"La deuda más grande que tienen los Estados es con las naciones indígenas; hasta el día de hoy nos siguen criminalizando. Es un acto de crueldad. Porque reconocer nuestra identidad sería reconocer que somos preexistentes a esos Estados". Actualmente existen 36 naciones originarias con lenguas propias en lo que conocemos como la República Argentina.
¿Qué recordamos los 12 de octubre? ¿Qué nos contaron desde nuestra infancia? ¿Qué representamos en los actos escolares y leímos en los manuales de estudio?
Desde el 2010, la historia argentina marcó un cambio significativo: corregir la denominación de la fecha y con ello la necesidad de modificar un paradigma, un paradigma que nos remonta a los años de conquista, cuando Europa creyó descubrir un territorio y aplastó la cultura, organización, lenguas, espiritualidad, les quitó sus tierras y sueños a múltiples naciones indígenas que ya habitaban el suelo americano.
Fue a partir del Decreto 1584/2010 que el 12 de octubre se conmemora el Día del Respeto a la Diversidad Cultural, con el objetivo de que sirva para la "reflexión histórica y diálogo intercultural". Sin embargo, ¿cuánto respetan los Estados a las comunidades originarias? Si bien pasaron los años ¿cómo viven actualmente estas naciones y qué derechos aún se les siguen negando?
Ese mismo año arroja las últimas estadísticas. A partir de la Encuesta Complementaria de Pueblos Indígenas 2004-2005 realizada por el Instituto Nacional de Estadística y Censos (INDEC) que permitió conocer que "600.329 personas que se reconocen pertenecientes y/o descendientes en primera generación de pueblos indígenas (población indígena)".
"Hay muchos elementos que están siendo negados en la historia oficial porque justamente es la que escribieron los mismos opresores y asesinos. No quieren reconocer que somos culturas que estamos vivas, que tenemos una visión completamente distinta y que para que esto se siga fortaleciendo y conservando nuestra identidad y tradición: deben garantizar el derecho a nuestras tierras, a desarrollar nuestra espiritualidad", señala a Filo.News la joven Marilin Cañio, integrante de la quinta generación de la comunidad Cerro León, ubicado a 10 km de la localidad de Maitén, un pueblo al Noroeste de la provincia de Chubut, al límite con Río Negro; y además activista en el Movimiento de Mujeres por el Buen Vivir.
Las 36 naciones indígenas se encuentran agrupadas por regiones: el Noroeste con 13 pueblos (Atacama, Ava Guaraní, Chorote, Chulupí, Diaguita/Diaguita Calchaquí, Kolla, Omaguaca, Wichí, Quechua, Tapiete, Chané y Maimará) concentrados en las provincias de Salta y Jujuy; el Noreste Litoral (NEA-Litoral) con 7 pueblos (Chulupí, Mbya Guaraní, Mocoví, Pilagá, Quilmes, Toba y Wichí) concentrados en las provincias de Chaco, Formosa y Santa Fé; la Patagonia, con 4 pueblos (Tehuelche, Ona, Rankulche y Mapuche) concentrados en las provincias de Chubut, Santa Cruz y Tierra del Fuego; y la Región Centro, con 5 pueblos (Guaraní, Comechingón, Huarpe, Sanavirón y Tupí Guaraní) concentrados en la Ciudad de Buenos Aires y el Gran Buenos Aires.
"Después de la llamada Conquista del Desierto y de ese etnocidio que hicieron, corrompieron sí pero hoy el pueblo se está volviendo a fortalecer y a reconstruir de ambos lados de la cordillera. Hasta el día de hoy siguen persiguiendo, encarcelando y matando porque son las respuestas que dan por su crimen de odio", visibiliza Cañio.
Al igual que su familia, defiende su tierra. Puntualiza el año 2010 -justamente el que cambió la designación de la fecha- como inicio de un conflicto con el Estado municipal y provincial. "Nos niegan la propiedad comunitaria de esas tierras porque para ellos son fiscales y por eso no nos quieren reconocer nuestro derecho pero nosotros las defendemos, mis antepasados están ahí, y es donde desarrollamos nuestra autonomía, espiritualidad", destaca.
