Cupo Laboral Trans: la insostenible meritocracia y por qué piso no debe ser techo
El viernes se publicó en el Boletín Oficial un decreto que garantiza 1% de trabajo en el Estado para el colectivo travesti y trans. Las redes se llenaron de violencia y confusión pero en esta nota paramos la pelota y profundizamos, ¿es suficiente? ¿Qué falta? ¿Por qué hay que "darles trabajo"?
La semana pasada, a través del Decreto 721/2020 publicado el viernes en el Boletín Oficial, el Gobierno estableció el cupo laboral mínimo de personas travestis, transexuales y transgénero en el sector público.
Si bien habían varios proyectos de ley que buscaban lo mismo, el presidente Alberto Fernández y su equipo decidieron que suceda, sin más vueltas, una de las grandes deudas que esta democracia tiene para con uno de los colectivos más vulnerados.
El viernes todo fue felicidad, los movimientos feministas y LGBTQI* festejaron la gran noticia, un paso firme por el que pelearon y dieron prácticamente la vida referentes como Diana Sacayán o Lohana Berkins. Sucedió y desde ahora el Estado deberá estar compuesto por un 1% de personas trans en su plantel.
Es importante porque, recordemos, este sector de la sociedad tiene una expectativa de vida de 35 años y nulo acceso a trabajos registrados además de que más del 80% se dedica al trabajo sexual o a la prostitución para poder subsistir.
Además, es una muestra clara de las prioridades de un peronismo ecléctico y confuso respecto a los feminismos pero decidido a continuar con lo que sabe hacer que es concretar derechos adquiridos.
Pero dentro del colectivo, los debates acerca de esta nueva oportunidad se tiñen de dudas y de desconfianza. Hay motivos para que el festejo ante este avance incomode y varios ejes importantes para profundizar respecto a cómo se llevará acabo, las implicancias, modalidades y, por sobre todas las cosas, las herramientas con las que cuenta el colectivo travesti y trans a la hora de ponerse a trabajar en relación de dependencia.
Por eso, Filo.News habló con Luciana Viera, activista transfeminista y responsable de comunicación del Bachillerato Travesti Trans Mocha Celis.
Que sea un trampolín y no una pausa
En 1991 fue sancionada la Ley 24.012 de cupo femenino. Dicha ley determinó que al menos el 30% de las listas de candidatos que presentan los partidos en las elecciones estuviera ocupado por mujeres. Si bien fue un suceso histórico dentro de la lucha de los feminismos, su desenlace demostró que hay que estar en alerta hasta cuando hablamos de nuevos derechos.
Ese piso del 30% se convirtió con el paso de los años en un techo y la ley que garantizaba al menos cierta cantidad de mujeres en las bancas se convirtió en un tope de participación política. Los partidos, mayoritariamente integrados por varones, cumplían con lo mínimo indispensable y con eso, para ellos, era suficiente.
Luego, en 2017, se produjo un hito al sancionarse por ley la paridad de género para las listas de cargos electivos y partidarios. De esta manera, las listas legislativas deben tener, a partir de 2019, el 50 por ciento de candidatas mujeres de forma intercalada y secuencial.
¿Por qué planteamos esto? Porque algo así es lo que anticipa que sucederá con este decreto histórico. "Yo particularmente soy muy partidaria de ser respetuosa con la palabra cupo, porque fue una palabra que impulsó la compañera Diana Sacayán y fue por ella que se inició todo lo que tiene que ver con la necesidad de la implementación de esta ley, pero creo que deberíamos hablar más de la palabra cupo. Deberíamos hablar de inclusión laboral trans, porque ya de por sí la palabra cupo establece un techo", explica preocupada Viera.
"Somos un montón de trabas necesitando un trabajo formal. Y esta cantidad de cupo no llega a cubrir las necesidades y todo lo que implica también ese trabajo formal. Porque eso le daría la posibilidad a muchas compañeras no sólo de acceder al trabajo, a aportes para poder jubilarse a posteriori y a futuro, sino también poder tener acceso a la salud y a una obra social", detalla.
Respecto al 1%, admite que si bien es un gran avance, se queda cortísimo. "Yo particularmente creo que un 1% es muy poco, pero es algo bueno, claro. No podemos ser necias y no reconocer una conquista. Creo que tenemos que ir por algo mucho más macro que esto que está buenísimo pero es algo micro, un empezar, un dar un paso", sostiene.
