"Un Crimen Argentino", entre la novela y la película: reconstrucción de un caso real
El libro de Reynaldo Sietecase llegó a los cines en formato película como la ópera prima de Lucas Combina, y ambas tienen algo en común además de su historia: que adaptan un suceso verídico. ¿Cómo fue el trabajo de armado de personajes? ¿Cómo es el vínculo entre cineasta-escritor? ¿Cuánto de atractivo tienen los films basados en hechos veraces? Hablamos con el director y nos responde en esta nota que va con Spoilers.
Si la realidad supera a la ficción, Reynaldo Sietecase logró más allá que la excepción a la regla: que su ficción sea el método al servicio de esa realidad. Y de este modo, dio a conocer uno de los episodios que marcó jurisprudencia en la historia de nuestro país pero que hasta su pluma, sólo parecía de trascendencia local. Así, este correlato fue madurando -como a efectos del ácido sulfúrico- la idea en la mente del productor Juan Pablo Buscarini, otro rosarino empecinado en contar el caso pero no así en la literatura como en el cine. Entonces, 20 años después de la publicación (2002, Alfaguara, y con posteriores reediciones) del autor y periodista, llega "Un crimen argentino" a las salas. Y esta nota, una mamushka de hechos reales, arranca.
Desde la primera página, el escritor y actual conductor de La Inmensa Minoría (Radio Con Vos) arranca al mejor estilo de Gabriel García Márquez en Crónica de una Muerte Anunciada(1981). Sí, desde la carilla uno, nos enteramos el golpe de efecto que la película guardó para el final.
Como si la historia ya no fuera lo suficientemente atractiva a nivel real hay más. Porque aunque el nombre del ganador del Nobel de Literatura fue relacionado de forma casual, las vueltas de la vida (y de este texto) volvieron la coincidencia una paradoja. ¿A qué me refiero con esto? A que luego me enteré que Sietecase preparó un primer texto periodísitico sobre el caso para el taller de la Fundación García Márquez, donde nada menos que Tomás Eloy Martínez (Santa Evita) lo impulsó a escribirlo (contó a Télam).
Con su propio recorrido, Buscarini craneaba su película. Para ello, le encargó la misión de crear el guión -su propio libro(eto) de base- a Sebastián Pivotto ("Belgrano"), Jorge Bechara ("Bia: Un mundo al revés"), Matías Bertilotti ("Amas de casa desesperadas", "Entre ellas el tiempo") que hicieron una labor excelente.
Y con su investigación por un lado, no se desentendió de la novela de Sietecase sino que la homenajeó. Incluso, barajó la posibilidad de que el autor se involucrara en el proyecto pero por otros compromisos laborales (más una próxima novela en producción), sólo participó desde una consulta y opiniones con los guionistas. Este ida y vuelta fue otra de las razones que hace bueno al film y lo destaca como la mejor producción argentina del listado que tras su paso por el cine desembarcan en la plataforma de HBO Máx (como "Ecos de un crimen" y "En la Mira"). Con texto en mano, sólo faltaba el director.
"A mí me convoca Buscarini como director una vez que el guión estaba listo", le cuenta Lucas Combina a Filo.News, sobre lo que para él significó su debut en cines; otro punto en común con Sietecase: ya que Un crimen argentino también fue su primera novela de ficción.
"Me atrapó desde el primer momento en que me llegó la historia y también sabía que detrás de eso estaba el libro de Reynaldo Sietecase, entonces digamos que el combo estaba bueno", asegura el director ("La chica que limpia").
No para menos, recientemente el conductor le dedicó otro de sus libros, No pidas nada (Alfaguara, 2017). Por lo que le pregunto al director sobre su vínculo con las novelas del comunicador, quien en sus páginas logra narrar el caso nutriéndose de elementos periodísticos, como los ejemplos de García Márquez pero principalmente de Tomás Eloy con su Santa Evita (recientemente llevado en formato serie a Star+) hicieron en la historia latinoamericana. Y si el periodismo literario fundó no ficción, probablemente haya escrito una obra de ficción periodística.
"Cuando me llamaron para dirigir la película conseguí ese mismo día el libro", reconoce Combina, que para filmar no se despegaba de la novela sino que estaba ahí, en su mente, latente y atrayente.
