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Entre los argumentos de quienes en su momento se opusieron al matrimonio igualitario, uno fue que la homosexualidad va en contra de la naturaleza. Sin embargo, son muchas las especies que exhiben comportamiento sexual entre individuos del mismo sexo.
En una de las varias intervenciones en contra del matrimonio igualitario en el parlamento argentino en julio de 2010, la senadora Josefina Meabe, entre otros, invocó a la naturaleza para justificar por qué se oponía a que dos personas del mismo sexo pudieran casarse. “Creo en la existencia de un orden natural que he podido palpar a lo largo de años que he vivido en el campo en contacto permanente con la naturaleza (...). Ese orden natural me indica que no todo es lo mismo: existen diferencias entre un macho y una hembra (...). Un macho y una hembra, lo que se traduce en la sociedad ciudadana como un hombre y una mujer”, dijo allí, haciendo gala de una supuesta sabiduría adquirida por la observación frecuente de la naturaleza.
Dejemos de lado que la senadora estaba recurriendo a la naturaleza como gran argumento para justificar algo completamente anti-natural, como lo es un contrato matrimonial. Lo importante es que, a pesar de su falsedad, es una buena muestra de la fascinación que despierta en general el comportamiento sexual de los animales y, en particular, la homosexualidad.
Sin entrar en un debate ya resuelto sobre si dos personas del mismo sexo pueden o no casarse (“debate”, por cierto, absurdo: no se ha propuesto ni un solo argumento razonable para oponerse) es válido preguntarse: ¿es natural la homosexualidad? ¿Es posible encontrar alguna explicación evolutiva para dicho comportamiento?
La homosexualidad no deja de ser un problema teórico para los biólogos evolucionistas y para los zoólogos especialistas en sexualidad animal, dado que no es fácil explicar cómo opera la selección natural sobre individuos que parecen no tener ningún interés particular en dejar descendencia. Saber para cada especie en particular cuáles son las consecuencias evolutivas de la existencia de intercambios sexuales entre individuos del mismo sexo es difícil. Lo primero que hay que hacer es analizar si esas conductas están definidas por la formación de parejas durante largos períodos del ciclo de vida o si solo son parte de un repertorio de diversas interacciones sexuales.
Pero lo cierto es que el comportamiento homosexual está lejos de ser un rasgo específicamente humano. Baste, para demostrarlo, con evocar algunos ejemplos observados en estado salvaje: uno de homosexualidad femenina, uno de homosexualidad masculina y otro… un poco más raro.
Entre los albatros de Laysan (Phoebastria inmutabilis), que viven en Hawai y que ilustran esta nota, uno de cada tres nidos está formado por parejas de hembras que se acicalan entre ellas y expulsan con ferocidad a los machos que se les acercan cuando están juntas. Aunque lo más frecuente es que pongan solamente un huevo, pueden llegar a poner dos huevos por nido, que son fecundados como fruto de encuentros sexuales fugaces de cada una con machos con los que no forman pareja.
Estos “encuentros sexuales” son algo diferentes de lo que uno imagina cuando le hablan de “encuentros sexuales”. Para empezar, la mayoría de las especies de aves perdieron el pene a lo largo de su evolución (aunque hay algunas excepciones, como los patos o las avestruces). Por lo tanto, cuando se encuentran un macho y una hembra, lo que hacen es juntar brevemente sus orificios, que se llaman cloacas porque orina, esperma, huevos y materia fecal desembocan ahí. A este proceso de apareamiento se lo denomina “beso cloacal”.
Como es un apareamiento realmente muy fugaz, a las hembras de esta especie no les cuesta mucho conseguir un macho que las fecunde, aunque no tengan ningún interés de formar pareja con él. Y no es, en absoluto, por rechazo a la monogamia, ni por promiscuidad, ni nada por el estilo: algunas de estas parejas de hembras de albatros de Laysan llevan más de 19 años juntas.