"Lo que buscamos va mucho más allá. Buscamos una ley que no contemple sólo al sector público, sino también el sector privado. Más que nada porque un DNU puede ser dado de baja, es decir, asume cualquier otro persona al poder en cuatro años y puede pasar cualquier cosa. Es decir, celebramos esta conquista. Creemos que es un adelanto, un avance social, político, cultural, pero vamos hacia la formación de una ley que abarque a todos los sectores", se extiende la activista.
Otra de las cuestiones complejas de este avance tiene que ver con la capacidad y las oportunidades que tiene este colectivo para acceder a los requisitos que necesitan estos puestos de trabajo.
Recordemos que el 2,2% de las mujeres trans y travestis sostuvo haberse autopercibido con una identidad de género distinta a la asignada al nacer desde los 13 años o antes. Y es en esa edad, promedio, en que la mayoría del colectivo huye de sus hogares luego de asumir socialmente dicha identidad.
La edad en la que asumen y manifiestan su identidad de género es directamente proporcional a su nivel de educación. Quienes lo hicieron a los 13 años o antes tienen un nivel de estudios inferior (un 70% no logra terminar el secundario) a quienes manifestaron su identidad de género a los 19 años.
Entonces, ante el requisito de un secundario o un terciario terminado, muchas de ellas no pueden siquiera acceder a una postulación. "No tenemos las mismas oportunidades en cuanto a lo académico. Comenzaron a llegar formularios para puestos de trabajo pero muchos piden estudios universitarios y somos estadísticamente muy pocas las que pudimos acceder a ese nivel de estudios, sólo un 4,9 por ciento de nosotras y un 85 por ciento ni siquiera terminó la secundaria", detalla Viera .
Entonces, ¿qué herramientas se le ofrecen a esa persona para poder capacitarla? "A mí lo que me da mucho miedo también es que sea un poco una trampa. Onda, ya tenemos una trava en el staff y listo, ya está, y no importa si está sacando fotocopias o limpiando pisos. La idea es que brinden herramientas a las compañeras para crecer profesionalmente. ¿Cómo vamos a educar a esa cultura organizacional para que la persona que entra, muchas veces por ahí es su primer trabajo formal, no sufra la discriminación de sus nulas herramientas? Por otro lado, también se nos tiene que garantizar que al menos una de nosotras tenga voz en los lugares de poder", expresa la activista.
La maldita meritocracia
Desde que se aprobó y se publicó en el Boletín oficial, las cuentas que militan y traccionan, los medios que festejaron esta conquista, recibieron cientos de mensajes violentos respecto a merecer o no merecer tener garantizado un puesto laboral.
La cuestión de la recompensa, el imaginario social de una carrera para lograr objetivos, confunde y obnubila a quien por alguna razón no entiende, no sabe o elije no enterarse de que no todes parten de la misma línea de salida.
Imaginemos comenzar a jugar un juego y que al resto de les participantes se le entreguen tres fichas por persona pero a vos sólo una. O que dicho juego tenga una cláusula que indique que, alguien con tus características, tiene que arrancar la partida una hora después que el resto.
Bueno, eso es lo que sucede en esta sociedad con muchas personas pero particularmente con las personas trans y travestis. Por el simple hecho de existir, este colectivo no puede acceder a las necesidades básicas para, no sólo sobrevivir, sino poder hacerlo de forma digna.
"En el Mocha hemos recibido un montón de mensajes de trolls o de gente que puede pensar diferente, pero que, quiero creer, realmente no tienen ni idea de la situación de nuestro colectivo, es decir, de la exclusión y la marginación en la cual muchas de nosotras vivimos. De la falta de oportunidades, porque todo radica ahí. No poder elegir, porque muchas de nosotras no tenemos la posibilidad de poder elegir. De hecho, muchas veces lo que nos imponen y nos dicen es que nuestro único destino es la prostitución. Y ahí estás expuesta a la violencia asesina de los travestis sirios, a la discriminación, al robo, al maltrato institucional, a un montón de cosas horribles", detalla Viera.
"Entonces yo quiero creer que esta gente no tiene idea de lo que vivimos nosotras día a día. Al cruzar la puerta de nuestras casas y enfrentar a toda una sociedad que todavía tiene un montón, si bien hay avances, de prejuicios y tiene un estereotipo de nosotras muy fijados en el consciente colectivo. Nos ven a nosotras e instantáneamente nos asocian con la prostitución, con la marginalidad, con el narcotráfico, con el robo. Nunca se imaginan a nosotras como hijas, como hermanas, como novias. Somos un montón de cosas más, pero es muy fácil encasillarnos en ese estereotipo creado y prefijado", agrega.
