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La saga más famosa de todos los tiempos llega a su fin y es probable que la galaxia vuelva a convulsionarse con las opiniones divididas.
Por más que nos pongamos el traje de ‘crítico profesional’ y nos comprometamos a enarbolar la bandera de la objetividad a toda costa, el trabajo en sí se hace difícil cuando nos llega el momento de pararnos ante un producto que nos toca de cerca en las pasiones. Así y todo, hacemos el esfuerzo para mantener el entusiasmo a raya y la integridad a tope, en beneficio de la obra, del espectador y de nuestra propia credibilidad como comunicadores. Ahora, ¿qué pasa cuando las expectativas se interponen en el camino? (Porque las expectativas SIEMPRE lo hacen). También hay que dejarlas de lado, pero mantener el contexto.
La saga de los Skywalker comenzó hace 42 años en esa galaxia muy, muy lejana pergeñada por un joven y entusiasta George Lucas. Un realizador del ‘Nuevo Hollywood’ que quiso amalgamar todas SUS pasiones en una sola epopeya espacial, mezclando el camino del héroe con samuráis intergalácticos, entre muchas otras cosas. La historia del hijo (Luke) se transformó en la del padre (Anakin) para completar un relato de redención que conquistó a varias generaciones. Pero Star Wars no quería quedarse con su trilogía original y sus precuelas, por eso, en 2015, el plan inicial de Lucas -el de los nueve episodios- empezó a concretarse y con él, el final de este recorrido que arrancó en 1977.
Ningún desenlace, sobre todo el de una franquicia tan amada, puede dejar a todos contentos, pero hay cierta expectativa (por parte de los críticos y de los espectadores) por cumplir algunos ‘requisitos’. Lamentablemente, “Star Wars: El Ascenso de Skywalker” (Star Wars: Episode IX - The Rise of Skywalker, 2019) cae en los mismos vicios (y errores) que el final de “Game of Thrones” (2011-2019), donde sus responsables decidieron actuar en beneficio del ¿fandom? y no de las necesidades de su propia narrativa. El resultado es una historia desprolija y apresurada que cree que debe enmendar los deslices de su antecesora, y en ese choque de visiones, los que más sufren son los protagonistas y sus propósitos.
A J.J. Abrams -creador de “Lost” (2004-2010)- le tocó dar ese puntapié inicial con “Star Wars: El Despertar de la Fuerza” (Star Wars: Episode VII - The Force Awakens, 2015) cuando Disney adquirió los derechos de Lucasfilm y se encaminó hacia el final de la saga. Rian Johnson tomó el testigo con “Star Wars: Los Últimos Jedi” (Star Wars: Episode VIII - The Last Jedi, 2017), construyendo sobre la historia de Abrams, Lawrence Kasdan (guionista legendario de la franquicia) y Michael Arndt, y otorgándoles muchísimos más matices a esos mismos personajes y sus motivaciones. Los ‘cambios’ implementados por el realizador no cayeron tan bien entre los fans de la vieja escuela y dividieron las aguas. La partida forzosa de Colin Trevorrow -realizador original de Episodio IX- tampoco ayudó al convulsionado futuro de la trilogía, por eso el regreso de J.J. se lee como la jugada salvadora (y segura) para la compañía del ratón.
Abrams y el guionista Chris Terrio -ganador del Oscar por “Argo” (2012) y responsable de “Liga de la Justicia” (Justice League, 2017)- tomaron la decisión consciente de descartar casi todas las ideas de Trevorrow, y mucho (mucho) de lo planteado por Johnson, para retomar el camino de Episodio VII, una senda menos agitada y más recargada de esa nostalgia que conecta mejor con el fandom. A todos nos gustan los guiños y las referencias que entrelazan aquel pasado con este presente, pero los realizadores se empachan a tal punto que la historia en sí ya no importa, sino rellenar todas esas casillas antes de llegar al cierre.