La homosexualidad aparece también entre las culebras canadienses (Thamnophis sirtalis parietalis), de una manera un poco más complicada. Los machos de esa especie cortejan y copulan tanto con hembras como con machos que parecen hembras, a los que se denomina, no muy originalmente, she-males (o, en español, transexuales). Los she-males son más pesados que los machos, andan cubiertos de barro y son mucho más inactivos, pero son capaces de imitar las feromonas de las hembras. Todos los machos pueden pasar por el estadio she-male al empezar la primavera en abril, antes del periodo de apareamiento.
Este comportamiento se debe a que el apareamiento, para los machos de la especie, es muy complicado y a lo largo de ese período están abocados exclusivamente a reproducirse, no se alimentan y deben competir con muchos otros machos por el acceso a las hembras. Los she-males logran aumentar su temperatura corporal por la cercanía de los machos que los cortejan y reducir la fuerza de estos machos haciéndolos involucrarse en cópulas energéticamente costosas que, obviamente, no tendrán resultado reproductivo.
Dicho más simplemente: losshe-males agotan físicamente a los machos para después competir con ellos, en superioridad de condiciones, por las hembras que sólo aparecen por un día en esta orgía de machos y she-males.
Pero el animal en el que más interacciones homosexuales se han documentado es el delfín nariz de botella (Thursiops): tienen hasta cuarenta veces más interacciones, en promedio, que las hembras de bonobos, que se consideran una de las especies más hipersexualizadas. Los machos inmaduros de estos delfines se montan entre ellos, contactan sus genitales o contactan sus rostros contra los genitales del otro (goosing), y lo suelen hacer en grupos.
Esto genera dos cosas: refuerza las alianzas entre grupos de machos, porque se establecen con claridad las jerarquías sociales, y los prepara para realizar un cortejo y apareamiento exitoso para cuando, ya de adultos, se encuentren con las hembras. En esta misma especie también hay contactos sexuales entre hembras, pero son menos frecuentes y de menor duración. En este caso, en lugar de una orgía, lo que se observa es a dos hembras que refriegan sus cuerpos (lo que se conoce como “petting”).
Las hipótesis evolutivas acerca del comportamiento homosexual en animales son diversas. Si bien muchas son dependientes del contexto y de la especie particular que se esté analizando, otras son un poco más generales. Por un lado, estas interacciones pueden ser beneficiosas para mantener la estabilidad de los grupos sociales y para reducir la tensión. También pueden servir como vía de reconciliación para la resolución de conflictos sociales donde se observa agresividad. Se ha observado, además, que tienen cierta utilidad para el establecimiento de jerarquías sociales necesarias para la distribución de recursos escasos cuando los territorios son pequeños y las densidades de animales altas. Por último, parecería ser que funcionan como práctica para el cortejo y la cópula antes de llegar a la vida adulta.
Entonces: ¿Qué es lo natural? ¿Existe lo natural? ¿Son lo mismo lo natural y la naturaleza? ¿Lo natural tiene un orden? ¿Quién lo ordena? ¿Existirá lo natural en la naturaleza? ¿Existirá lo natural para los seres humanos? ¿Hay un orden natural en los animales? ¿Es natural la homosexualidad animal?
Las preguntas que quedan abiertas son muchas. Pero alguna puede responderse. Si consideramos que, por definición, todo lo que existe en la naturaleza es natural, los comportamientos homosexuales animales son perfectamente naturales, se dan en individuos de más de 500 especies y cumplen distintas funciones en la socialización y en la vida en grupo.
*Matías Pandolfi es Doctor en Ciencias Biológicas por la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales (FCEN) de la Universidad de Buenos Aires (2005) y realizó sus estudios postdoctorales en la Universidad de California, Los Angeles (2005-2007). Es Investigador Independiente de Conicet y Profesor Adjunto de la FCEN, donde fundó y dirige el Laboratorio de Neurobiología y Comportamiento y dicta el curso de Biología Social y Reproductiva.
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