En 2017 el mundo gamer cayó rendido ante Player Unknown’s Battleground (PUBG), el battle royale que se convirtió en el modelo a seguir para la industria. Después de tres años y una infinidad de clones más o menos exitosos en el camino llegó Fall Guys: Ultimate Knockout, quizá la aproximación más fresca al concepto y el nuevo fenómeno del que todos quieren formar parte.
Fall Guys: Ultimate Knockout es el último proyecto del equipo inglés de Mediatonic, un estudio fundado en 2005 que durante los últimos 15 años trabajó casi exclusivamente con franquicias de terceros, como Fable y Gears para Microsoft o Columns y Sonic para SEGA. Fall Guys es una de las pocas propiedades intelectuales originales del equipo y está inspirado en programas de competencias como Wipeout (“Hombre al agua” en la versión local) y un clásico del Reino Unido: It’s a Knockout, en el que los participantes se vestían con disfraces enormes que dificultaban el movimiento.
El juego tiene una premisa muy sencilla que captura a grandes rasgos el espíritu de los battle royale: es una competencia con otros 59 participantes en la que el objetivo es hacerse con una corona que se encuentra al final de un circuito de obstáculos. La diferencia es que en lugar de disparar y eliminar oponentes, en Fall Guys lo importante es llegar a la meta o resultar vencedor en los minijuegos.
La estructura de niveles responde a una alternancia entre carreras y minijuegos individuales o competitivos, cada uno de los cuales elimina a una cantidad determinada de participantes hasta llegar a la cuarta y última ronda, que será una carrera por la corona.
La sencillez de los controles y la impredictibilidad de las situaciones que el sistema de físicas genera es la clave de su éxito. Hay un componente de habilidad en Fall Guys, sin duda, pero en gran medida la victoria se determina a partir de elementos fuera del control del jugador, como la intromisión de otros participantes o los caprichos del juego.
Los minijuegos también tienen reglas sencillas y suelen unir a los jugadores en dos o tres equipos combinando elementos cooperativos y competitivos: uno nos propone llevar la mayor cantidad de huevos a la red de nuestro color (robándo los de los rivales en el proceso), otro es un partido de fútbol con pelotas gigantes, y otro es una simple competencia por llevar una pelota a una meta antes que el rival, por nombrar algunos.
Fall Guys, como la gran mayoría de los juegos actuales, explota el concepto de la personalización: hay dos tipos de monedas que se utilizan para adqurir diferentes trajes, bailes y más elementos estéticos, y se pueden obtener a través de victorias o adquiriéndolas con dinero real.
El juego debutó en PC y PlayStation 4 el 4 de agosto pasado, y en el caso de la consola de Sony fue uno de los dos títulos gratuitos de PlayStation Plus de este mes, situación catapultó su exposición de manera exponencial. De alguna manera recuerda a otro caso de éxito independiente: Rocket League, el “FIFA con autos”, que también fue lanzado en las dos plataformas y de forma gratuita en PlayStation.
Sin embargo, el lanzamiento de Fall Guys no estuvo libre de controversia. El equipo no estaba listo para el éxito del juego y el más de millón y medio de jugadores que se agolparon durante el primer día hicieron colapsar los servidores. Por fortuna el equipo de Mediatonic pudo enderezar el barco y pasó la última semana trabajando en el juego, sumando contenido y asegurándose de poder recibir a todos los usuarios. Además, como cualquier juego competitivo exitoso que se precie de serlo, Fall Guys sufrió una invasión de cheaters y hackers durante su primera semana que el estudio pudo controlar rápidamente, pero que le hizo la vida difícil a los jugadores por un par de días.
Por supuesto hay mucho por hacer todavía. Pero Fall Guys reafirma en cada partida que aún con sus problemas tiene todos los elementos y el potencial para convertirse en un fenómeno duradero. Las opciones para mejorar y expandir la experiencia son casi infinitas, y ya son varias las marcas, como KFC, Konami o Walmart, que quieren subirse al vagón del éxito, proponiendo trajes para los simpáticos personajes.