Midge se sube al escenario. En realidad estaba lista hace horas, pero tuvo que soportar que el dueño del bar la dejara para el final luego de una larga lista de colegas, que se burlaron de ella por ser mujer y dedicarse a la comedia. Cuando finalmente llega su turno, no solo se gana los aplausos del público, sino también denuncia una realidad:
“Los hombres dicen que las mujeres no son graciosas. La comedia se alimenta de la opresión, de la falta de poder, de la tristeza y la decepción, del abandono y la humillación. ¿A quién describe eso más que a las mujeres? A juzgar por esos estándares, solo las mujeres deberían ser divertidas”.
La serie de Amazon, escrita, producida y dirigida por Amy Sherman-Palladino (“Gilmore Girls”), sigue la historia de Miriam “Midge” Maisel (Rachel Brosnahan), una ama de casa judía del Upper West Side, Estados Unidos, que incursiona en el mundo del stand up en la época de 1950. Con una ambientación, vestuario y elenco impecable, a lo largo de tres temporadas aborda temas como estereotipos, sexismo, feminismo, religión, todo a través de la comedia.
Con 20 nominaciones, es una de las principales candidatas de cara a la próxima gala de los Emmy, que se celebrará en septiembre en plena pandemia. Tiene un historial que la favorece: arrasó en la edición pasada de los premios, como también en los Globo de Oro, los Critic's Choice Awards y los SAG.
¿A qué responde el éxito? ¿por qué es importante la deconstrucción de estereotipos en el humor? ¿se puede hablar de una serie feminista? ¿cuál es la realidad de las mujeres en la comedia en la actualidad? Para responder estas preguntas, Filo.News dialogó con la primera comediante de stand up mujer en Salta, La Quipi, con la creadora del primer Festival de Stand Up y Rap hecho por mujeres, Jessica Echegaray, con la comediante y productora Florencia Tejero Ponte, y con la periodista especializada en cines y series, Soledad Venesio.
El “mandato de la feminidad”: ¿podemos hablar de una serie feminista?
Upper West Side, Nueva York, 1958. De día, Midge toma las medidas de su cuerpo y las anota en un cuaderno. De noche, cuando su marido duerme, se escapa al baño y se pone los ruleros, se saca el maquillaje y se pone crema en la cara. Antes de que él se despierte, corre al baño para arreglarse otra vez, y hacer como si no pasara nada.
Ella creía que tenía una vida “perfecta”. Estudió literatura rusa, fue a la misma universidad que Katherine Hepburn, siguió las tradiciones religiosas de su familia, hasta que se casó y se mudó con Joel Maisel (Michael Zegen), con quien tuvo dos hijos. Su nuevo objetivo, entonces, fue ser la mamá ideal y esposa sacrificada, que busca acompañar y satisfacer todos los deseos de su pareja.
Teniendo en cuenta los privilegios de su posición social, en una vida elegante, lujosa y sofisticada, la serie usa la comedia para poner en cuestión todo lo que se esperaba de las mujeres en la época, para lo que eran educadas: cumplir con la belleza hegemónica, formar una familia, quedarse en el hogar, donde tenían que cumplir todas las tareas domésticas. Según evalúa Venesio, era lo que “se consideraba lo correcto para ‘una señorita de clase alta’ en la época”.
“Más allá de la época, creo que la construcción más importante también tiene que ver con la clase social a la cual pertenece el personaje: no era usual que una mujer salga a trabajar, que sea independiente y, menos aún, que se involucre con el mundo del espectáculo y la comedia, un universo que, por muchos años, para la clase alta fue bajo y poco intelectual”, explica.
Pongamos un poco en contexto. Período de posguerra en Estados Unidos, la serie abraza la convulsión cultural de los 60’: hippies, racismo, banda sonora de Frank Sinatra, Perry Como, Connie Francis y Peggy Lee. En la comedia, relucían figuras como Richard Pryor, George Carlin y Lenny Bruce, quien existió en la vida real y también se animaba a hablar del lado oscuro de la sociedad norteamericana. A su vez, nos encontramos en la puerta de la Segunda Ola Feminista, bajo el lema “lo personal es político”, donde cobraban fuerza figuras como Betty Friedan y el “malestar sin nombre” por el “mandato de la feminidad”.
