Imposible evitar las comparaciones entre “En los 90” (Mid90s, 2018) y “Lady Bird: Vuela a Casa” (Lady Bird, 2017). Ambos debuts cinematográficos -en el caso de GretaGerwig, en solitario- rescatan el espíritu ‘coming of age’ de sus historias, pero siempre desde un punto de vista muy personal para sus realizadores, sumando una autenticidad y ‘naturalismo’ que se balancea a la perfección con una narración muy cuidada. Mientras que la premiada ópera prima de Gerwig nos mete de lleno en los confusos primeros años del nuevo milenio, Jonah Hill se para por primera vez detrás de las cámaras para mostrarnos su peculiar visión del “crecer en Los Ángeles a mediados de la década del noventa”.
A Hill se le nota (y no lo niega) la influencia de “Kids” (1995) de Larry Clark y HarmonyKorine -incluso, el guionista tiene un cameo en la película-, pero el actor devenido en realizador no echa mano del pesimismo extremo, la sordidez y los golpes bajos de este drama adolescente ambientado en la otra costa norteamericana. En cambio, nos pasea por el ‘aquí y ahora’ del pequeño Stevie (Sunny Suljic), un nene de 13 años que, como muchos a esa edad, está tratando de encontrar su lugar en el mundo, a medida que deja la infancia atrás y se sumerge apresuradamente en una adultez sin reglas aparentes.
A Stevie le toca lidiar con un hermano mayor (Lucas Hedges) bastante abusivo y una joven madre soltera (Katherine Waterston) que no sabe poner muchos límites. En medio de esta confusión, y falta de contención y de amigos, el jovencito ve en un grupo de skaters de la Motor Avenue, la camaradería y pertenencia que anda necesitando. De a poco se arrima al conjunto de compañeros y empieza a vagar con ellos por las calles de Palm, imitando su estilo de vida, muchas veces excesivo para su corta edad.
Imposible evitar las comparaciones entre “En los 90” (Mid90s, 2018) y “Lady Bird: Vuela a Casa” (Lady Bird, 2017). Ambos debuts cinematográficos -en el caso de Greta Gerwig, en solitario- rescatan el espíritu ‘coming of age’ de sus historias, pero siempre desde un punto de vista muy personal para sus realizadores, sumando una autenticidad y ‘naturalismo’ que se balancea a la perfección con una narración muy cuidada. Mientras que la premiada ópera prima de Gerwig nos mete de lleno en los confusos primeros años del nuevo milenio, Jonah Hill se para por primera vez detrás de las cámaras para mostrarnos su peculiar visión del “crecer en Los Ángeles a mediados de la década del noventa”. A Hill se le nota (y no lo niega) la influencia de “Kids” (1995) de Larry Clark y Harmony Korine -incluso, el guionista tiene un cameo en la película-, pero el actor devenido en realizador no echa mano del pesimismo extremo, la sordidez y los golpes bajos de este drama adolescente ambientado en la otra costa norteamericana. En cambio, nos pasea por el ‘aquí y ahora’ del pequeño Stevie (Sunny Suljic), un nene de 13 años que, como muchos a esa edad, está tratando de encontrar su lugar en el mundo, a medida que deja la infancia atrás y se sumerge apresuradamente en una adultez sin reglas aparentes. A Stevie le toca lidiar con un hermano mayor (Lucas Hedges) bastante abusivo y una joven madre soltera (Katherine Waterston) que no sabe poner muchos límites. En medio de esta confusión, y falta de contención y de amigos, el jovencito ve en un grupo de skaters de la Motor Avenue, la camaradería y pertenencia que anda necesitando. De a poco se arrima al conjunto de compañeros y empieza a vagar con ellos por las calles de Palm, imitando su estilo de vida, muchas veces excesivo para su corta edad. Stevie primero conoce a Ruben (Gio Galicia), que pronto lo presenta al resto de su grupo: Ray (Na-Kel Smith), quien quiere convertirse en una skater profesional; ‘Fuckshit’ (Olan Prenatt), quien a pesar de su rebeldía viene de una familia bastante acomodada; y ‘Fourth Grade’ (Ryder McLaughlin), quien va a todos lados con su camarita VHS, fantaseando con ser realizador cinematográfico. La historia de Stevie es la historia de todos estos adolescentes, escapando un poco de sus propias miserias (familias rotas, hogares donde los maltratan o simplemente los ignoran) para encontrar elementos en común con sus pares. En este caso, todo arranca por el skateboarding, deporte que, de alguna manera, los obliga a empaparse de la realidad de las calles. “En los 90” no es una película que siga esquemas clásicos. Acá no hay héroes ni villanos, ni siquiera un conflicto en especial que altere la vida de los protagonistas. Hill, también responsable del guión, intenta pintar una atmósfera que seguro él también experimentó, como tantos otros chicos californianos de los noventa. Primeros acercamientos sexuales, alcohol, drogas, algunos desmanes… nada en extremo ni del todo