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Análisis | Class Action Park: más que un documental, un retrato de los ochenta

HBO Max sigue sumando documentales a su grilla, esta vez, el "legado" de un infame parque de diversiones, todo un producto de su época. 

Análisis | Class Action Park: más que un documental, un retrato de los ochenta

No sabemos si el episodio “Brush with Greatness” de “Los Simpson” toma inspiración de este famoso parque acuático de Nueva Jersey, pero las similitudes no se pueden dejar de lado. Allá por 1978, los habitantes del municipio de Vernon pudieron anhelar con convertirse en la  nueva Orlando o Las Vegas, cuando Eugene Mulvihill y su compañía Great American Recreation (GAR), llegaron para plagar el área de “sano” entretenimiento.  

Mulvihill es un producto del Wall Street de la década del setenta, en medio de una Nueva York y una Norteamérica que florecían gracias al capitalismo. Su naturaleza corrupta lo alejó rápidamente de la bolsa (aunque mantuvo todos sus contactos), pero encontró nuevos incentivos económicos en el tranquilo poblado de Nueva Jersey donde, primero, estableció un resort para esquiar que atrajo a los vacacionistas de la zona. Pero Eugene era un visionario y quería mantener todas las estaciones del año cubiertas. Así nació ActionPark: parque de diversiones acuático y todo un símbolo de los ochenta. ¿Por qué?

Pronto quedó claro que “Action Park” estaba, por ejemplo, a años luz de los sueños de Walt Disney. En estas instalaciones no se aplicaban las mismas reglas… es más, en apariencia, no se aplicaba NINGUNA regla de seguridad, ya que la carismática presencia de Mulvihill podía manipular hasta las leyes locales, filtrando cada accidente y demanda contra el parque a través de su propia compañía de seguros ficticia, con sede en las Islas Caimán. ¿En serio? ¿Para tanto? Y mucho más. Cada atracción -una más disparatada que la anterior- surgía de la cabeza de este loco magnate dispuesto a brindar diversión de manera casi anárquica.

“Class Action Park”, documental dirigido por Seth Porges y Chris Charles Scott III, se hace eco de cada etapa de la creación de este infame lugar, pero también atraviesa su legado como un verdadero producto de su tiempo: un era de aventuras juveniles y poca supervisión adulta, que trascendían la pantalla cinematográfica para hacerse “realidad” en las instalaciones de este parque apuntado a una clase trabajadora, con ganas de sumergirse en la experiencia adrenalínica que se anunciaba desde loa avisos publicitarios. Si salías de Action Park sin un moretón o rasguño (ni hablar de algún roce más directo con la muerte), ¿realmente habías estado en Action Park?

Solo para intrépidos 

Esta nueva propuesta de HBO Max se hace eco de los relatos en primera persona de los jóvenes adultos y adolescentes que pasaron por sus instalaciones, ya sea como visitantes o como empleados de dudosa calidad. En un punto, Mulvihill (el “tío Gene” como solían llamarlo) les entregó las llaves del reino para que se hagan cargo y, en la comparación, es como “La Purga”: un período de tiempo donde todo está permitido y las autoridades no pueden intervenir. ActionPark” es el Lejano Oeste de los parques de diversiones, donde tampoco parecen importar las consecuencias de cada acto.

“Class Action Park” -cuyo título deriva de la traducción de una acción judicial- responde también a ese secreto a voces cargado de accidentes (entre 50 y 100 en un día tranquilo de semana), fatalidades y demandas que nunca progresaron porque Mulvihill conocía todas las tretas legales (y alguna que otra extorción de por medio) para minimizar el asunto u obligar a los querellantes a retirase. Para los familiares de las víctimas (al menos, seis muertes registradas), Eugene sigue siendo un monstruo, pero no podemos adjudicarle toda la culpa si el resto también dejó que pasara… y en el camino disfrutaron de la travesía como si fuera un viaje iniciático que cada joven de Nueva Jersey (y más allá) debía atravesar.   

Trampas moratles en potencia 

Porges y Scott lo cuentan con una cuota de humor (simpáticas animaciones de por medio) y dejan hablar a los verdaderos protagonistas: esos visitantes y empleados que hoy entienden cada una de las consecuencias, pero también que esa “audacia” (o falta de lógica) es un efecto directo del contexto ochentero y una rebeldía que se exaltaba desde todos los medios. En retrospectiva, “Action Park” es como un experimento social para analizar a un conjunto de individuos que se desenvuelven sin reglamentos, en el escenario de un parque plagado de atracciones mal diseñadas, juegos acuáticos sin salvavidas a la vista y cero atención médica.       

Era de “blanditos” no aceptar los retos de Alpine Center, Motorworld o Waterworld, las tres áreas que dividían el parque (atravesado por una autopista), cada una con sus diferentes niveles de complejidad, y todas potencialmente mortales. Así se explica que haya sobrevivido casi dos décadas -cerró sus puertas en 1996-, aunque quedan muchas preguntas en el tintero, sobre Mulvihill y sus posibles conexiones con el crimen organizado, y las responsabilidades del gobierno local que también giró la mirada mientras Action Park contribuía de sobremanera a la economía del lugar.  

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