Soledad Villamil: "'No sos vos, soy yo' es como ‘Para mí, para vos’; habla de esa imposibilidad de decir lo que realmente nos pasa"
Después de 17 años, la actriz regresa a los escenarios, pero lo cierto es que nunca se fue. En esta charla con Filo.news, su mirada tras la nominación al Oscar de “Argentina, 1985” y el sentido de una de las frases suyas más famosas del cine argentino que la conecta con su vuelta al teatro y a la vez con su búsqueda profesional de poder hablar por una misma.
Masha, una reconocida actriz de cine y televisión, vuelve a la casa familiar donde aún viven sus hermanos, Vanya y Sonia, en una estancia de Villa Elisa, en La Plata, Buenos Aires. Todo parece tal cual lo dejó, pero a la vez tan distinto. El encuentro pone las situaciones en evidencia y cuestiona: ¿la distancia son los kilómetros que los separaron o es aquello que las y los diferencia?
Soledad Villamil, una reconocida actriz de cine, televisión, regresa al teatro de la calle Corrientes, 17 años después: en ese paso del tiempo, cambiaron muchas cosas, mientras que otras permanecen exactamente igual. Como cuando era chiquita y actuaba jugando con sus amigos y vecinos.
“Es verdad que el teatro tiene algo muy mágico en ese sentido, muy lúdico que tiene que ver con esas experiencias de la infancia”, cuenta en una charla presencial con Filo.news mientras presenta su protagónico en “Para mí, para vos”, la adaptación teatral del espectáculo de Broadway que se nutre del universo del dramaturgo ruso Antón Chéjov, dirigido por Christopher Durang, y que recibió con el Premio Tony como Mejor Comedia (2013).
Boy Olmi, Laura Oliva y Soledad Villaml en "Para mí, para vos".
“El otro día, en uno de los ensayos, estaba por salir a escena y pensaba 'esto se hace igual hace años'. Es decir, el teatro con más o menos, era lo mismo. Tenemos algunas condiciones técnicas, si se quiere que cambiaron un poco: se sumaron algunos recursos, escenografías, iluminaciones, y tecnología que se va desarrollando pero el hecho en sí de un grupo de artistas que sube al escenario a ponerle el cuerpo algunos personajes y contar una historia, es el mismo. Entonces pienso: 'cuánto de la necesidad humana está puesta ahí’: esa necesidad de emocionarnos, de reírnos. Es muy loco: podemos ser una compañía del 2023 o una compañía itinerante del 1800, y en el fondo hay algo del espíritu que es lo mismo”, expresa.
Algo del tiempo también se conserva en el espacio donde tenemos esta conversación. Un restaurante sobre la avenida porteña que inmortaliza a sus estrellas en cuadros de fotos que decoran las paredes. Hay imágenes de China Zorrilla, Antonio Gasalla, Susana Giménez, Nacha Guevara, Moria Casán, hasta del italiano Marcello Mastroianni. ¿Cuán paradójico es que frente a tiempos donde todo avanza a mucha velocidad algo se mantenga hasta incluso sin tantos "recursos"?
“Totalmente” — asegura Soledad — “Esto incluso la obra lo toca desde algún lugar. El personaje de Vayna (Boy), en un momento trae esta cuestión cuando dice 'a la velocidad que está transcurriendo la vida cómo nos cuesta conectarnos’, escucharnos, y darnos tiempo para otras experiencias no tan veloces, desde este vértigo en el que vivimos. Creo que un poco el teatro propone ese momento existencial: 'ahora entramos acá'. Tanto para quienes son espectadores como para quienes estamos sobre el escenario. Nos promete: va a ser único, analógico, va a ser esta noche y nunca va a ser igual que mañana ni la de ayer”.
"Para mí, para vos" | Foto: Nacho Lunadei.
En la obra, Soledad interpreta a Masha, quien llega a la casa acompañada de un actor 20 años menor, con el que sale. “Es una actriz, una diva entre brillos y glamour y su vida transcurre en una especie de película hasta que se da cuenta, o más bien sus hermanos le hacen ver, que la vida no es eso. Un poco entre los tres se van generando las crisis en cada uno. Eso me parece re interesante de la obra”, resalta.
