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El legendario director de “Taxi Driver” y “Buenos Muchachos” redobla sus críticas hacia Marvel con una carta que, una vez más, le ganó la furia de los fans de este universo cinematográfico
“Dije que las películas de Marvel no eran cine. Déjenme explicarme” es el título de la columna que Martin Scorsese publicó la noche del lunes en la edición digital del diario New York Times. Y los que esperaban una retractación o un reblandecimiento de sus declaraciones de hace unas semanas recibieron todo lo contrario: una diatriba que, esté uno de acuerdo o no, define una forma de entender el cine e identifica un problema insoslayable en la producción de Marvel - y por añadidura, de Disney.
Scorsese empieza casi conciliador. Explica que no puede hacer nada si hay gente que consideró sus palabras un insulto o evidencia de odio a Marvel, admite que no falta talento detrás de las películas del estudio, y hasta concede que si hubiese nacido en otra época, quizás admiraría estas películas y hasta querría hacer una.
“Pero crecí cuando crecí y desarrollé un sentido del cine - de lo que era y de lo que podía ser - que está tan lejos del Universo Marvel como la Tierra está del sistema estelar Alfa Centauri.”
En su editorial Scorsese define al cine como una revelación estética, espiritual, y emocional. Habla de que ver cine es confrontar lo inesperado, no sólo en la pantalla, sino en la vida que dramatiza e interpreta. Según esta definición, uno de los objetivos del cine es expandir el sentido de lo que es posible en este arte.
El director ancla esta definición a algo concreto cuando habla del cine de Alfred Hitchcock. El gran manipulador, el gran artesano, el autor de un cine que, de cierta forma, tiene que ver con la descripción que Scorsese daba de Marvel: “un parque de diversiones”, técnicamente impecable y narrado con una eficiencia admirable. Como pasa con Marvel, las películas de Hitchcock se parecen entre sí, pero no de las formas en que se parecen las franquicias del cine comercial de Hollywood actual.
La diferencia, claro, está en la humanidad.
“Las secuencias de acción de “Intriga Internacional” son impactantes, pero no serían más que una sucesión de cortes dinámicos y composiciones elegantes sin las dolorosas emociones que están en el centro de la historia o la sensación de estar perdido que transmite el personaje de Cary Grant.”
Cuando habla de la pericia técnica de Hitchcock, Scorsese no está minimizando esos elementos, que nadie puede negar que tienen que ver con la belleza, quizás superficial, del cine, con las emociones que genera casi de forma primitiva en un espectador o con su apreciación de los aspectos formales del arte. Las películas de Marvel pueden tener estos elementos, pero lo que falta según el director es la revelación, el misterio, el peligro emocional. Porque en las películas de Marvel nada está en riesgo.
Me alejo un poco de la carta de Scorsese porque comprime una gran cantidad de información en pocas líneas y creo que es necesario profundizar en lo que significa ese “riesgo” del que habla, ya que se aplica a varios niveles de la construcción de una película de Marvel.
La falta de riesgo en los elementos narrativos tiene que ver con que, como espectadores, sabemos que los héroes no pueden ser derrotados y que la muerte es algo que se puede revertir. La gran excepción, Avengers: Infinity War + Endgame, estaba establecida desde el principio como una película en dos partes, y sus muertes funcionan como el final de arcos narrativos - los héroes mueren en sus términos, luego de resolver sus carencias emocionales.
Esta predictibilidad, claro, es la piedra fundacional del género. Una garantía de que sin importa el nivel de angustia que se viva en la historia el resultado final será positivo. Un viaje emocionante, pero seguro. Como una bicicleta con rueditas. Como un parque de diversiones.
El “riesgo” también tiene que ver con la psicología de los personajes. En otro párrafo, Scorsese habla de que lo que él ve como cine parte de la complejidad de la gente que se retrata, de su naturaleza contradictoria y a veces paradójica, de “la forma en que pueden herirse, amarse, y de pronto enfrentarse cara a cara con sí mismos.”
¿Entra algún personaje de Marvel en esa descripción? La profundidad psicológica no es algo que Disney haya buscado. Hemos tenido romances (castos), cambios de bando y traiciones en el Universo Marvel, pero jamás van a cruzar ciertas barreras de lo que significa ser héroe, ni explorar aspectos esenciales de lo que significa ser humano.
Porque, en el sentido más literal posible, no son humanos.
Los héroes de Marvel no son construcciones complejas porque es difícil mantener un equilibrio entre un personaje empático (con el que el público se pueda sentir identificado) y la realidad de vivir con poderes más allá de lo humano. Estos héroes son metáforas de emociones humanas, que representan un arco emocional simple - bien narrado, pero simple. Como remarca Scorsese, estas películas “están diseñadas como variaciones de una cantidad finita de temas”, quizás refiriéndose a la estructura del “Camino del Héroe” de Joseph Campbell, popularizada por George Lucas en Star Wars y replicada casi como un dogma por la industria.