"Somos una piedra en el zapato"
Aymara Choque es abogada recibida de la UBA y activista indígena. Profesora en Ciencias jurídicas (graduada en la misma universidad), de origen Quechua por parte de la madre y Aymara de parte del padre, proveniente de una familia de músicos y expresiones artísticas originarias.
"Desde que nací soy consciente de mi identidad" —asegura; bandera que defiende y lleva con orgullo— "Pero cuando ingresé a la escuela, noté que ser diferente 'era algo malo'. Tenía cinco años aunque recuerdo cuando el primer día de clase me preguntaban cómo me llamaba, sorprendidos de mi 'nombre raro'.
"El acceso a la educación superior ha sido un desafío para la cultura de la cual provengo dado que la Universidad Argentina de gestión pública o privado no contempla en sus diseños curriculares la incorporación de las lenguas pre existentes al Estado Argentino, hoy lenguas minorizadas y
tampoco el pluralismo jurídico, ni la pluriculturalidad. El racismo, la exclusión son el común denominador de una sociedad hegemónica, monocultural, monolingüística de un pensamiento occidental blanco, por lo cual ver la injusticia, xenofobia, discriminación, de ser distinto, ha sido el común de mis días", visibiliza.
Y es que las lenguas indígenas no son únicamente símbolos de identidad y pertenencia de una comunidad. Aymara explica que son mucho más, que "en ella encontramos nuestra filosofías de entender la vida, nuestros principios, valores, usos y costumbres, formas de resolver los conflictos que suscitan en las comunidades; en ella están nuestros saberes ancestrales económicos, políticos, nuestras medicinas, pues constituyen la trama de los sistemas de conocimientos espirituales, en un todo con la madre tierra".
Aymara visibiliza que fue justamente una de las armas que se utilizaron para crear ese proyecto nación homogeneizador "pues en las lenguas se encuentra la resistencia identitaria de más de 528 años de conquista. La desigualdad, la superioridad jerárquica de la colonia y las masacre, genocidios en las que desaparecieron pueblos enteros no son factores favorecedores del contacto ni intercambio lingüístico".
"Antiguamente nuestra gente no tenía que pedir permiso ni ser requisados en una aduana, cruzaban la Cordillera tranquilamente. Hoy nos vemos obligados a estar escondiéndonos por buscar nuestras medicinas y si nuestros médicos y médicas intentan cruzar son fuertemente hostigadas. Es necesario que se visibilicen nuestros derechos como comunidades indígenas: que se nos devuelvan los territorios, para llevar a cabo nuestra autonomía, espiritualidad, buscar nuestra alimentación. Son los pilares que necesitamos como personas. El derecho a la medicina, a sanar como nosotros sentimos que nos vamos a curar; el derecho a maternar, a parir con nuestras parteras y no ser procesadas por eso; el derecho a la educación intercultural, que se reconozcan nuestras autoridades espirituales, nosotros como pueblo transfronterizo sufrimos las invasiones del Estado argentino (Conquista del desierto) y del chileno (Ocupación de la Araucanía)", expresa, por su parte, Marilin Cañio.
"Constantemente se vive con la bronca que te genera que una está en sus territorios pero no sólo defendiendo la propia vida sino de la sociedad en general porque en los cerros estamos protegiendo las fuentes de agua, peleando para seguir respirando aire limpio porque los monocultivos, las empresas multinacionales, mineras e hidroeléctricas vienen y rompen todo sin importarles nada. Hoy estamos padeciendo una pandemia pero sabemos que las multinacionales no dejan de trabajar (y pueden ocasionar otras pandemias). Son cuestiones fundamentales que los Estados deberían poner en discusión. Evidentemente no es lo que desean. Somos una piedra en el zapato para todas estas empresas a las que les están entregando nuestros territorios", denuncia.
"La pandemia no creó desigualdades, las exacerbó y reveló lo que siempre existió"
El estallido del coronavirus en el mundo puso de manifiesto la enorme brecha de desigualdad que sufren diversos sectores. La coyuntura comenzó a servir de excusa para hablar de lo que ya estaba ahí: que son unos pocos los que acceden a determinados privilegios mientras que las diferenciaciones sociales se profundizan. Desde los estudiantes sin acceso a Internet, el desempleo, el acceso a una alimentación, los abusos de género e intrafamiliares, y sí el atropello a las naciones indígenas.
