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Hernán Casciari hace terapia arriba del escenario en "Una madre extrovertida"

El escritor llega a la Calle Corrientes junto a Chichita y una serie de cuentos donde narra la tensa relación filial.

Hernán Casciari hace terapia arriba del escenario en "Una madre extrovertida"

Si Sigmund Freud viviera estaría de lleno sentado en primera fila de la sala del Teatro El Nacional donde este próximo 7 de junio, por una reprogramación, Hernán Casciari se subirá una vez más al escenario junto a su madre “Chichita” para mostrarle al público su intensa relación filial.

Allí el escritor narrará historias de su infancia, adolescencia y adultez y será, después de Borges, el primer hombre que se deje humillar en vivo por su madre.

Pero antes de su espectáculo, “Una Madre Extrovertida”, que por una indisposición se reprogramó para el próximo 7 de junio a las 20:30 hs, tuvimos la oportunidad de charlar con él para Filo.News de este espectáculo que se presenta por primera vez en la calle Corrientes.

 “Son cuentos en donde mi vieja está presente, ya sea como protagonista, o en un rol más secundario. Pero en esta obra elijó cuentos en donde ella tenga algo que hacer arriba del escenario. Pero es algo muy entre los dos”, comienza contando Hernán.

Y advierte: “No es una mujer con la que yo me llevé muy bien a lo largo de mi vida, entonces estar arriba del escenario con ella, nos sirve a los dos. Tenemos algo para decirnos interesante y  es algo que nos gusta hacer”, remarca sobre la obra.

Al tiempo que asegura sobre este show: “Es el que más me gusta, pero tiene que ver con que es muchísimo más teatral, muchísimo más improvisado, pero al mismo tiempo controlado”.

Sobre su vocación y su amor por la escritura, Casciari cuenta que no tiene recuerdos consientes de haberse hecho “escritor” sino que desde muy temprana edad aprendió a leer y escribir con el fin, supone, de demostrar que podía hacer grandes cosas.

“Tengo como vagos recuerdos como de ponerme muy orgulloso porque mis padres descubrieran que había aprendido a leer y a escribir antes de tiempo. Entonces debe tener algo que ver con el ego, creo”, reconoce mientras que recuerda que fue una máquina de escribir  la que llamó su atención de niño al ser el objeto  más fascinante de su casa.

“Me interesaba mucho la máquina de escribir como artefacto, me parecía lo más divertido de la casa. Mi viejo era gestor impositivo, y por eso teníamos una. Y creo que a mí me interesó mucho la parte mecánica de apretar botones y que subiera un resorte, y entonces le pedí que me enseñara”, recuerda y agrega: “Y lo que hizo fue enseñarme a leer y a escribir, entre los cuatro y los cinco años. Y entré a primer grado escribiendo muy bien y siendo un lector desde muy temprano”, relata.

Hoy, y tras un largo camino recorrido, Casciari reconoce que el azar tiene mucho que ver con su éxito, y afirma que su personalidad antisocial fue la que lo guió por el sendero de la autogestión.

“Es mucho más fácil ser autogestivo cuando no podes caretear”, comenta.

Y suma: “Yo tuve mucha suerte desde el principio. Y tiene que ver con haber estado en los lugares correctos en el momento propicio, que se yo, haciendo un blog cuando nadie hacia un blog, lo mío fue una cosa más de suerte que de talento”, expresa y aclara: “Ojo, esto es lo único que sé hacer, y sé que es un mix entre las dos cosas, pero conozco más gente con talento y sin suerte, que viceversa. Y hoy a todo eso le sumo la experiencia que acumulé durante todos estos años”, explica.

Su incursión a los medios, también fue una cuestión, casi natural, que se dio de manera paulatina, luego de que Mario Pergolini le propusiera llevar sus cuentos a la radio.

Mario Pergolini me propuso algo que a mí me pareció ridículo inicialmente. Eso habla muy bien de él, y muy mal de mí. Me decía `¡No sabés lo bien que funcionaría lo tuyo en radio!- A lo que yo le respondía: Mario es una garcha leer en voz alta`.  Y me convenció. `Me dijo mándame por el teléfono material` y le empecé a mandar desde Barcelona”, cuenta de aquellos primeros y experimentales trabajos.