Sus hermanos de ficción son Boy Olmi y Laura Oliva, quienes junto a Paula Ransenberg (“Laponia”), Tupac Larriera (“El hombre de tu vida”, “Señores Papis”) y Ailin Zaninovich (“La odisea de los giles”), componen el cuadro de tragicomedia que cuenta con la dirección de Héctor Díaz (que viene de “Laponia”, y de realizar una participación en la nominada al Oscar “Argentina, 1985”).
“El trabajo de los ensayos fue divino. Fui descubriendo jornada a jornada, más material allí”, asegura, como a su personaje, y aquello que la fue impresionando. “La obra tiene mucho humor y algo muy chejoviano en relación al patetismo de los personajes. Esto (que nos pasa a todos) de armarnos un personaje para la vida pero que si lo rascamos un poquitito, abajo estamos todos muertos de miedo, queriendo que nos quieran pero nos hacemos los que no”, analiza.
En relación a sus propios personajes, Soledad Villamil dio vida a numerosas interpretaciones que se destacan con Laura (interpretación por la que obtuvo el Premio Cóndor de Plata a Mejor Actriz) de “El mismo amor, la misma lluvia” (1999) de Juan José Campanella, quien la volvió a convocar para interpretar a la Doctora Inés Menéndez Hastings (que la distinguió a en los Premios Goya, Sur y también Cóndor de Plata) en la ganadora del Oscar “El Secreto de sus ojos” (basada en la novela de Eduardo Sacheri). Además de una trayectoria de títulos como “Un muro de silencio” (de Lita Stantic, 1993), “Un oso rojo” (Israel Adrián Caetano, 2022), la popular “No sos vos, soy yo” (Juan Taratuto, 2004), que marcó una expresión célebre de la cultura pop nacional, y la estremecedora “La noche de 12 años” (2018) basada en los hechos reales de la toma de rehenes durante la dictadura militar de 1973 en Uruguay, entre otras.
En paralelo, la artista desarrolla su faceta musical como cantante solista desde 2007 y lleva lanzados cuatro discos: "Soledad Villamil canta", "Morir de amor", "Canción de viaje", "Ni antes ni después". Y en el plano personal está casada con el también actor Federico Olivera, y tienen dos hijas Violeta y Clara. Todo ello, mientras recordemos su igualmente prominente paso por la televisión con éxitos como “Zona de riesgo”, “Montaña rusa”, y sus sucesos en la cartelera teatral, labor que retoma desde “Ella en mi cabeza” (de Oscar Martínez en su versión original de 2005).
* En relación a Masha siento que vos, de alguna forma también sos esa “actriz entre brillos” pero que a la vez nunca te dejaste obnubilar por eso. Estás muy en lo terrenal, lo sensible, ¿te sentís así?
Sí, la verdad que sí. Me siento muy diferente a Maya en ese sentido. Pienso que tuve herramientas que ella no: no pudo escapar al personaje que construyó de sí misma. Creo que yo he tenido otras posibilidades y lo fui viendo desde otros ángulos a lo largo de la vida, que te va enseñando un montón de cosas. Pero también soy actriz y quiero que me aplaudan. Eso nos identifica a todos, porque todos tenemos esa necesidad de ser reconocidos, ser queridos, que nos digan que somos lo más y es lo que ella encarna.
* Más en la sociedad del like, ¿no?
Absolutamente. Yo siento que en esta sociedad del like, esto está elevado a la enésima potencia pero esa necesidad de que nos halaguen nos pasa como humanidad desde hace mucho. No apareció con los likes, sino que exponen un mecanismo: 'Mirá cómo estamos dependiendo de la mirada del otro'.
* Hablando de lo moderno, y lo que traen los debates actuales, tu personaje trae un tema que es su relación con un varón 20 años menor. ¿Cómo sentís que esto choca a nivel social? ¿Siendo mujeres pareciera que se juzga desde un lugar muy distinto?
Totalmente. Es muy interesante y absurdo cómo tenemos paradigmas muy diferentes para las mujeres, que para los varones. A nadie le sorprende un tipo saliendo con una chica 20 años más joven pero esa misma situación vista en una mujer es 'uy qué pasó'. Es significativo reflexionar sobre qué está implicado ahí. En ese sentido hay una diferencia que me hace ruido.
Aún así en el caso de Maya, es una relación que mantiene de alguna forma como mecanismo para prolongar su propia juventud, es como una especie de bastón del que se sostiene para no caer en la angustia que le produce el paso del tiempo y conectarse con su momento vital, que no es el 20 años antes, es otro.
