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El actor, dramaturgo, director, y traductor teatral celebra su cumpleaños este 3 de abril. En una charla con Filo.News habla sobre su más reciente estreno en cine "Ni héroe ni traidor", y reconstruye las piezas del rompecabezas de su infancia hasta convertirse en quién es hoy.
La historia está llena de momentos que definen nuestro hoy. Quizás sea por el andar de uno, quizás tenga que ver con que otros tomaron decisiones que te impactaron directamente, pero reconstruir la memoria es un camino obligatorio para entender(nos), conocer(nos), y construir nuestra identidad.
Rafael Spregelburd es actor, dramaturgo, traductor teatral y director argentino. Ha participado en decenas de películas como "El crítico" (Hernán Guerschuny), "El hombre de al lado" (Gastón Duprat y Mariano Cohn), "Abzurdah" (Daniela Goggi), "Perdida" (Alejandro Montiel), "Zama" (Lucrecia Martel), entre otras. Autor de múltiples obras y galardonado con reconocimientos por su labor en teatro como el Premio Konex 2004, Quinquenio en 1999-2003 y en 2014 el Konex de Platino.
En el prime time televisivo ha participado de producciones taquilleras como "El hombre de tu vida" (2011, Juan José Campanella), "Tiempos compulsivos" (2013, Pol-ka), "Guapas" (Pol-ka, 2014) y "Otros pecados" (2018, Pol-Ka).
Tiene una basta trayectoria sobre el escenario y también en cine, tanto en el circuito independiente y comercial. "En todos los formatos que he trabajado me he desenvuelto con el mismo deseo y responsabilidad", expresa pero tiene debilidad por las producciones "completamente fuera de circuito" como lo es "La Flor" de Mariano Llinás -ganadora del premio BAFICI, que también distinguió a las cuatro protagonistas en la terna de Mejor Actriz- un largometraje que dura catorce horas y que -pese haber participado- "ni siquiera yo mismo he podido ver".
Entre sus últimos proyectos en la pantalla grande, Rafael estrenó "Unidad XV" (una profunda e interesante cinta sobre la detención, de Martín Desalvo, 2018), "Los adoptantes" (una simpática comedia de una pareja que busca adoptar, de Daniel Gimelberg, 2019) y "Ni héroe ni traidor" (que desarrolla un punto de vista hasta el momento no explorado de la guerra de Malvinas, de Nicolás Savignone, 2020).
"Cuando veo que la película es sobre Malvinas, me eriza la piel", reconoce y no puede evitar volver con la mirada al pasado. Entiende porqué le sucede. Recuerda (se recuerda) a un chico de doce años montado en su bicicleta, yendo al colegio. Recuerda el barrio en el que vivía, en la localidad bonaerense de Merlo, donde se mudó luego de que su familia adquiriera una propiedad en el oeste del conurbano y lograra dejar el alquiler de la vivienda que rentaban en Villa Luro. Recuerda los apagones nocturnos, la base de G1VA (Centro Vigilancia y Control del Espacio Aéreo). Y cuenta que su cumpleaños quedó ligado a la guerra de Malvinas toda su vida.
"Cuando se desató la guerra coincidió en principio con mi cumpleaños, que quedó toda la vida ligado a la fecha. Yo vivía en ese momento en Merlo. Ahí estaba G1VA una base militar que tenía el radar más poderoso aéreo, con lo cual nosotros sabíamos que si estallaba la guerra iba a ser lo primero que iban a bombardear", menciona en diálogo con Filo.News, y señala: "Por el cuerpo pasan sensaciones más que razones o motivos".
Spregelburd fue convocado por el director Nicolás Savignone para interpretar a un padre de familia -de apariencia inflexible, porque así debía ser para inspirar seguridad y sobre todo el por venir de su hijo- en la película "Ni héroe ni traidor", su hasta el momento último estreno en cartelera (12 de marzo), días antes de que el presidente Alberto Fernández decretara la cuarentena obligatoria y preventiva del COVID-19.