"Seguí el recorrido del guión pero siempre el libro fue como una consulta. Me sirvió mucho a la hora de construir a los personajes porque el libro desarrolla más la historia pasada del personaje. Cuando uno construye a los personajes generalmente arma ese tipo de texto haciendo una descripción suya: le inventás si pasado. En este caso ya tenía todo el trabajo de Reynaldo. Así que me ayudó en la construcción y obviamente también me basé en el guión", detalla.
Combina se refiere al personaje del abogado Mariano Márquez (Juan Carlos Masciaro en la vida real), que en la película es interpretado por Darío Grandinetti (otro rosarino)y parece exactamente extraído de las páginas a la pantalla.
El "doctor" es quien lleva la acción en la novela, a diferencia de la película que pone su mayor dramatismo a espaldas de los dos secretarios del juzgado (que aparecen poco antes de llegar a la mitad de la historia): Antonio González Rivas (encarnado por Nicolás Francella, que no es Adolfo como en el libro donde tampoco desea irse del país, otra de las acertadas licencias creativas del film) y Carlos Torres (un carismático Matías Mayer que logra sobresalir y darle un atractivo propio y particular).
"Me acuerdo que al principio los mandé a Mati y a Nico a que vean documentales. Si bien sabían, todos necesitábamos empaparnos en el caso por un lado, y en la época, y saber qué es lo que íbamos a contar", cuenta Lucas Combina.
En ambos formatos, "Un crimen argentino" cuenta qué fue del empresario Gabriel "El Turco" -para los amigos- Samid (que en verdad se llamaba Jorge Salomón Sauan), cuya desaparición altera a las cúpulas militares de la ciudad de Rosario, aún en el poder, quienes quieren que se resuelva cuanto antes para demostrar su inocencia. De modo que la causa cae en manos del juez (Luis Luque, en la cinta) y sus secretarios.
Cuanto antes, se traduce como: con el entorpecimiento y desprolijidades de la policía comandada por Servera (en la actuación de Alberto Ajaka; el comisario Silva en el libro), y las presiones que ejerce el Teniente Coronel Ríos (en la piel César Bordón).
"Iba y venía del libro", recuerda Combina. "Hubo cosas que le agregamos al guión... pero desde el principio la historia era muy potente y tenía todos los condimentos del policial, con lo atractivo que es que esté basado en un caso real en una época complicada de la Argentina, con un contexto muy fuerte", destaca.
Está en todo lo cierto. Aunque entre libro y película la intriga está puesta en diferentes personajes: mientras que en la novela el objetivo está en cómo los hechos llevaron a Márquez a consumir en ácido sulfúrico al empresario, cómo lo descubren y condenan; en el film seguimos a la dupla policial -cuya química funciona muy bien- para averiguar qué pasó con Samid. Si bien en común, el texto es potente al desentramar cómo se desenvolvió un caso que marcó jurisprudencia en Rosario en los años de Dictadura, nutriéndose de ese contexto pero sin que pase completamente por su horror sistemático perpetuado.
"Luego de arrancar en la investigación nos surgió la posibilidad de filmar en Rosario en marzo del año pasado pero la pandemia nos demoró un poco y se resolvió arrancar el rodaje en diciembre", asegura el cineasta sobre el rodaje que tiene el plus de haber sido filmado en la ciudad de los hechos y con la participación de técnicos y un elenco secundario oriundo de allí. "Y desde ahí no paramos", añade.
Con capítulos cortos (sin numeración ni títulos) y oraciones contundentes, Sietecase construye un personaje completamente apasionante. Márquez es victimario pero como todo criminal tuvo su contexto en el que germina. Hijo de un militar, recibió antes en su piel la represión de la Dictadura; y de una madre que a penas figura más que en su propia demanda y en la aparente vulneración que ella soportaba. Su figura de referencia familiar, fue una joven y atractiva tía, Agustina, a su vez su ejemplo de empoderamiento y emancipación.