"La pandemia no creó desigualdades, las exacerbó y reveló lo que siempre existió, pero que ahora se agravan, porque las situaciones de crisis o emergencia se prestan para los abusos, arbitrariedades, racismo, negación de derechos, ya sea por parte de las fuerzas de seguridad, funcionarios de diversos organismos, centros de salud, educación, o los agentes económicos, entre otros factores", explica Aymara.
La abogada puntualiza los impedimentos al acceso a la salud; las políticas sanitarias que se implementan de acuerdo a la perspectiva biomédica, sin contemplar la pertinencia identitaria indígena cultural y lingüística; los beneficios sociales que no contemplan las condiciones propias de la ruralidad o los barrios donde viven, cuya falta histórica de infraestructura supone en muchos casos la falta de conectividad, lo que dificulta llenar formulario por ejemplo el IFE (Ingreso Familiar de Emergencia); así como sucedió con la educación por la falta de conectividad.
"Desigualdad hubo, hay, y evidentemente para los pueblos indígenas y sobre todo para las mujeres indígenas pobres siempre va a haber", denuncia Marilin. "Lamentablemente hoy en plena pandemia tenemos hermanas, por ejemplo, en Chaco, que no tienen agua para tomar, y mucho menos para lavarse las manos cada quince minutos. Es un espanto, tienen que abrir el agua de los charcos para sus hijos y cuando tienen un ingreso de dinero lo tienen que invertir en una botella de agua, algo tan esencial como el aire mismo. Es algo que nos conmueve mucho y justamente por eso decidimos unirnos entre hermanas para poder llevar esta lucha y estas demandas al Estado y ser escuchadas, que se entere la sociedad porque muchas veces no se visibilizan las situaciones y parecen que no existen", asegura.
"Los abusos cometidos por la policía constituyen un importante foco de preocupación"
"La marginación e invisibilización histórica que enfrentamos los pueblos indígenas en Argentina y la persistencia de estos patrones en la cultura institucional de las fuerzas de seguridad, la discriminación sistémica y el racismo, se manifestan de distintas maneras, pues con frecuencia somos llevadxs bajo arrestx debido a que se nos tipificx 'delito' en la defensa y resistencia en nuestra territorios, siendo esta una deficiencias grave en la protección de los Derechos Humanos. Los abusos cometidos por la policía uniformada constituyen un importante foco de preocupación", visibiliza la abogada Choque.
Mientras que la activista Marilin Cañio puntualiza en que muchos de estos casos no llegan a ser denunciados debido al temor y a la inoperancia de estas fuerzas de seguridad en favor de sus derechos.
"Vivimos con los territorios militarizados, hay un hostigamiento constante, la presión hacia nuestros pueblos de nación mapuche se ha hecho visible por la desaparición seguida de muerte del compañero Santiago Maldonado que todavía nos duele, es una herida que está abierta; también nos duele la muerte de Rafael Nahuel, que de hecho al ser indígena y pobre, no ha tenido tanta repercusión. Así tenemos un montón de hermanos y hermanas encarcelados injustamente como presos políticos", sostiene.
En base a ello, desde el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir desarrollaron la campaña "Basta de chineo", mediante la que alzan sus voces y reclaman a la Justicia la implementación de un protocolo para proteger a las mujeres, niñas indígenas y a sus familias. Tipificar el chineo como crimen de odio, que sea un agravante de violencia hacia las cuerpas indígenas y que se incluya su tratamiento en la ESI (Educación Sexual Integral) para prevenirlo y combatirlo.
Integrantes de naciones indígenas enfatizan sobre esta diferenciación: el chineo es la violación de las niñas y mujeres originarias, no es un pensamiento ancestral sino que le pertenece al opresor, al criollo. ¿Creíamos que el proceso de conquista e imposición cultural había terminado?
"Esta palabra da cuenta de cómo se han devaluado nuestras cuerpas y vidas", denuncia Marilin, quien determina los puntos en los que se basa la iniciativa: "que se lo declare como imprescriptible; que se responsabilice e imposibilite trabajar en territorios indígenas a empresas que tengan entre sus trabajadores a machos violadores; que se de de baja con deshonra a todo tipo de personas que formen las fuerzas de seguridad y violen a nuestras niñas y mujeres indígenas".