"La primera reunión tuve una lectura de guión con Juan Grandinetti (protagonista)", menciona sobre su primera participación en la película, que si bien le coincidió con el trabajo en otro proyecto, pudieron resolver armónicamente los tiempos de grabación. "Fue un proceso en el que deposité toda la confianza en el director, y él en los actores; de lo más placentero posible", afirma.
"Ni héroe ni traidor" nos sumerge en Buenos Aires, año 1982. La radio enuncia lo inimaginable, el pueblo está confundido y las familias son obligadas a entregar a sus hijos, y también, hijas (recordemos que hubo mujeres en el territorio también). Matías (Grandinetti) tiene 19 años. Sus preocupaciones no son más que un partido de fútbol con los amigos, la pasión amorosa de la edad, y su proyecto de ir a estudiar música a España. Sin embargo, tras regresar de la colimba, recibe la solicitud inexorable: el Estado no le preguntó pero lo necesita para pelear. ¿En qué guerra? ¿con qué propósitos? ¿en nombre de la patria? ¿qué es la patria? Estas son algunas de las preguntas que se irá esbozando con la presión de un padre por el que piensa, debe pelear, y la influencia de un abuelo, un republicano empedernido que peleó en la Guerra Civil Española.
Un agudo e íntimo cuadro de época que pone el ojo en el debate familiar, paradigmas refutados por una madre desesperada, personajes cercanos a nuestra cotidianidad, y la metáfora de la guerra que por elección no aparece explícitamente en escena para iluminar así un punto de vista hasta el momento no explorado por el cine nacional.
"La película tiene algo de lo siniestro en términos freudianos, de lo familiar enrarecido", analiza Spregelburd. "Es muy emocional, con un tema enorme y muy poco tratado por el cine argentino pero además con esta característica agregada que la guerra de Malvinas está tratada sólo en sus aspectos íntimos y familiares, no hay una escena bélica", continúa.
La cinta de Savignone -con guión suyo, en trabajo con Pío Longo y Francisco Grassi- está disponible a partir de este viernes 3 de abril, durante toda la semana, en la plataforma streaming de CINE.AR PLAY. Se emitirá en el canal de televisión Cine.Ar TV el sábado 4 a las 22 horas.
Rafael integra el elenco junto a Juan Grandinetti ("Te esperaré"), Inés Estévez ("Pequeña victoria", "Acusada"), Gastón Cocchiarale ("El Clan", "Argentina: tierra de amor y venganza"), Agustín Daulte ("Luciferina") y Mara Bestelli ("Invisible").
Este 3 de abril, Rafael Spregelburd celebra sus 50 años. Un año más, su cumpleaños queda ligado a uno de los acontecimientos más tiranos de nuestra historia reciente pero con el valor agregado que nos trae la cultura, el arte (y más aún siendo nacional, el plus de lo propio) que exonera y nos invita a la reflexión.
La película tiene una especie de epígrafe marcado a fuego que es Malvinas. El director ha sabido muy hábilmente sobre todo con ciertos vacíos, dejar que ese epígrafe respire entre las escenas. Para mí por el rol que me toca interpretar, es una película que trata la relación entre un padre y un hijo y la guerra es casi paisajístico. Pero es imposible no tener presente lo que nosotros actores sabemos y que los personajes no, que esa guerra que está por comenzar.
Fue bastante demoledor filmar. Cada uno de los textos que hablaban del futuro en la película, resonaba para nosotros con un peso enorme.
Yo interpreto en la película a un falso antagonista. El hijo cree por esta falta de códigos en común que tiene con el padre, que tal vez debe ir a la guerra para satisfacer algún mandato paterno, para ser un héroe, para representar a esa patria.
Es un personaje con un enorme grado de frustración pero no lo sabe, no sabe que está asustado. Ha decidido dejar de tocar el violín porque no hay lugar para eso en una vida ordenada y familiar y tal vez sea mentira ¿no? Quizás lo descubre a partir de este drama. No es que tocar el violín le va a salvar la vida a alguien pero demuestra cómo somos seres frustrados y cómo los grandes cataclismos se presentan como oportunidades para cambiar. Muy pocas veces hay permiso para cambiar en la vida, para modificarse. Y un acontecimiento como este, como la guerra o por ejemplo, el miedo a perder un hijo no te pueden dejar como si no hubiera sucedido nada.