La soberbia de Tony Stark, el debate entre la responsabilidad y el deseo de Spider-Man, la frustración que mueve a Hulk. Son emociones claras, que se desarrollan película a película, pero ningún personaje del cine que Scorsese considera cine podría reducirse a una única emoción. Por eso el coqueteo de Thor con la depresión en Avengers: Endgame se tiene que jugar como una broma y se termina “curando”. Cualquier otro enfoque sería (repitan con Martin) un riesgo.
Hay un tercer riesgo que no tiene tanto que ver con las historias, sino la forma en la que se cuentan. Un riesgo estético.
Scorsese no es un nostálgico ni un dinosaurio que añora el cine del pasado - todo lo contrario. Es un asistente ávido a festivales y mentor de jóvenes directores. Los cineastas que cita en su editorial como un contrapunto al no-cine de Marvel (PaulThomasAnderson, ClaireDenis, Ari Aster, y un par más) son relativamente jóvenes y, para Scorsese, un ejemplo perfecto de lo que se pierde con este cine carente de las cualidades listadas en los primeros párrafos.
En esa lista, Scorsese repite la importancia que tiene para él la idea de que hacer cine es empujar contra los bordes de lo establecido. “Sé que con esos directores se va a expandir mi sentido de lo que se puede contar con sonido e imagen en movimiento.”
Narrativa, psicología, y estética parecen problemas que se podrían resolver con una visión clara detrás de cámara, pero el problema de la falta de riesgo del cine de Marvel nace en el proceso de producción. “Esa es la naturaleza de las franquicias modernas”, dice Scorsese. Nacen de investigaciones de marketing, focus groups, reediciones, y hasta filmación de escenas nuevas con otros directores hasta que “estén listas para el consumo”.
No es una novedad que el proceso creativo de Marvel no se limita a la edición del producto final (como pasaba en otras épocas en el cine comercial) sino que hay un verdadero comité de productores, ejecutivos, y consultores que revisan cada línea del guión y cada fotograma de la película, para buscar una respuesta positiva de una audiencia lo más amplia posible. No es que no haya lugar para la experimentación, sino que la decisión final de lo que funciona o no es de los números que esos focus groups indiquen. Una inversión millonaria debe correr el menor riesgo posible.
Es un buen momento para recordar las palabras de Lucrecia Martel, directora argentina a la que se ofreció la dirección de la película de “Black Widow”, y que comentó que en la primera reunión con los ejecutivos de Marvel le llegaron a ofrecer, en caso de que no se sienta cómoda, a un especialista que dirija las escenas de acción por ella. Por supuesto, no hubo una segunda reunión.
Según el razonamiento de Scorsese, ese pulido que busca remover impurezas es lo que elimina la humanidad necesaria para que el cine sea cine. Y la paradoja es que ese es justamente el proceso que hace de las películas de Marvel un entretenimiento infalible.
Scorsese entiende esto mejor que nadie. En los últimos párrafos de su carta explica que su problema con las películas de superhéroes y las grandes franquicias no tiene que ver con su contenido, sino con la forma en que acaparan las pantallas cinematográficas. “El Irlandés”, la nueva película del director fue financiada por Netflix, que, como hizo con “Roma”, la estrenará en unas pocas salas por unos días.
Cabe aclarar que esta no es una decisión de Netflix, sino de los dueños de las grandes cadenas de salas, que exigen un lapso de al menos 12 semanas entre el estreno de una película en el cine y su llegada a servicios de streaming. Netflix no está dispuesta a esperar tanto tiempo, así que “El Irlandés” no tendrá la larga carrera cinematográfica que tuvieron clásicos recientes de Scorsese como “El Lobo de Wall Street” o “El Aviador”.
Pero aún así, Scorsese agradece a Netflix, ya que ninguno de los estudios que financió aquellas películas (y que trabajan codo a codo con los exhibidores) aceptó invertir en “El Irlandés”. El director se sincera en ese cierre y admite su interés casi egoísta en un mercado más amplio, al considerar que es lo mejor para el arte, y por lo tanto para el espectador, descartando el argumento de la oferta y la demanda.
“Es el cuento del huevo y la gallina. Si le das un sólo tipo de producto a la gente y le vendes lo mismo de forma infinita, por supuesto que van a querer siempre más de lo mismo.”
Quizás el aspecto más polémico del editorial de Scorsese se encuentre en los últimos párrafos, que ofrecen una única solución posible a esta falta de riesgo: “la visión unificante de un artista individual”. O sea, la “Teoría del Autor”, muy discutida en la actualidad en ámbitos cinéfilos y académicos, en los que cada vez más se plantea una película como una obra colaborativa (que, aún así, tiene poco que ver con el proceso creativo de comité de Marvel).
Quizás la solución que Scorsese propone al problema imposible de ignorar de la falta de riesgo no sea la única ni la mejor, pero el contenido de su columna merece un análisis cuidadoso. En especial la sensación de vacío, de vértigo, que provoca su última frase:
“Para cualquiera que sueñe con hacer películas, o que recién empiece, la situación de momento es brutal, e inhóspita para el arte. El simple acto de escribir esas palabras me llena de una terrible tristeza.”
La ministra de Seguridad se hizo presente en el lugar para reunirse con el embajador israelí, Eyal Sela, y dar información sobre lo que sucedió.
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