Julio Chávez dice que no maneja pero que puede manejar mejor que cualquier actor que sepa. De chico creció mirando las maniobras, y cómo se prepara el cuerpo frente al volante, y es un convencido que el abocarse a la escena seguro de lo que está haciendo lo dispone hasta incluso con más habilidad que muchos concentrados en el auto.
Nació en el barrio porteño de Nuñez en 1956, sus padres lo llamaron Julio Hirsch, y hay quienes dicen que de pequeño soñaba con ser bioquímico. Lo que sí recuerda fue que su histrionismo, o su necesidad de expresarse en los ámbitos sociales, lo llevaron a destacarse para bien o para mal en el colegio. Quizá porque como expresa el dicho, todos los genios son seres incomprendidos.
Fue en un acto escolar, en el que representaron la invasión de Cristóbal Colón al territorio americano; no, su papel no era el protagónico sino un soldado que solamente decía: "Cielo, agua, el fondo del mar". De pie en el escenario, sintió con claridad el impulso de lo que, tal vez sin saberlo, andaba buscando. "Fue la primera vez que sentí que el mundo me miraba", contaría años después en televisión, así como que ese día el vicedirector le dijo a su madre que lo enviara a estudiar teatro.
Aunque su formación llegó más tarde, cuando en un campamento una compañera lo invitó a unirse al club de teatro, y ante el desconocimiento del en ese entonces adolescente, le dijo que podían jugar a simular escenas: y recrearon una trágica muerte.
Ingresó al Conservatorio en uno de los períodos más oscuros de la historia de nuestro país con profesionales reconocidos como Agustín Alezzo - junto a quien mantendría un fuerte lazo de amistad e incluso lo dirigiría en la obra que le valió el Premio ACE, "Yo soy mi propia mujer" (en la que homenajearía a su padre)-, Luis Agustoni, Carlos Gandolfo, entre otros.
Actor, autor, director de teatro, artista plástico y maestro. Creció cuando formarse para "ser el Mejor Actor" era un objetivo -o así le gusta expresarlo-, y sostiene que la preparación académica parte de un deseo individual. Con una extensa trayectoria en cine, teatro y televisión. Infinidad de premios y la categoría que hoy lo encuadra en uno de los más célebres del país.
Comprador de decenas de libros. Analítico de las cuestiones humanas, para muchas de ellas llevarlas a escena: "Hacer de la diferencia una expresión y no un castigo era muy importante y se debe agradecer", expresa. Actor en la vida misma.
En Filo.News, celebramos sus 65 años con un repaso de cinco de sus ficciones televisivas.