A los 85 años, el productor es protagonista de una serie que cuenta su vida y su extensa trayectoria en los medios.
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La periodista publicó un nuevo thriller periodístico, “Born y Quieto: la negociación secreta entre el magnate y el montonero”, la tercera entrega de una saga que reconstruye la historia de Montoneros a través de dos secuestros: el que les da origen y el que marca su final. En diálogo con Filo.news la autora indaga en los pormenores de esta novela que se sitúa principalmente en 1975, uno de los años más agrios e incómodos de la historia argentina.
1975 fue un año vertiginoso, incómodo, bullicioso, poco reparado a la luz de la actualidad y la antesala del último golpe cívico-militar que abriría uno de los capítulos más oscuros de la historia Argentina. Dos años antes, Juan Domingo Perón había vuelto del exilio y con menos de un año de gobierno falleció, en julio de 1974. En su lugar asumió su viuda y vicepresidenta, María Estela Perón, una figura de poca legitimidad social que gobernó codo a codo con José López Rega, ministro a cargo de la Triple A, grupo terrorista paraestatal.
En vida, Perón se había desligado de Montoneros, una guerrilla armada que nació con la proscripción del peronismo, compuesta mayoritariamente por jóvenes rebeldes que actuaban en su nombre, y los echó de la Plaza de Mayo. Fue entonces cuando pasaron a la clandestinidad y desde allí reiniciarían la lucha armada. Pero, ¿por qué es importante poner bajo la lupa a los acontecimientos previos al 24 de marzo de 1976?, ¿quiénes fueron los Montoneros y qué rol cumplieron en este período?
María O’Donnell nos invita a explorar esta década a través de un episodio único y sin precedentes: el secuestro de los hermanos Born, un hecho social y político que estudió a fondo y plasmó en una trilogía de novelas periodísticas de su autoría. En exclusiva para este medio, la autora adelantó que existe un incipiente proyecto para que también se convierta en película.
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“Born y Quieto: la negociación secreta entre el magnate y el montonero”, es el tercer libro de la que podría considerarse una saga sobre Montoneros, una de las organizaciones armadas que marcaron el pulso de la escena política de los años 70 en Argentina. “Al final, entre el primer Born y este son más de 10 años de trabajo, desde que arranqué a investigar hasta que se publicó”, repasa la autora en diálogo con este medio.
La primera entrega llegó en 2015, con “El secuestro de los Born” el primer libro en el que la periodista indagó exhaustivamente en un hecho que parecía olvidado para la memoria nacional: el secuestro de Jorge y Juan Born, hijos y herederos de uno de los magnates más poderosos del país, dueño de la empresa Bunge & Born, holding que controlaba el tráfico mundial de cereales y otras industrias.
Su rescate pasó a la historia por ser el más caro del que se tenga registro: a cambio de la vida de los hermanos su padre pagó sesenta millones de dólares, monto que al día de hoy se calcula en más de 330 millones. Lo especial de este thriller periodístico es que la autora recopiló las memorias en primera persona del relato del mismísimo Jorge Born, protagonista de los hechos y negociador de su propio secuestro.
En 2020 llegaría “Aramburu: El crimen político que dividió al país”, texto que reconstruye el secuestro y asesinato de Pedro Eugenio Aramburu por parte de un grupo de veinteañieros que, disfrazados de militares engañaron a uno de los cuadros políticos cruciales en la proscripción del peronismo, la cara de la Revolución Libertadora.
Así nacía Montoneros, una organización de la que nadie había oído hablar pero que pondría en jaque al poder cívico-militar de esos años. Para este tomo, O’Donnell visitó en su exilio en España a Mario Firmenich, líder de la agrupación montonera y ejecutor del crimen del que nunca se arrepintió.
(Jorge Born, en una foto tomada durante su cautiverio, que duró nueve meses)
“Entre ‘Born’ y ‘Aramburu’ cuento un poco la historia de Montoneros a través de dos secuestros: el que le da origen y nacimiento y el del final. Porque termina siendo el final. Sí hay secuelas; el exilio, las contraofensivas fallidas, pero definitivamente es el final de Montoneros”, afirma la autora.