La primera hora de “El Ascenso de Skywalker” es un compendio de escenarios que recorren nuestros héroes y villanos en busca de pistas o soluciones para esa batalla final que se avecina y es inevitable. El relato arranca ahí donde nos dejó Johnson, con una Resistencia diezmada y necesitada de ayuda, Rey (Daisy Ridley) intentando terminar su entrenamiento ¿jedi? bajo la atenta mirada de Leia (una Carrie Fisher que vuelve con imágenes que no se utilizaron en la entrega anterior) y Kylo Ren (Adam Driver), ahora autoproclamado Líder Supremo, queriendo eliminar cualquier amenaza que se interponga en su ascenso total al poder.
Apenas unas horas nos separan de una destrucción segura, ya que la Primera Orden tiene una nueva flota capaz de eliminar cualquier planeta que no se arrodille a sus pies. La misión de Poe (Oscar Isaac), Finn (John Boyega), Chewbacca y Rey es encontrar la ubicación de este ejército (bien escondido en un lugar recóndito e inaccesible de la galaxia), una tarea plagada de aventuras, reencuentros y peligros porque Kylo y sus Caballeros de Ren (Knights of Ren)-básicamente, un grupo de mercenarios a sus órdenes- les siguen los pasos. El joven Solo insiste en convencer a la aspirante a Jedi para pasarse al Lado Oscuro, un tire y afloje que los conecta más allá de su relación con la Fuerza.
No podemos entrar en muchos detalles si queremos mantener los spoilers en cero, pero este lineamiento, así de básico como parece, también suma sus vueltas de tuerca (no todas satisfactorias), sus momentos emotivos, sus batallas épicas con navecitas a montones, sus duelos de sables de luz y todos los condimentos que uno quisiera esperar de semejante desenlace (porque esto es Star Wars). Pero la construcción de Abrams y Terrio es torpe y demasiado confiada en esa nostalgia que se empecinan en rescatar escena tras escena.
Ya no caben dudas de que resolvieron saltear los conflictos (internos y externos) de “Los Últimos Jedi” y seguir adelante como si esta fuera una continuación directa de “El Despertar de la Fuerza” con sus blancos y negros bien determinados, sus héroes y villanos sin tantos problemas y esa redención inevitable que no puede faltar a lo largo de la epopeya. Abrams, como un rebelde sin esperanza, se rindió a los pies de los fans más tóxicos y cumplió sus caprichos sin entender que esta no es la solución para ‘agradar’ a todos. En el proceso, menospreció a grandes personajes (los que esos mismos fanáticos odiaron en la entrega anterior) y los mandó al rincón de la vergüenza, rellenando su historia con momentos bien propios de un fan fiction.
Escribo esto con pesar porque no hay nada más triste que tener que criticar (negativamente) algo que nos gusta y nos acompaña desde siempre. Admitir que este no es el final más satisfactorio y es solamente un final, no malo, pero tampoco bueno. La magia no se pierde, cada secuencia esta abarrotada de épica y algún golpecito bajo para sacudirnos del letargo, pero la falta de riesgo y originalidad es lo que más termina afectando a este relato. La ‘comodidad’ estaba bien para Episodio VII después de las tumultuosas precuelas, pero J.J. no se animó a correrse de su zona de confort y ahí perdió la última oportunidad para brillar dentro de la franquicia.
Ahora, a la distancia, podemos seguir reprochándole a Lucas muchas de sus decisiones (¡esos midiclorianos!), pero al menos intentó algo diferente en el camino de Anakin. “El Ascenso de Skywalker” no es “El Regreso del Jedi” (Return of the Jedi, 1983), pero las similitudes tampoco pueden dejarse a un costado, ni tampoco las posibilidades que se perdieron. Igual, Abrams nos deja un par de momentos para la foto y nuevos personajes como ZoriiBliss(KeriRussell), los cuales queremos volver a ver en el futuro. A él también le debemos esta nueva camada de protagonistas que supieron agarrar el testigo de Luke, Leia y Han, aunque no lleguen al estatus de ‘leyendas’ después de tanto manoseo narrativo. J.J. sumó diversidad, aunque por momentos se sienta forzada, y supo reescribir ciertos convencionalismos apolillados dentro de la franquicia. Su aporte no deja de formar parte del legado, pero (seguramente) será recordado como el director que se rindió ante el Lado Oscuro del fandom.
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