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¿Qué objetivos se propone? ¿La decisión del presidente estadounidense pone en peligro el cumplimiento del acuerdo?
Aunque aún existen algunos detractores aislados, la comunidad científica ha llegado a un consenso prácticamente total: el cambio climático tiene su origen en la actividad humana y amenaza con destruir el planeta en menos tiempo del que imaginamos.
Ayer, de hecho, en un paper publicado en BioScience, los autores —junto con más de 11.000 firmantes científicos de 153 países— advirtieron que nuestro planeta se enfrenta, clara e inequívocamente, a una emergencia climática.
Si querés enterarte de por qué los científicos aseguran que la actividad humana es responsable del calentamiento, podés leer esta nota.
La solución no es fácil, porque toda la economía internacional y nuestros propios hábitos se sostienen sobre procesos que, de continuar tal como están, sólo agravarían el panorama. Lo que está claro, entonces, es que hace falta una solución que no se limite a actitudes individuales sino que sea política, y que sea consensuada por muchos países (especialmente, los más responsables de las emisiones de gases de efecto invernadero [GEI]). El Acuerdo de París es un primer paso en este sentido, aunque tiene algunos inconvenientes.
Suscripto dentro del marco de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático, el Acuerdo de París busca reducir la emisión de GEI mediante diferentes medidas. Entró en vigor el 4 de noviembre de 2016 cuando más de 55 Partes, que representan más del 55% de las emisiones globales, lo ratificaron.
En principio, el Acuerdo resulta auspicioso. Pero los primeros signos de preocupación empezaron a aflorar cuando el presidente estadounidense DonaldTrump anunció que su país retiraría su firma del acuerdo porque atentaba contra el desarrollo económico de su nación (que, dicho sea de paso, es la segunda emisora de GEI del mundo, después de China).
El objetivo principal es "reforzar la respuesta mundial a la amenaza del cambio climático, en el contexto del desarrollo sostenible y de los esfuerzos por erradicar la pobreza", y para ello las naciones que lo firman se comprometen a tres acciones concretas:
Cada cinco años, se prevé una revisión general del estado de situación. Los países están obligados a comunicar y mantener sus objetivos nacionales de reducción de emisiones, para lo cual tienen que implementar y poner en marcha políticas efectivas. En este sentido, se han presentado 190 planes de lucha contra el cambio climático. La idea es que se asuman objetivos cada vez más ambiciosos.
No se trata solamente de reducir la emisión, sino también de adaptarse a los efectos del inevitable calentamiento global, fortaleciendo la resiliencia y reduciendo la vulnerabilidad (especialmente, de los países en desarrollo, que son los más vulnerables a los impactos).
Este lunes, la administración Trump notificó formalmente a las Naciones Unidas que se retira del acuerdo, lo cual generará muchas incomodidades entre las naciones participantes. El objetivo diplomático, que no se presenta como una tarea simple, será mantener el compromiso aunque ya no forme parte de él una de las naciones más responsables de la emisión de GEI.
Aunque la decisión parece absurda, Trump sabe lo que hace: comprometerse a disminuir las emisiones implica necesarias transformaciones económicas y productivas que su administración no está dispuesta a afrontar. Por otro lado, el presidente estadounidense cree que la preocupación por el calentamiento global es producto de un gran fraude en el que participaría la comunidad científica en su conjunto.
La decisión de Trump no pasó desapercibida, y existe cierta preocupación (razonable, por cierto) sobre lo que pueda llegar a hacer su gran competidor en la escena económica internacional, que es por otra parte el mayor emisor de GEI del mundo: China. Por ahora, ratificó su compromiso.
Habrá que esperar, probablemente, hasta las elecciones presidenciales de 2020 para ver si Estados Unidos vuelve a integrar el Acuerdo.
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