En 2023 llega “Born y Quieto: la negociación secreta entre el magnate y el montonero”, la tercera parte de esta saga que se salió por completo de los planes de la autora pero que nació como una necesidad, un impulso, frente a la aparición de un material inédito y prometedor: las desgrabaciones de cada una de las conversaciones que los secuestradores mantuvieron con José María Menendez, empleado de Bunge y Born y encargado de negociar el secuestro de sus jefes, al que se le delegó, posiblemente, la tarea más difícil de su vida.
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¿Por qué este caso y por qué este momento de la historia argentina?
Para mí fue accidental, no entré a los ‘70 con ganas de decir algo específico ni con una agenda. Me doy cuenta que en la bibliografía de esos años por ahí sí hay una determinación de entrar en la discusión sobre los ‘70, que es muy intensa, con un objetivo determinado. En realidad me cautivó la historia del secuestro de los Born como algo impresionante. Eso me obligó a estudiar primero un poco de los ‘70 y después sí, me empecé a enganchar. Por eso escribí “Aramburu” y ahora “Born y Quieto”, que es un libro anclado en 1975, específicamente, un año muy intenso y poco observado.
Cuando digo que no entro con una agenda quiero decir que hay que entender cuál era el momento en el que las FF.AA irrumpen después de haber interrumpido muchas veces el proceso democrático, del ‘55 en adelante, y antes también, con un proyecto mucho más brutal, descarnado, que después deviene en lo que conocemos como el terrorismo de estado. Pero es un proceso, no es algo que empieza el 24 de marzo de 1976.
(Roberto Quieto fue un abogado, dirigente de Montoneros, secuestrado y desaparecido el 28 de diciembre de 1975)
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Los documentos que impulsaron “Born y Quieto” llegaron a las manos de María en enero de 2016 y de una forma peculiar. De vacaciones en la ciudad de Londres, revisando su cuenta de Facebook, la periodista se encontró con un mensaje de uno de los hijos de Menendez, quien le reveló la existencia de las desgrabaciones que completarían el rompecabezas que había comenzado con la primera publicación del caso.
“Primero fue una pesadilla, también curiosidad, como un imán. Me di cuenta que me iba a encontrar con ese material que no sabía que existía. Primero pensé si el libro anterior estaba bien, si había cometido grandes errores. Tenía la versión de Jorge Born, quien me había contado que había participado en su propia liberación, no sabía cuánto. Era algo que tampoco podía inventar. Llegué hasta lo que él me contó pero había mucho más de cómo él había intervenido en esa negociación. Por suerte el nuevo material encajaba bien, de hecho lo iluminaba de otra manera y no contradecía mi reconstrucción anterior, cosa que me tranquilizó. Pero terminé de leer y dije ‘voy a tener que escribir otro libro’”, confiesa María.
En definitiva, “Born y Quieto” se vuelve una novela sobre dramas humanos enormes, cercanos, cotidianos, pero envueltos en un conflicto que parece salido de una trama de ficción. “Es el drama de Jorge Born con su propio padre. Es el drama de Quieto con su familia y con Firmenich. Hay varios dramas e incluso se genera una alianza loca entre los dos negociadores. Los dos quieren terminar, los dos se necesitan, los dos están hartos y quieren confiar el uno en el otro. Se genera un vínculo ahí también. Hay muchas situaciones vinculares”, cuenta María.
Juan Born fue liberado en marzo, su hermano Jorge en junio. En realidad, ninguno de los dos se libró nunca de los efectos que les causó aquella experiencia traumática. En diciembre, Quieto fue secuestrado por la policía y acusado de traidor por su organización, por haber violado en repetidas ocasiones las reglas de seguridad. Luego fue enjuiciado y abandonado por sus propios compañeros.