En este universo histórico, la serie comienza su relato artificial y satírico, donde Midge conoce la adrenalina de agarrar el micrófono y subirse al escenario. Justamente, así comienza el primer capítulo de la serie: con una escena de ella hablando frente a todxs el día de su casamiento, demostrando su talento, espontaneidad y carisma.
Amanda Gleason, Fanny Midge, Lotte McAllister, el nombre lo improvisaba minutos antes de comenzar el show. Finalmente eligió llamarse “Mrs Maisel”, en referencia al apellido de su marido. ¿Es correcto que lo use como tarjeta de presentación profesional? “Maisel es aquel personaje que inventó para tener esa vida soñada y ser esa mujer caída del cielo, pero también es aquella mujer quebrada y borracha que se sube al escenario por primera vez y la rompe ¿no? Entonces ¿por qué no conservar Maisel como su nombre artístico? Además volvamos a la época: las mujeres adoptan el apellido de sus maridos y lo veían como algo natural”, resalta la periodista.
El escenario se vuelve su lugar de comodidad, en una pasión y una forma de vida, por fuera del hogar y lejos de lo que se esperaba para la mujer en ese entonces. No obstante, la serie no quiere ser un retrato fiel y real sino ironizar la época: “La fórmula detrás de la serie es que no se busca un relato o retrato realista de una mujer de 1958, sino que tomó muchos elementos del imaginario común y los llevó a la exageración. La verdadera inteligencia en el guion está en que, ese extremo, construye una verosimilitud muy fuerte para con la audiencia; y usa eso para crear comedia”, opina Venesio.
La serie cuenta con un elenco femenino liderado por Midge (Rachel Brosnahan) y Susie (Alex Borstein) a la cabeza. Según analiza la periodista, a lo largo de la historia de la televisión hubo personajes femeninos “alucinantes y disruptivos”, desde “Murphy Brown” hasta “Damages”, y muchos de ellos encabezaron ficciones exitosas. Sin embargo, representan “la excepción, las menos, quizá en la grilla encontrabas dos o tres casos así”.
Detrás de la pantalla, a su vez, Amy Sherman-Palladino se encarga de la dirección, guión y producción. ¿Por qué es importante la mirada de las mujeres detrás de cámara? La teórica y profesora de cine, Laura Mulvey, puso en discusión la mirada masculina imperante en el mundo de Hollywood, donde la mujer es considerada como objeto. Así lo analizó en su ensayo Placer Visual y Cine Narrativo (1975), donde indica que la dominación masculina se extiende desde la cámara que graba, el público que observa y los personajes que se muestran en pantalla.
El feminismo, en este sentido, permitió abrir la conversación e iluminar el tema para poder debatir y reflexionar: “Permite hablar sobre la construcción de la mujer en la ficción, la representación, la falta de diversidad. Eso abrió la puerta a ficciones con mirada de género, que buscan construir y ser representantes de la diversidad. No solo en la comedia. Creo que el feminismo es justamente eso, abrir espacios para que la diversidad diga presente”, considera Venesio.
¿Se puede pensar a “MarvelousMrsMaisel” como una serie feminista? partiendo de la base, aprueba el Test de Bechdel al cumplir ciertos criterios: aparecen más de dos personajes femeninos, dialogan entre ellas y no sobre hombres. “Creo que definitivamente es una historia con mirada de género y en donde, todos los personajes, se construyen de manera muy consciente e interesante. Los estereotipos que se perpetúan, son intencionales y con un objetivo claro”, evalúa la periodista.
Entre las producciones de comedia demás recientes que cumplen con perspectiva de género, se puede citar a “Fleabag” o “Russian Doll”. Sin embargo, Venesio considera que todavía hay un largo camino por recorrer: “Las mujeres todavía luchamos por la igualdad de oportunidades y porque nuestro género no sea usado como impedimento o traba. Algún día hablaremos solo de ‘personajes’ fuertes, o de miradas artística y dirección sin destacar que detrás de eso hay una mujer”.