* Ya que mencionás el paso del tiempo. Lo que muchas veces trae la actuación es que generalmente una se mueve en consonancia con lo que otra persona quiere que digas, cuando encarás un personaje repasás un diálogo que es de un director o guionista pero cuando lanzaste “Soledad Villamil canta” ¿fue una vuelta de timón para lo que estabas haciendo? ¿y la necesidad de decir “tengo esto para decir”?
Exactamente fue así. Y de ahí salió el título. Cuando grabé ese disco solista, venía de grabar otros anteriores de un espectáculo, de “Glorias Porteñas”. Pero esto era 'no tengo personaje', 'no es una obra de teatro', 'soy yo cantando'. Como vos decís: tengo esto para decir, para comunicar desde mí, sin intermediación de textos, ni de directores o guión.
* ¿Sentiste de alguna forma, miedo o inseguridad de mostrarte en otra faceta?
Sí, tremendo. Un vértigo total. Sentía que me estaba saliendo de un molde mío interno de 'las cosas son así': 'vos ya sos actriz, hacés esto'; y de repente 'voy a hacer otra cosa'. Son un poco estos 17 años porque fue en ese momento que empecé a hacer los discos y a ponerle foco al proyecto musical. Con la perspectiva que me dio el tiempo veo que fue positivo para mí y me interesa seguir investigando con un pie en cada lado: por un lado tengo este texto y este personaje que me lo propusieron y que también me enseña un montón de cosas; pero también tengo unas ideas que quiero ver cómo se desarrollan y volver a poner en marcha desde mí.
Soledad Villamil y Diego Peretti en "No sos vos, soy yo".
* Hablando del camino que desandamos las mujeres has dejado una frase que quedó grabada: 'No sos vos, soy yo’, ¿cuánto tiene de “Para mí, para vos”?
Es medio “Para mí, para vos” (ríe, mientras lo confirma al unísono que la pregunta). Es muy fuerte esa frase. Y tiene que ver porque habla del desencuentro, de la imposibilidad de poder decir lo que realmente te pasa (tema que conversó desde otro enfoque en esta nota). En “No sos vos, soy yo” era no animarse a poner en palabras: “mirá, para mí la relación no está funcionando, no estoy más enamorada”. Entonces inventa esa frase ¿no? Para tratar de alivianar y enmascarar lo que realmente está pasando.
Esta obra tiene eso: para mí es de una manera, para vos de otra. A los personajes les cuesta un montón decir lo que les pasa y envuelven sus sentimientos en un discurso que va para un lado y los sentimientos completamente para el otro. Es algo que nos pasa todo el tiempo a todes en la vida. Tengo un amigo que dice que los seres humanos estamos más preocupados por ir a Marte pero ni podemos decir lo que sentimos. Pareciera que lo que hay que conquistar está afuera cuando lo que hace falta es empezar a abrir y conectar lo que llevamos dentro.
Soledad Villamil en "El Secreto de sus ojos", con Ricardo Darín.
* En relación al exterior, desde Filo también queríamos preguntarte desde tu experiencia por “El Secreto de sus ojos”, ¿cómo viviste el estreno nacional de “Argentina, 1985” y la nominación al Oscar?
Con mucha alegría y expectativa. También en torno al Oscar pero sabiendo que no necesariamente pasaba por ahí. Como tampoco creo que pasó con “El Secreto de sus ojos”.
Creo que de repente lo que pasa con un premio como el Oscar o la nominación, es que de repente nos pone muy de frente como sociedad el valor que tiene lo que hacemos. En este caso el cine argentino y todo lo que implica: de guiones, dirección, actuación. A veces pienso que es como Messi: no lo podíamos ver, “ah pecho frío', hasta el año pasado. Pongo ese ejemplo porque me parece muy gráfico. Muchas veces no podemos reconocer el capital con el que contamos. No sé si somos un país muy joven todavía, con los ojos muy hacia afuera, como si ese reconocimiento del exterior fuera lo que nos convalida.
Soledad Villamil protagoniza la obra teatral “Para mí, para vos”, que se puede ver de miércoles a domingos en el Teatro Multitabaris Comafi (Av. Corrientes 851). Una producción de Tomas Rottemberg, Valentina Berger, Morris Gilbert y Ricardo Hornos; y de Carolina Perrotta, con música original de Mauro García Barbe, escenografía de Lucila Rojo, y diseño y confección de vestuario de Romina Giangreco.