Cuando era chico Márquez hablaba y era bajito (el complejo varonil), y su rechazo a la violencia, el defender a dos amigos "mala influencia", lo formaron para luego hallar en la palabra su arma no sólo para defenderse sino para constituirse. Así envolvía al mundo a fuerza de su articulación e ingenio. Hasta lo intentó con el mismísimo Sietecase que desistió a esa charla con el real Masciaro, para poder constuir con sus propias reglas al abogado; que nunca confiesa el crimen.
Crimen que elabora durante su primera condena en prisión, años después de escuchar a una vez a militar contar el espanto de los llamados vuelos de la muerte y de anotar la máxima en que se apoya todo el argumento: "Sin cuerpo no hay crimen" (delito, en la película).
El universo de la película juega sus propias licencias creativas y son sus joyitas: como darle un mayor protagónico al personaje de Mayer (Carlos), inventar que el efecto del ácido sulfúrico lo aprende por un conocido de un compañero en la cárcel (en el libro es tras un conocido de un médico que iba a colaborar con él en el negocio de pelotas de fútbol), incluir escenas más cinematográficas sobre las amenazas y aprietes militares; y principalmente incluir la presencia de Malena Sánchez (como la secretaria y sobrina del juez con propias ambiciones de hacer carrera en Derecho) y de Rita Cortese (la médica y directora forense), mujeres interesantes.
Entre estas virtudes, el guión luce frasesitas propias que vale destacar como:"—Lo vas a recordar como el día que decidiste bajarle el volumen al rock nacional" (que le dice Torres a Gonzáles Rivas), —"¿Qué está esperando? lo tiene a Márquez como un tiburón en una pileta y tiene el arpón entre sus manos..." (del Teniente Coronel al juez y la respuesta de éste:) —"Yo lo veo como una pileta llena de tiburones", "El mundo está lleno de malas personas y la mayoría está suelta" (de Márquez).
Sin embargo, el mayor gol audiovisual, es lograr del thriller -género sobretransitado del cine nacional y uno de los más elegidos por las audiencias- no sólo que sea efectivo sino fundamentalmente bien argentino.
¿Cómo fue el trabajo de armado de personajes?
Fue un trabajo conjunto. Yo presenté algunas ideas para buscar a los actores pero también trabajamos con Juan Pablo (Buscarini) y fuimos armando lo que para nosotros era el elenco mágico o soñado.
Y al fin se nos empezó a dar. Fue hermoso cuando comenzaron a encajar las fechas y de golpe nos dimos cuenta de que teníamos un gran elenco que una de las cosas que tiene de bueno es que trabajamos con dos generaciones de actores: algunos consagrados y conocidos como Rita Cortese, Darío Grandinetti, Luis Luque; y por otro lado una generación nueva que viene con todo: Nico, Mati y Malena.
Arman un equipo que es buenísimo en la película, cómo esas dos generaciones conviven en el policial.
Esas generaciones conviven completamente en el policial, ¿cómo fue para vos esa dirección de plantearte 'los chicos van a vivir una época que no vivieron'?
Lo hablamos mucho. Todos sentían el respeto a contar esa parte de la historia. Si bien la película no trata sobre la Dictadura en sí, el contexto de Dictadura atraviesa la historia entonces era importante saber dónde estaban situados.
La edad que tienen ellos le daba como otra mirada, otra forma de ver las cosas en esa época. Me acuerdo que al principio los mandé a Mati y a Nico a que vean documentales en canal Encuentro. Si bien sabían, todos necesitábamos empaparnos en el caso por un lado, y en la época, y saber qué es lo que íbamos a contar.
Recién hablábamos del atractivo de las películas basadas en casos reales. ¿A vos te gustan más?
Sí, me gustan porque creo que es un condimiento extra no sé si es la época pero estamos buscando todo el tiempo ese tipo de historias. Estamos en un furor por las biopics y también por los policiales.
Me pasa que también soy muy fanático de la ficción y te encontrás con una parte de la historia que justamente lo que más creeés que es ficción es lo que tiene más de realidad. Me pasa eso de pensar: "mirá hasta dónde llegaron" o se llegó y justamente esas partes parece que son al revés.
Me atrapa mucho el policial, además. Lo que te permite contar un drama (o realidad) y por otro lado tener condimentos propios del relato de ficción.
Una última pregunta a modo de juego: si un crimen argentino es uno infalible, ¿cómo sería un crimen argentino?