Las persecuciones siguen vigentes en los territorios y el caso de la Machi Mawün Jones es uno de ellos. "La, lo, les Machi es una autoridad originaria del pueblo mapuche. Transmiten en gran medida su gran conocimiento por medio de hierbas naturales en la curación física y espiritual de las personas. Su sabiduría es heredada de ancestros y ancestras, es decir que es un legado familiar. Su rol es fundamental en el desarrollo del pueblo mapuche ya que es la conexión entre las personas y las energías, fuerzas espirituales y físicas de la mapu(tierra)", explica Marilin, y señala que les machis se dedican a curar a toda persona que se acerque a elles, no se reservan a sus compañeres de comunidad.
Debido a la existencia de fronteras entre Puelmapu (territorio mapuche en Argentina) y Wallmapu (Chile), les machis no pueden transitar libremente llevando el lawenen (la medicina) y sufren un constante acoso por parte de la policía y los funcionarios fronterizos, de ambos países; por lo que el Movimiento de Mujeres Indígenas por el Buen Vivir impulsó la iniciativa "La cordillera no es frontera", para visibilizar el atropello.
La Machi Mawün Jones llegó a Puelmapu en marzo para visitar a pacientes que estaban en tratamiento, sin embargo no pudo regresar a su hogar donde está su marido y su rehue (lugar sagrado, centro de la comunidad, un espacio sumamente importante), y gestionó todo tipo de autorización para regresar a su vivienda pero hasta el día de hoy las autoridades chilenas le niegan el paso. Desafortunadamente su visado perdió validez en el marco de la pandemia y tampoco acepta su libreta de matrimonio como documento de respaldo por parte de las autoridades chilenas que esgrimen el argumento de que no cuenta con la documentación que avale el hecho de que se haya radicado en dicho país.
"Toda esto evidencia una lógica estatal colona que se niega a reconocer la necesidad física y espiritual de la Machi Maw. Estamos hablando de que corre riesgo de muerte una autoridad central para la comunidad mapuche", señala Marilin.
"Somos millones"
Las comunidades están, son visibles y deben ser prioridad para todos los Estados que garanticen sus accesos y derechos. No quiero cerrar esta nota sin hacer hincapié en el orgullo de estas identidades, de las que mucho nos queda por aprender, a las que tanto les debemos.
Las historias de América antes y después de 500 años de recibir este nombre, son la fuerza de los pueblos que no podrán derribar. Como expresa la iniciativa "Octubre Marrón" del Colectivo Identidad Marrón: "La sola existencia de nuestros rostros, apellidos y pieles es la muestra rampante de que estamos y estaremos en todos lados. No somos uno en un mar de gente blanca. Somos millones. Somos millones yendo a marchas, estudiando, profesionales y no profesionales. Sin aportes, con aportes. Músicxs, cineastas, actorxs, fotógrafxs. Estamos más cerca de representarnos de un modo más legítimo. Esa legitimidad no necesita permiso. ¿Una ofrenda a la Pacha? Si. Es nuestro color de piel. Son nuestros rasgos. Venimos a buscar la igualdad real para el ahora, por el pasado y para el futuro".
"La intersección de género, origen étnico y clase social ha sido en mí una oportunidad para incorporar en los espacios académicos y de desempeño laboral los grandes desafíos. Es mi deseo superar las grandes barreras de acceso a la Justicia, entender que el enfoque 'intercultural' se utiliza conceptualmente para profundizar procesos de asimilación cultural, para garantizar el statu quo que obviamente es monocultural, y hegemónico y monolingüe y siempre descalificante de nuestros saberes, conocimientos, usos y costumbres, pues este salto implica un rediseño profundo de las instituciones y sociedades que va más allá del reconocimiento y respeto algo distante de la 'otredad' indígena", expresa Aymara Choque.
"Lucho por la libre determinación de los pueblos: la medicina, la forma de maternar, nuestra espiritualidad y autonomía. Por un buen vivir, ya que vivimos en la resistencia constante. ¡Que nos dejen de matar! Somos las voces de los territorios, las guardianas de la tierra", concluye Marilin Cañio.