peligroso, aunque nos choque ver a un nene tan chiquitín dando estos primeros pasos que lo hacen “crecer de golpe”. En realidad no es tan así, pero este cruce con otros congéneres le abre los ojos hacia el mundo que lo rodea, muchas veces velado por su propio privilegio de chico blanco de clase media. Hill juega con estos contrastes y se apoya en su elenco juvenil, muchos de ellos sin experiencia previa actoral. Cada uno de sus protagonistas tiene la oportunidad de lucirse, dejando escapar sus dramas personales y anhelos, incluso en una época y una sociedad que, posiblemente, no los acompañe. Muchos podrán decir que “En los 90” no pasa nada, pero el realizador se une a sus personajes en este ‘viaje iniciático’ que tiene como destino la madurez, emocionando con sus pequeños giros y confesiones, sin abusar de las referencias, los chistes obvios, ni los golpes bajos. Su estética es la de MTV modelo noventa, un poco vertiginosa, un poco artesanal y cruda, como el “documental” que va pergeñando el mismo ‘Fourth Grade’. Hill inunda nuestros oídos con clásicos de Pixies, The Mamas and the Papas, Cypress Hill, Nirvana, y con la excelente banda sonora de los oscarizados Trent Reznor y Atticus Ross para ponerle el moño a un debut que gana desde su sinceridad narrativa y emocional, pero sobre todo porque se siente muy personal sin la necesidad de autoreferenciarse. Hedges sigue sumando grandes actuaciones a su currículum, y a Suljic no hay que sacarle los ojos de encima. Es más, toda esta banda de pibitos la rompe, convirtiéndose en la verdadera alma de esta historia que no necesita agarrarse de la nostalgia, tan de moda por nuestros días, para arrancarnos risas y lágrimas, con un presupuesto mínimo y muchas buenas intenciones y reflexiones sobre la adolescencia y sus pormenores. Imposible evitar las comparaciones entre “En los 90” (Mid90s, 2018) y “Lady Bird: Vuela a Casa” (Lady Bird, 2017). Ambos debuts cinematográficos -en el caso de Greta Gerwig, en solitario- rescatan el espíritu ‘coming of age’ de sus historias, pero siempre desde un punto de vista muy personal para sus realizadores, sumando una autenticidad y ‘naturalismo’ que se balancea a la perfección con una narración muy cuidada. Mientras que la premiada ópera prima de Gerwig nos mete de lleno en los confusos primeros años del nuevo milenio, Jonah Hill se para por primera vez detrás de las cámaras para mostrarnos su peculiar visión del “crecer en Los Ángeles a mediados de la década del noventa”. A Hill se le nota (y no lo niega) la influencia de “Kids” (1995) de Larry Clark y Harmony Korine -incluso, el guionista tiene un cameo en la película-, pero el actor devenido en realizador no echa mano del pesimismo extremo, la sordidez y los golpes bajos de este drama adolescente ambientado en la otra costa norteamericana. En cambio, nos pasea por el ‘aquí y ahora’ del pequeño Stevie (Sunny Suljic), un nene de 13 años que, como muchos a esa edad, está tratando de encontrar su lugar en el mundo, a medida que deja la infancia atrás y se sumerge apresuradamente en una adultez sin reglas aparentes. A Stevie le toca lidiar con un hermano mayor (Lucas Hedges) bastante abusivo y una joven madre soltera (Katherine Waterston) que no sabe poner muchos límites. En medio de esta confusión, y falta de contención y de amigos, el jovencito ve en un grupo de skaters de la Motor Avenue, la camaradería y pertenencia que anda necesitando. De a poco se arrima al conjunto de compañeros y empieza a vagar con ellos por las calles de Palm, imitando su estilo de vida, muchas veces excesivo para su corta edad. Stevie primero conoce a Ruben (Gio Galicia), que pronto lo presenta al resto de su grupo: Ray (Na-Kel Smith), quien quiere convertirse en una skater profesional; ‘Fuckshit’ (Olan Prenatt), quien a pesar de su rebeldía viene de una familia bastante acomodada; y ‘Fourth Grade’ (Ryder McLaughlin), quien va a todos lados con su camarita VHS, fantaseando con ser realizador cinematográfico. La historia de Stevie es la historia de todos estos adolescentes, escapando un poco de sus propias miserias (familias rotas, hogares donde los maltratan o simplemente los ignoran) para encontrar elementos en común con sus pares. En este caso, todo arranca por el skateboarding, deporte que, de alguna manera, los obliga a empaparse de la realidad de las calles. “En los 90” no es una película que siga esquemas clásicos. Acá no hay héroes ni villanos, ni siquiera un conflicto en especial que altere la vida de los protagonistas. Hill, también responsable del guión, intenta pintar una atmósfera que seguro él también experimentó, como tantos otros chicos californianos de los noventa. Primeros acercamientos sexuales, alcohol, drogas, algunos desmanes… nada en extremo ni del todo