De la ficción a la realidad: las mujeres en la comedia
Se llama Graciela Quipildor, aunque todxs la conocen como La Quipi. Su primer contacto con la comedia fue hace siete años, “a observación, prueba y error”, tras atravesar el divorcio con su pareja. Comenzó escribiendo chistes en las redes sociales, realizó un curso de stand up que le regaló una amiga y se animó a subir al escenario con otrxs comediantes. Ahí se dio cuenta de que quería dedicarse a eso: “Me salvó el humor. Me salvó de todas las formas posibles. Me enamoré de escribir, del escenario, del público, de la risa y del aplauso. Me dio amigos, independencia económica, confianza, soltura, seguridad, impunidad y caradurez”, cuenta.
Se convirtió en la primera comediante de stand up mujer en Salta, conductora del programa de humor de actualidad "Sicarios" de Radio Mitre Salta, y docente de stand up. En la actualidad, como todxs lxs comediantes, se vio obligada a reinventarse y adaptarse exclusivamente a lo virtual, al menos por un tiempo, debido a la cuarentena. “Seguí siendo graciosa en redes, gratis, escribiendo, me seguí riendo de mí y de todo. Sentí la necesidad de hacer reír no solo porque yo lo necesitaba, sino porque la gente también se estaba marchitando. Mi aporte fue dar lo que sé hacer. Y recibo mucha gratitud y cariño por eso”, afirma.
Según confiesa, vio la serie completa en un fin de semana: “Me encantó. Me gustó la propuesta de contar la construcción de una comediante, sin caer en el cliché de hacer girar la historia de una mujer en base a cómo conciliar su rol de soñadora y madre”, asegura. En su caso, cuenta que se sintió interpelada con la historia: “Me llevó a mis comienzos. Al entusiasmo por escribir, al riesgo de improvisar, al sueño de ver escenarios posibles y decir ‘yo quiero estar ahí’. Ver la serie y pensar: ‘Yo también tengo una historia que quiero contar y me hace única’”, afirma.
La comediante asegura que logró identificarse con la protagonista en varios ejes: “Saberse políticamente incorrecta y provocadora y no poder dejar de serlo. La disyuntiva entre contar una verdad que puede ser muy graciosa para el público, pero que puede ofender a alguien que querés. Laburar gratis al principio hasta pagar el famoso ‘derecho de piso’. No saber explicar bien qué hacemos en el escenario a alguien que cree que somos contadores chistes. El querer aprender de los grandes y subestimar la propia originalidad y grandeza hasta que te la reconocen y recién entonces la ves”.
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Flor Tejero Ponte es comediante argentina y licenciada en sociología. “Yo me permití verme como comediante por primera vez cuando vi a Luciana Faistman. Me hizo reír muchísimo y era una piba que tenía su trabajo de oficina, que no tenía contactos en el medio, que empezó ‘de la nada’. Una mina que podía ser yo. En ese momento me anoté a clases de Fernando Sanjia”, recuerda. De día trabajaba en oficina, a la tarde iba a estudiar y a la noche era comediante.
“Decidí intentar dedicarme a esto cuando me di cuenta que era lo que me hacía feliz, me divertía, tenía que encontrarle la vuelta a que me sea rentable y empecé a producir. Producir también me gusta mucho”, confiesa. Como todxs, Tejero Ponte cuenta que logró adaptarse a la cuarentena a través de la modalidad de streaming, como productora del comediante Pablo Molinari. “Apostamos a hacer un show online que le fue muy bien y que vamos a repetir el 28 de agosto”.
“Me encanta que haya una serie de comedia que esté escrita y pensada para mujeres”, revela. Su personaje preferido, según cuenta, es Susie: “La amo, le creo todo, ella es libre, no busca ser hegemónica, cree en Midge porque es buena, no por ser mujer, eso me parece lo más valorable de la serie. Ella es una muy buena comediante y Susie lo ve, no es complaciente”.
De todas formas, rescata: “En Estados Unidos es muy distinto a cómo se vive acá y la historia. Allá hay una figura de representantes que acá no hay. Muchos tienen productores, pocos tienen representantes. Más que nada los que están más con cosas en la tele”.