En 1976, Firmenich ya se había exiliado, primero a México y después a Cuba. Parte del motín fue a parar a Cuba, otra parte al banquero Graiver, muerto en México en un accidente. La ruta del dinero aún es un misterio sin resolver. Ayudado por Menem y asociado con Galimberti, Jorge intentó recuperar parte de ese monto en los ‘90, casi sin éxito.
(Quieto, Firmenich, Galimberti y Vaca Narvaja, parte de la cúpula de Montoneros en agosto de 1973)
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A medida que ibas estudiando a las personas involucradas en el caso y su desarrollo, ¿cuál de todas te generó mayor sorpresa?
Jorge Born ya me había sorprendido en la primera edición. Un heredero que tiene que luchar contra su propio padre, que igual quiere cumplir su destino, que es ser el heredero y no puede. Es alguien que finalmente su destino se tuerce y nunca más puede ser el que estaba llamado a ser. Eso siempre me llamó la atención. Todo lo que vino después, el siguió siendo alguien que desafiaba lo que se esperaba de él. La sociedad con Galimberti, con Menem, incluso hablar conmigo fue una suerte de provocación en su mundo, donde querían dar por terminado el tema y no querían que volviera. Pero me imagino que él sintió que tenía el derecho de contar su historia. El personaje de Quieto es muy trágico. Alguien con mucha experiencia, muy conflictuado en lo familiar. Con una visión muy sombría de lo que venía. Doblemente condenado, por la dictadura y por sus propios compañeros. La incomodidad de su historia, los juicios revolucionarios y todo lo que eso genera.
¿Sentís que el libro le devolvió el reconocimiento a algunas de las personas involucradas en el caso que no lo tuvieron en su momento?
A algunos sí y a otros no. Yo creo que Born a su manera se reubicó como la víctima que fue, de un secuestro horroroso, y como hacedor de su destino, de su salida. Las hijas de Antonio Muscat, el directivo que matan para presionar a Montoneros, estaban muy emocionadas de que ese crimen figurara en algún lugar. Los hijos de Menendez creo que sí, porque su padre siempre había buscado un permiso que Jorge y Juan nunca le dieron para publicar la historia. A la vez es muy agria, porque las Muscat quedaron muy dolidas por la amistad de Born con Galimberti, Menendez quedó seguramente sintiendo que no había tenido el reconocimiento que merecía. Lo mismo el alemán Miguel Gans, los hijos no quisieron saber nada de hablar conmigo. A medida que te acercas, es una historia en la que todos los involucrados sintieron que se les había quitado algo. El libro les dio espacio, pero sigue siendo una historia muy agria para todos.
¿Dónde crees que radica la actualidad de este caso?
Trato de abstraerme del contexto político. No tengo una agenda preestablecida pero me interesa que haya una pintura lo más descriptiva posible que no saque nada de arriba de la mesa. Por eso digo que no tengo una intención premeditada, voy a contar una historia que tiene grises, paradojas, cuestiones para pensar. El problema es que los cuentos de mucha fábula, de buenos y malos, tienen poco que ver con cómo funciona la vida real. Entonces son narrativas que a veces se vuelven endebles o pasan a ser atacadas.
Creo que es un poco la movida que puede venir ahora. Hay una intención, como en Victoria Villarruel, de detonar uno de los consensos más importantes de la historia argentina respecto de lo que fue dictadura, el terrorismo de estado. La cualidad distinta de que un estado debe responder con la ley y no con el terrorismo ante la amenaza que significaban en ese momento las organizaciones armadas guerrilleras. Ella usa indistintamente la palabra terrorismo para las organizaciones como si fuese solo el propio terror descontextualizado además de un momento. Dicho esto, aborda algo que está fuera de agenda, que es la discusión acerca de las organizaciones guerrilleras y cómo actuaban en aquel tiempo.
Entonces creo que si uno pretende taponar ciertas discusiones, pueden volver de la peor manera. Es un riesgo presente. La mejor forma de defender la memoria es haciendo una buena reconstrucción de los hechos. La falta de relato histórico pone en duda cosas que no deberían estar en duda nunca.
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