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"Lovecraft Country" nos sigue introduciendo en este universo de terror, a veces, demasiado recargado y embarullado.
El primer episodio de “Lovecraft Country” nos dio un panorama general (y evidente) de por dónde se iba a mover este drama sobrenatural creado por Misha Green y basado en la novela homónima de Matt Ruff. Sin dudas, los realizadores no tienen tiempo que perder, ni vueltas para dar, a la hora de introducirnos en el peculiar mundo de AtticusFreeman(Jonathan Majors), joven afroamericano y veterano de la guerra de Corea, que vuelve a su ciudad natal por el simple hecho de tener que enfrentar la desaparición de su padre Montrose (Michael K. Williams), con el que ya tenía una relación distante y ríspida.
Aclaración: esta reseña puede contener spoilers.
La travesía de Tic, junto a su tío George (Courtney B. Vance) y su amiga Leti (Jurnee Smollett), los llevan de paseo por una Norteamérica segregada y violenta para los suyos. Más específicamente, hasta el condado de Bideford (Massachusetts), en pleno ‘Lovecraft Country’, donde papá Freeman salió (supuestamente) en busca del legado familiar de su esposa fallecida. La última vez que vimos al trío, acababan de salir indemnes (por muy poco) de las garras -y los dientes- de una jauría de Shoggoths: criaturas que atacan por las noches y “contagian” cual vampiros.
Al final del día, logran llegar a su destino, Ardham, donde son recibidos en la mansión de Samuel Braithwhite (Tony Goldwyn), líder de los “Hijos de Adán”, una sociedad secreta que se vale de la magia de “El Libro de los Nombres” para, eventualmente, poder retornar al bíblico Edén. ¿Cómo? A través de una complicada ceremonia que requiere la sangre de un descendiente directo de Titus Braithwhite -pariente lejano y fundador de los modernos Hijos-, en este caso el mismo Atticus, cuya tátara tátara tátara abuela fue esclava del señor… entre otras cosas.
Después de despertar en la mansión y ser atendidos como reyes, Tic descubre que sus compañeros de viaje no guardan ningún recuerdo de lo sucedido la noche anterior. El joven Freeman no se desanima e igual los empuja a recorrer el pueblo e intentar encontrar pistas sobre el paradero de su papá quien, supuestamente está en Boston con un abogado. Nada más alejado de la verdad y tarde descubren que todo fue una trampa para atraer a Tic o, mejor dicho, su preciada sangre para el ritual.
Este segundo episodio, “Whitey's on the Moon” -que toma su nombre del poema de Gil Scott-Heron-, no pierde dinamismo, pero también se siente demasiado apresurado y recargado. Después de un gran debut que sentó las bases de un relato que se mueve entre la terrorífica realidad racista de la década del cincuenta y esos otros “monstruos” de fantasía que en comparación no resultan tan peligrosos, “LovecraftCountry” se empapa de pura ficción, magia, hechizos y mucha (demasiada) información para una hora televisiva.
El capítulo dirigido por Daniel Sackheim (“True Detective”) nos pasea por los rincones de la estrafalaria residencia, incluyendo a sus habitantes: el blondo William (Jordan Patrick Smith), algo más que un amigo de la casa, y la enigmática Christina Braithwhite (Abbey Lee) quien, a pesar de sus capacidades, jamás podrá pertenecer al culto patriarcal (Hijos de Adán, no de Eva) liderado por su padre. A la cuestión de la xenofobia -los miembros de la secta también son todos blanquitos y odiadores-, Green suma la discriminación de género, dejando en claro que para estos señores caucásicos y utópicos, el mundo se fue al cuerno cuando dios creó a la mujer y las acciones de esta expulsaron a todos del Paraíso, sumiéndonos en el caos actual.
Los planteos y las reflexiones sociopolíticas siguen siendo lo mejor de la nueva apuesta de HBO, que tampoco puede evitar el shock constante. “Whitey's on the Moon” tiene más ataques de Shoggoths, personajes embestidos por fantasías tormentosas, un poquito de ¿canibalismo? y un enroque de figuras paternas. Sí, finalmente -y al mejor estilo de “El Conde de Montecristo”, porque las referencias literarias no pueden faltar- Montrose Freeman hace su gran entrada, pero la relación padre e hijo no se suaviza ni un poco ante las extremas circunstancias.
Este es un trabajo fino que ambos protagonistas deberán ir puliendo en los siguientes episodios, los que, a esta altura, nadie podría imaginar qué nos deparan. Sí la idea era encontrar al desaparecido, este cometido ya está hecho, pero lo acontecido en Ardham deja la puerta abierta para seguir indagando en ese elusivo pasado de la madre de Tic y el legado que ahora carga sobre sus hombros. Los muertos, ¿permanecen muertos en territorio de Lovecraft? Y tampoco podemos olvidar que hay un sheriff Hunt (Jamie Harris) pululando por ahí, esperando que se oculte el sol.
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