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Jessica Echegaray es actriz mendocina, y hace 10 años que se dedica a la comedia. Fue creadora del 1º Festival de Stand Up y Rap hecho por mujeres, y que contó con la presencia de exponentes como Charo López, Natacha Vásquez, Ana Carolina y más.
“El evento surgió de nuestras ganas de generar un encuentro con artistas mujeres, generar nuevos espacios y compartir con personas que teníamos ganas de trabajar y admiramos. Está bueno generar espacios donde sentirse contenidas”, explica.
Para ella, el stand up es una “forma de vida”, por lo que plasma arriba del escenario todo lo que pasa a su alrededor, desde “parejas, los trabajos, el autoestima, las crisis de edad”.
Según considera que la serie permite replantear paradigmas como comediantes: "Me pareció buenísima. Me sentí muy identificada, con lo que cuesta al principio, con el despertar de ella en el humor y cómo se va dando cuenta que lo que le pasó en la vida es gracioso y se puede hace reír a las personas con eso. No todas las mujeres que se separan quieren subirse a un escenario y hacer stand up, pero por lo menos al ver los capítulos nos planteamos: ¿bueno y yo que haría? ¿y yo que quiero hacer? Y eso es felicidad”.
Por qué deconstruir el humor
La serie se estrenó en 2017, en el fulgor del movimiento #MeToo y Time’s up en Estados Unidos, y en la ironía de que sea una comedia sobre una comedia, muestra una realidad: el machismo en la industria del stand up. ¿Cuál es la visibilización que tienen hoy las comediantes? ¿cómo cambió el humor con el paso de los años? ¿por qué es importante la deconstrucción de estereotipos en los chistes?
Vamos por partes. El humor no es lo mismo para todxs, y no es el mismo que antes. El filtro social fue cambiando, dónde poner el límite; así se ve en los números: según informó la consultora D’Alessio Irol para Clarín en 2018, el 57% de las personas entrevistadas “ya no se ríe de lo mismo”: “A la mayoría le molesta las bromas inspiradas en mujeres o que aluden a alguna característica de las personas que no cumplen con el estándar de belleza y también los que caricaturizan una sexualidad que no sea esencialmente heterosexual”.
Para eso fue necesaria la deconstrucción de estereotipos en los chistes, tanto en el público como en lxs humoristas. “No podemos reírnos de los mismos chistes porque evolucionamos, en lo personal y como sociedad, estamos en constante cambio y el humor tiene la magia de poder mostrarlo así de claramente”, afirma Echegaray y continúa: “Considero que antiguamente el rol del ‘ser gracioso’ le correspondía más al hombre, si bien claro que actrices mujeres hubo, eran en su mayoría varones. Actualmente las mujeres tenemos ganas de contar, tenemos ganas de mostrarnos y de sentir la identificación de las demás personas. A mi a la salida de un show un señor me dijo ‘para ser mujer sos muy graciosa’ como si fuera una excepción”.
La comediante considera que en la actualidad las redes sociales tienen un papel primordial en la visibilización del trabajo femenino: “Hoy podes generar tu espacio desde estas herramientas. Y los teatros y bares están abiertos a las comediantes, ya somos muchas más. Igual, no es lo mismo ser comediante feminista en Buenos Aires, que en el interior”. Así coincide Tejero Ponte: “El espacio que se da es poco, como pasa con todos los rubros. Cuando empecé la lógica de los shows era así: 5 comediantes por show, 4 hombres, una mujer. A la mujer no se le perdonaba ser mala o regular, al hombre sí. El hombre tenía tiempo para mejorar, la mujer era una fracasada que se tenía que dedicar a otra cosa”.
Uno de los argumentos con los que frenaban a Midge o se burlaban de ella en la serie era “Las mujeres no pueden hacer humor”. Para Tejero Ponte, comediantes como Malena Pichot o Dalia Gutmann “allanaron el camino para que muchas otras comediantes pudiéramos tener espacio”: “Muchas comediantes mujeres tenemos en nuestros videos de Youtube o en redes comentarios como ‘sos la única mujer que me hace reír’, a los hombres no le ponen eso. A mí me pasó y no lo tomé nunca como un cumplido. No es un cumplido, los mando siempre a ver más mujeres. Necesitamos revertir ese pensamiento y la única manera que yo encuentro es que cada vez seamos más y mejores”, continúa.