peligroso, aunque nos choque ver a un nene tan chiquitín dando estos primeros pasos que lo hacen “crecer de golpe”. En realidad no es tan así, pero este cruce con otros congéneres le abre los ojos hacia el mundo que lo rodea, muchas veces velado por su propio privilegio de chico blanco de clase media. Hill juega con estos contrastes y se apoya en su elenco juvenil, muchos de ellos sin experiencia previa actoral. Cada uno de sus protagonistas tiene la oportunidad de lucirse, dejando escapar sus dramas personales y anhelos, incluso en una época y una sociedad que, posiblemente, no los acompañe. Muchos podrán decir que “En los 90” no pasa nada, pero el realizador se une a sus personajes en este ‘viaje iniciático’ que tiene como destino la madurez, emocionando con sus pequeños giros y confesiones, sin abusar de las referencias, los chistes obvios, ni los golpes bajos. Su estética es la de MTV modelo noventa, un poco vertiginosa, un poco artesanal y cruda, como el “documental” que va pergeñando el mismo ‘Fourth Grade’. Hill inunda nuestros oídos con clásicos de Pixies, The Mamas and the Papas, Cypress Hill, Nirvana, y con la excelente banda sonora de los oscarizados Trent Reznor y Atticus Ross para ponerle el moño a un debut que gana desde su sinceridad narrativa y emocional, pero sobre todo porque se siente muy personal sin la necesidad de autoreferenciarse. Hedges sigue sumando grandes actuaciones a su currículum, y a Suljic no hay que sacarle los ojos de encima. Es más, toda esta banda de pibitos la rompe, convirtiéndose en la verdadera alma de esta historia que no necesita agarrarse de la nostalgia, tan de moda por nuestros días, para arrancarnos risas y lágrimas, con un presupuesto mínimo y muchas buenas intenciones y reflexiones sobre la adolescencia y sus pormenores.
Stevie primero conoce a Ruben (Gio Galicia), que pronto lo presenta al resto de su grupo: Ray (Na-Kel Smith), quien quiere convertirse en una skater profesional; ‘Fuckshit’ (Olan Prenatt), quien a pesar de su rebeldía viene de una familia bastante acomodada; y ‘Fourth Grade’ (Ryder McLaughlin), quien va a todos lados con su camarita VHS, fantaseando con ser realizador cinematográfico. La historia de Stevie es la historia de todos estos adolescentes, escapando un poco de sus propias miserias (familias rotas, hogares donde los maltratan o simplemente los ignoran) para encontrar elementos en común con sus pares. En este caso, todo arranca por el skateboarding, deporte que, de alguna manera, los obliga a empaparse de la realidad de las calles.
“En los 90” no es una película que siga esquemas clásicos. Acá no hay héroes ni villanos, ni siquiera un conflicto en especial que altere la vida de los protagonistas. Hill, también responsable del guión, intenta pintar una atmósfera que seguro él también experimentó, como tantos otros chicos californianos de los noventa. Primeros acercamientos sexuales, alcohol, drogas, algunos desmanes… nada en extremo ni del todo peligroso, aunque nos choque ver a un nene tan chiquitín dando estos primeros pasos que lo hacen “crecer de golpe”. En realidad no es tan así, pero este cruce con otros congéneres le abre los ojos hacia el mundo que lo rodea, muchas veces velado por su propio privilegio de chico blanco de clase media.
Hill juega con estos contrastes y se apoya en su elenco juvenil, muchos de ellos sin experiencia previa actoral. Cada uno de sus protagonistas tiene la oportunidad de lucirse, dejando escapar sus dramas personales y anhelos, incluso en una época y una sociedad que, posiblemente, no los acompañe. Muchos podrán decir que “En los 90” no pasa nada, pero el realizador se une a sus personajes en este ‘viaje iniciático’ que tiene como destino la madurez, emocionando con sus pequeños giros y confesiones, sin abusar de las referencias, los chistes obvios, ni los golpes bajos.
Su estética es la de MTV modelo noventa, un poco vertiginosa, un poco artesanal y cruda, como el “documental” que va pergeñando el mismo ‘Fourth Grade’. Hill inunda nuestros oídos con clásicos de Pixies, The Mamas and the Papas, Cypress Hill, Nirvana, y con la excelente banda sonora de los oscarizados Trent Reznor y AtticusRoss para ponerle el moño a un debut que gana desde su sinceridad narrativa y emocional, pero sobre todo porque se siente muy personal sin la necesidad de autoreferenciarse.
Hedges sigue sumando grandes actuaciones a su currículum, y a Suljic no hay que sacarle los ojos de encima. Es más, toda esta banda de pibitos la rompe, convirtiéndose en la verdadera alma de esta historia que no necesita agarrarse de la nostalgia, tan de moda por nuestros días, para arrancarnos risas y lágrimas, con un presupuesto mínimo y muchas buenas intenciones y reflexiones sobre la adolescencia y sus pormenores.