Juan sabe mucho más de panadería que de vóley. De hecho, su único recuerdo con el vóley se remitía a unas vacaciones, cuando un remate desviado de un grupo de adolescentes que jugaban en la playa le tiró el mate que recién se había preparado. Sin embargo, el pasado 7 de agosto, el vóley se adueñó de sus emociones. Es que entre despacho y despacho, kilo de pan va, docena de medialunas viene, Juan hablaba con euforia del "Heredero", del "Nene", del "Nene Malo", de "Palacete", del "Tanito"... como si se refiriera a sus familiares. Entonces parecía que sabía mucho más de vóley que de panadería. Pero no. Aunque no le importaba. Porque Argentina le había ganado a Brasil la medalla de bronce en los Juegos Olímpicos de Tokio, y por más que no supiera cuándo se hace una rotación o por qué un bloqueo se festeja como un gol, no podía liberarse de la alegría que la Selección le había regalado esa madrugada.
Aunque hoy las redes sociales ayudan a que nos mantengamos más conectados y "cercanos", a los más de 17 mil kilómetros de distancia que separan Argentina de Japón, José Montesano no dimensionaba que, como Juan, había miles de personas indiferentes a este deporte que se paraban frente a la tele o la pantalla de algún dispositivo para seguir los partidos del seleccionado, contagiados por la adrenalina que transmitían los jugadores adentro de la cancha y por la pasión de sus relatos, que quedarán emparentados para siempre con la hazaña del vóley en tierras niponas.
"Relaté como siempre, como lo sentía y como que era el representante de un montón de voces que no podían estar en ese lugar", asegura el periodista de TyC Sports en una charla con Filo.News tras su vuelta a la Argentina. Y aclara: "He recibido criticas por esta intensidad y esta pasión. Pero yo siento de esta manera el relato, que es mi lugar profesional en el mundo. Es donde me olvido de todo y trato de transmitir eso, de decir: 'Bueno, vamos a olvidarnos un rato de lo que está pasando, por más que no entendamos demasiado'".
El caso de "El Mosquito" es particular. Sin perder el foco a la hora de las entrevistas tradicionales, rompió los manuales que dicen que el periodista debe tomar cierta distancia con los protagonistas y se permite emocionarse junto a ellos. Se vio cuando la Selección de básquet logró la clasificación a los Juegos Olímpicos de Río 2016 en México, donde Andrés "Chapu" Nocioni, Luis Scola y Sergio Hernández hablaban, lloraban y lo abrazaban en la zona mixta. También se vio en el Mundial de China 2019, donde Facundo Campazzo y compañía lo agarraron para cantar, saltar y celebrar el pase a la final. Y se volvió a ver en Tokio 2020, cuando los jugadores de vóley le colgaron la medalla de bronce y lo invitaron a sacarse una foto con ellos tras bajarse del podio.
"Si trato de encontrar una explicación a ese vínculo es difícil. Se dio naturalmente. Por ahí hay una confusión de que yo almuerzo o ceno con Campazzo, con Deck o tomo mates a la tarde con Scola y nada de eso pasa. Es un vínculo que se ha generado desde el respeto y desde el cariño", confiesa.
Esa complicidad y empatía especial que logró con los deportistas, y el cariño que le tiene el mundo del básquet y del vóley, se estrechó aún más cuando en 2016 le diagnosticaron un cáncer en los ganglios. "Para mí hay un antes y un después de haber superado un cáncer. Yo pensé que no iba a estar nunca más en un Mundial, en un Juego Olímpico, que no iba a estar nunca más en la vida. Yo llegué a pensar que me moría", revela.
"Decidí hablar del cáncer sin ningún tipo de tabú y mencionando las cosas como son porque me parece que es la mejor manera de concientizar. Hoy el mundo funciona de otra manera y hay un montón de enfermedades, entre ellas el cáncer, que agarradas a tiempo se pueden hacer un montón de cosas que en otro momento no se podían", explica.
Pese a los fantasmas que sobrevolaron por su cabeza en aquellos días, el oriundo de Olavarría se recuperó rodeado del amor de su familia y de sus amigos, y hoy disfruta del momento de mayor popularidad de su carrera profesional (trabaja desde hace más de 20 años en los medios), que venía con los sucesos de la Selección de básquet y se reafirmó con la proeza del vóley en los Juegos: "A partir de que pensás que te morís, estas cosas toman una dimensión sensacional".
Para siempre
"Las manos de todos los pibes arriba... y en épocas de Covid con alcohol en gel". Montesano aggiornó una de sus frases de cabecera a los tiempos de pandemia, esa que obligó a los Juegos Olímpicos a ser diferentes, como nunca antes habían sido, y los privó del calor de los estadios llenos.
Pero él junto a Hugo Conte, el "Twister" legendario del vóley argentino que se transformó en su compañero de aventuras televisivas, fue uno de los pocos privilegiados que estuvo presente en el Estadio Ariake Arena en aquella jornada que marcó otro hito en la historia del vóley nacional.
"La medalla de bronce fue un momento único. Es difícil encontrarle una explicación a pibes que estuvieron 80 días afuera de su casa, que tuvieron casos de Covid positivo, contactos estrechos, lesionados, uno que se volvió antes, un equipo que decidió quedarse en Italia en vez de volver al país", detalla el relator.
Y en ese contexto, el periodista encuentra la respuesta a la dimensión de lo que generó el logro de la Selección de vóley -además de las medallas conseguidas por Las Leonas y Los Pumas 7s- en el país: "Hay una identificación con un equipo que logró superarse en distintas situaciones y con mucha soledad. Estuvieron absolutamente solos desde todo punto de vista. No había familia, no había dirigentes, no había amigos, no había compañeros, no había nadie. Me parece que todo esto ha dimensionado de una manera especial lo que hicieron los chicos".
"La gente necesita vivir cosas lindas por mínimas que sean y últimamente vienen del deporte", asegura Montesano, quien con sus relatos emocionó y le sacó una sonrisa a la gente que, como Juan el panadero, no se va a olvidar nunca más del "Heredero", del "Nene", del "Nene Malo", de "Palacete", del "Tanito" y de todo el equipo argentino.