En la serie, las principales situaciones que la protagonista plasma arriba del escenario se encuentran su familia, imposiciones del judaísmo, la relación con su ex, o la burla machista de otrxs comediantes, todo lo que atraviesa a nivel personal, sus pensamientos y deseos. En el caso de La Quipy, según confiesa, el interés radica en “explorar los temas que hacen reír a los salteños” bajo perspectiva de género. Para eso, explora las paradojas machistas, estereotipos de belleza, pareja y más.
¿Cómo se combina el humor con la religión? "Hay infinitas formas de vivir el judaísmo: religioso, secular, tradicional, ortodoxo, humanista, etc. La serie está buena porque las representaciones que tenemos hoy no son tantas y Maisel suma una mirada que hace falta: la de una familia que se mueve por círculos de la cole pero también está integrada en la sociedad no-judía. Los rituales religiosos aparecen solamente en momentos específicos y en un segundo plano, pero se los respeta (Iom Kipur, Brit-milá). En cambio la cultura y los ámbitos sociales comunitarios aparecen con mucha más centralidad", analizan desde Judíes Feministas, la agrupación que piensa la religión bajo perspectiva de género, en diálogo con este medio.
Luego siguen: "El humor sobre temáticas judías existe y está bueno porque hay comediantes judíes. Si hay chistes y shows sobre trabajar en una oficina, o sobre la vida de una familia clase media secular, ¿cómo no va a haber chistes sobre gente que va al seder de pesaj, al club y a una fiesta de Bar Mitzvá? ¡Es una mina de oro de contenido! De todas formas el humor judío no suele ser específicamente religioso sino que suele basarse más en vivencias familiares, culturales y comunitarias. Es sanador poder identificarse con alguien que habla de las cosas “raritas” que le (y nos) pasan".
La serie llega luego del estreno de "Poco Ortodoxa" en Netflix, donde una mujer judía escapa de un matrimonio arreglado en Brooklyn para comenzar una nueva vida en el exterior. Basada en la autobiografía de Deborah Feldman, desde la agrupación opinan que es "imponente como historia de liberación e intrigante como ventana hacia la comunidad ultraortodoxa a la que suele ser difícil acceder desde afuera".
"Aunque de forma mucho menos extrema, Midge también rompe con un montón de mandatos y emprende un recorrido de liberación. Estas mujeres fuertes, que dislocan esquemas dentro de la comunidad judía nos ayudan a disparar las preguntas sobre la intersección entre judaísmo y feminismo. El humor es una de las formas más geniales que tenemos para hablar de nuestra propia historia, como personas y como colectivo. Está buenísimo que exista y sea difundido", indican.
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¿Qué significa pensar en humor feminista? según considera La Quipy, es poder ocupar un lugar poderoso para observar, deshacer y construir de nuevo lo que nos vendieron como verdades: “Es ser honesta con una misma y a la vez coherente. El feminismo cambió mi discurso. Ya no tengo ganas de reírme de otras mujeres con crueldad, empezando por mí. Ya no quiero hacer chistes haciéndome daño para que otros se rían. Me río de mí pero no me destrozo como antes”, asegura.
Como feminista, Tejero Ponte confiesa: “Ahora escribo sobre la maternidad. Mis primeros chistes los quise hacer sobre fútbol y decía ‘yo hacía la que me gustaba el fútbol para levantarme chabones’. Después lo borré, ¿por qué decía eso? eso es parte de mi deconstrucción”. Sin embargo, todavía queda mucho por recorrer en la lucha; en palabras de Echegaray: “La desigualdad de género es algo que sucede en la vida cotidiana, el humor es el reflejo de la realidad, es así como también se ve plasmado en esta área. El stand up feminista habla de la valoración propia, la lucha y las contradicciones. Es importante reír con respeto”, afirma.
Cada show, antes de subir al escenario, la manager de Midge le recuerda su lema: “Tetas arriba”. En pocas palabras, la frase hace alusión al empoderamiento femenino y el desafío de derribar los estándares patriarcales a través de la risa, una lucha que no reconoce épocas ni pandemias.