Es que sí, hay muchas cosas para trabajar aún respecto a cómo esta sociedad habla y reproduce estereotipos con el objetivo de marginar, de hacer de esa diferencia algo intrínsecamente negativo y no algo simplemente distinto.
Ese rol que la sociedad impone y despliega a través de los distintos aparatos y formadores de cultura como la escuela, los medios y la televisión, son condicionantes directos de la discriminación que hace que las personas trans no tengan las mismas oportunidades que vos.
"Hay muchas compañeras que a sus 40 años nunca han tenido la posibilidad de una entrevista laboral en un empleo formal, porque no las toman simplemente por su derecho a ser quien quieren ser, es decir, por su identidad de género. Y sufren la violencia de ir a una entrevista y que se te caen de risa porque por ahí no tenés el DNI con tu nombre. En muchos casos no hay posibilidades porque es una violencia estructural, porque nacemos, nuestra familia nos expulsa, salimos a la calle. No podemos terminar los estudios porque ese ámbito educativo que nos debería abrazar nos vuelve expulsar y salir a la calle. Salís a buscar trabajo y no te contratan porque no tenés estudios claramente. Entonces, ¿qué vas a hacer? ¿Vas a robar o te vas a prostituir?", reflexiona la activista.
Y disculpen si este artículo se vuelve repetitivo respecto a la clave de todo esto que son las oportunidades. Para hablar de merecer o no merecer un trabajo, no podemos no tener en cuenta este factor. No sólo para analizar esta problemática sino todas las que existen respecto a las diferencia de clase y género.
"Me acuerdo que un día estaba dando una charla en una Institución privada y una mujer me dijo 'si quieren trabajar, vayan a limpiar pisos'. 'Con mucho gusto', le dije yo, el tema es que nos contratan ni para eso, porque ni siquiera nos dan la oportunidad. Hay que hacerse una pregunta en la cotidianidad que me parece necesaria: ¿Cuántas personas trans hay en tu vida? ¿Cuántas te atendieron en un local? ¿Cuántas travas viste trabajando en un banco? ¿De camareras? ¿Cuántas cuñadas tuyas son travas? ¿Cuántas amigas? ¿Cuántas abogadas?", se exaspera Viera y vuelve a repetir: "¿Cuántas?".
Reparar es construir
La idea de esta nota no es restar sino profundizar en los aspectos que faltan, poner en perspectiva lo que sucede con un colectivo que ni siquiera llega a jubilarse porque se muere antes. Porque se asesina, se violenta y discrimina antes.
"Hay una desigualdad estructural que es muy clara. No tenemos opciones. El decreto viene a ofrecer esto. Bueno, presentarnos un futuro cercano que puede ser posible y que hay que defenderlo. En honor a las que ya no están. Que lucharon por esto y ya no están y que han muerto en la indiferencia total por parte de toda una sociedad que muchas veces hace la vista gorda porque los invisibiliza todo el tiempo. Somos extremadamente visibles de noche en el ámbito de la sexualidad y la marginación del deseo pero luego somos completamente invisibilizadas en la idea de una vida digna de ser vivida", recalca la activista.
Bajo el lema "Reconocer es reparar", existe un proyecto de reparación a personas trans y travestis víctimas de violencia institucional. La idea original fue impulsada por la activista travesti Marlene Wayar junto a la recordada Lohana Berkins, mucho antes de sancionarse la ley nacional de identidad de género.
Si bien la expectativa de vida de una persona trans o travesti es sólo de 35 años, quienes llegan a la vejez lo hacen en estados de extrema vulnerabilidad, sin aportes y sin jubilación. Esta reparación histórica es una especie de compensación estatal para con este colectivo que no puede siquiera tener acceso a una vivienda digna y salud en la última etapa de su vida.
"Reconocer, reparar, es un poco el lema de lo que han impulsado muchas compañeras como Marlen Wayar, Susy Shock, etc. Tenemos una deuda muy grande con nuestro colectivo y se debe a la falta de oportunidades. La reparación histórica es para quienes tienen más de 40 años. ¿Cómo reconocemos toda la violencia que estas compañeras sufrieron? Ellas estuvieron vivas en la dictadura, en donde por ejercer su derecho a la identidad iban presas durante meses, cagadas a palos, violadas, humilladas, ultrajadas. Creo que un resarcimiento económico para ellas es fundamental. Nos han robado la mitad de nuestras vidas. Es momento de que el Estado pague esta deuda", finaliza Viera.