No es lo mismo interpretar a un padre cuando tus hijos son chicos que cuando van creciendo, te va resignificando un montón de cosas (cuenta revisando su propia experiencia).
Fijate eso, que el mandato recae esta vez sobre los varones y no sobre las mujeres. Hay algo extraordinario con el tema de Malvinas que a mi generación le pasa que es muy difícil, todavía no tenemos la distancia para racionalizar el tema sino que es puramente emocional.
Hay muchos documentales pero poca ficción de Malvinas la pregunta es por qué costará tanto abordar este tema, ¿por la vergüenza sínica que el tema supone? ¿porque quienes tenemos la responsabilidad de construirlo estamos atrapados en traumas?
Imaginate que si estaríamos en Estados Unidos y esto fuera Vietman se producirían dos docenas de películas por semana del tema, pero es Argentina y es Malvinas y todavía estamos balbuceando sobre el tema.
Hoy la sociedad sería más crítica, no saldría a festejarlo con banderitas como en ese momento
¿Es heroico? porque no sólo te están mandando a morir sino que a matar a otros. Somos una sociedad que está deconstruyendo al varón en ese tipo de cuestiones.
La película es muy novedosa en todo lo que muestra. El padre toca el violín pero nunca lo toca frente a cámara. Esto fue una decisión, de hecho pregunté: "¿Tengo que aprender a tocar el violín?", "No, lo básico, cuando empieces a tocar la cámara se va". El personaje del hijo no lo ve. Son decisiones de lo racional que se plasman en lo anímico.
Si bien está ambientalizada en los '80 y es una de las pocas que no retrata la década en tono de comedia o de burla hacia esas costumbres, sino que está ensordecido. La película tiene pasta de clásico, de algo duradero.
Es una especie de alegría que se vuelve nostálgica en ese acto. Para nosotros la guerra de Malvinas no es un tema menor. Ha roto toda posible relación con una patria. No tengo banderas argentinas en mi casa, no podría llevarlas aunque yo pertenezca a este lugar. Está roto para siempre.
Mi hijo va a una escuela pública donde cantan el himno y agitan banderitas y para él, que no vivió esa experiencia, la bandera y el himno incitan sólo cosas positivas. Para mí significan cosas negativas, parte de este trauma.
Es más fácil responder qué no tiene que tener. Porque todos los proyectos son interesantes. Es muy difícil encontrar una película que no la pueda hacer. Evidentemente hay una cuestión de guión e ideológica que es lo primero que aparece pero incluso así uno termina haciendo películas que quizás no haría porque en algún aspecto hay un placer narcicista, porque supone un desafío para el actor.
Hace un par de años tuve que hacer una película de acción y en inglés, no soy espectador de esa clase de cine y quizás si no fuera porque actué en ella no la iría a ver, pero aún así la terminé haciendo. Siempre que tuve que rechazar una película fue por pesar y no porque haya decidido no hacerla.
A veces se hacen películas en el cine argentino independientes que sin embargo tienen apetitos comerciales o pretenden llegar a todo el mundo, como es el caso de "Los Adoptantes". Y luego hay otro tipo que son las que a mí más me interesan que son las películas completamente fuera de circuito y que artísticamente se parecen mucho al teatro que yo hago como dramaturgo.
Lo que sucede en el cine es que tarde o temprano requiere de tanto presupuesto e industria que es mucho más difícil producirlo que el teatro.
En todos los formatos que he trabajado me he desenvuelto con el mismo deseo y responsabilidad.
No es que te dicen: "Esta es una escena de película comercia, actúenla bien". Lo que sí ocurre y es digno de observación, porque la gente no repara en eso, es que por ejemplo, actuar en una comedia puede ser muy sufrido para los actores.
Casi siempre en la comedia los personajes sufren y les pasan cosas tremendas, en cambio actuar en un drama puede ser muy placentero porque uno sabe que tiene que llegar a las escenas contenido y protegido.
Siempre me ha sorprendido eso. Esta película, que es muy dramática, tengo recuerdos muy felices de la filmación.
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