por supuesto afecta muchísimo la industria musical, como músicos y como espectadores", evalúa.

El futuro y la esperanza de volver a casa

En tres días su situación cambiará otra vez: será trasladada por un barco salvavida -ya que no puede pisar tierra- a otro barco. Sin embargo, este proceso de cambio no es fácil para ella: "Las personas a las que me aferré no van a estar, es bastante difícil. Cuando nos encerraron en las cabinas me angustié y me sentía más encerrada, y ahora esta situación me parece mejor que lo que va a venir", señala.

Sin embargo, no pierde la esperanza: "La verdad es que a pesar de todo me siento positiva. Cantar en el barco fue una experiencia que me hizo crecer mucho, me siento más fuerte, más segura, entrenada. Tuve que lidiar con un montón de situaciones nuevas y creo que crecí, creo que me llevo ese tesoro". Aunque esté varada en medio del mar, su música se hace eco y refleja la realidad de cientos de argentinos y argentinas que solo tiene un objetivo en esta pandemia: volver a casa.