“Él tenía el programa Tenemos Malas Noticias, en Vorterix y yo le mandaba  tres veces por semana cositas de tres, cuatro minutos, que me empezaron a divertir mucho. En un momento lo que me empezó a pasar fue que tener que editar eso que le iba a mandar, que inicialmente era mucho más largo, para que cupiera en tres minutos me empezó a divertir”, reconoce.

“Y esa edición, ese recorte, esa cuestión de ponerle palabras más coloquiales a los cuentos, me empezó a divertir como editor. Y terminé mandándole 240 cuentos acortados a pocos minutos. Y ese proceso de un par de años me habilitó a usar matices de la voz que no usaba. Además como no lo hacía en vivo, sino que estaba en casa en Barcelona, me acuerdo que los sábados a la mañana hacía tres cuentos que le mandaba y que él pasaba lunes, miércoles y viernes. Pero yo lo hacía un sábado tranqui en pijama, sin ningún tipo de presión ni de contra reloj”, recuerda.

Y me cuenta cómo fue jugando con los personajes: “Empecé a descubrir que cuando entraba un personaje femenino, que se yo mi vieja, que es un personaje muy recurrente, en vez de decir: `entonces Chichita dice`, lo cambié por hacer una voz más aguda. Ahí empecé a darme cuenta de que eso me divertía,  o a hacer la voz nasal de mi papá, o incluso utilizar un editor de sonido con el que agudizaba un poco más las voces femeninas y agravaba las masculinas. Empecé a jugar a algo que yo no sabía qué me iba a divertir y que fueron dos años de aprendizaje muy fuerte de cómo se matiza la voz, y cómo se cambian palabras para que lo coloquial funcione. Y todo nació en esa temporada cuando yo trataba de que nadie se diera cuenta de que lo que estaba haciendo era literatura”, afirma.

Pero aquellas historias abreviadas que enviaba desde la tranquilidad de su casa, repercutían en los oyentes que a diario pedían más y eso, que inicialmente parecía algo demencial, tomó forma y fue el inicio de un gran repertorio que hoy podemos disfrutar desde diferentes formatos, ya sea en Perros de la Calle, donde una vez por semana se encuentra con los oyentes, o en forma de podcast desde spotify, o en vivo, en alguno de sus múltiples, originales y variadas obras que presenta, de vez en cuando en alguna localidad de nuestro país.

Tales como: Casciari “a la carta”, donde las personas cuando compran la entrada reciben también un formulario con preguntas y en esas preguntas hay una especie de encuesta, en donde cuando empiezo les digo: bueno el 72% de ustedes quisieron que esto fuera un drama y no una comedia y entonces tiro el drama.

O otro que se llama “Parece Mentira” que son todas historias absolutamente reales, que no podes creer que son reales y lo que tienen de bueno es que realmente parecen mentira, pero cuando googleas está toda la información que te indica que es real. Entonces yo propongo eso, propongo un momento para que googleen y verifiquen la veracidad de la historia. 

Pero antes de llenar teatro, Casciari recordó que eso también en parte nació gracias a la mirada empresarial de Pergolini: “También fue Mario que me dijo un día: `Che un día que andes por acá, porque no venís al teatro y haces esto, que está teniendo tanta repercusión, arriba de un escenario en Vorterix`”, cuanta al día de hoy con cierto asombro.

"Trato de llevar tu cabeza a un lugar conocido, no a un lugar artístico. Por eso mismo no soy actor, porque no se hacer otra cosa, más que evitar la actuación”

Y advierte tal suceso como un antes y un después en su carrera: “Y eso fue un quiebre muy grande, porque yo había ido a Ferias del Libro y demases.  Y en esos lugares  vos no sabes si la gente que está ahí es por vos, o simplemente pasó y se detuvo. Y fue Mario  que aquella  primera vez, después de que yo le dijera ` ¡Si dale!, hagámoslo con entrada libre`, me respondiera: ` Noo boludo cobrá`”, expresa hoy entre risas.

No sin antes terminar de relatarme aquel dialogo que continuó con su incrédula acotación: “Cómo voy a cobrar le digo, mira si voy a cobrar, no va a ir nadie. ` ¡Vos cobrá!` me dijo e hicimos una función que recuerdo que eran 10 dólares de la época, y yo estaba convencido de que no iba a ir nadie, y estaba llenísimo.  Y para mí fue un quiebre muy fuerte saber que yo podía cobrar por leer cuentos”, reconoció.

Hoy, el tiempo le demostró que su forma y estilo cautivan a oyentes de todas partes con sus historias, a las que les dio una vuelta de rosca, donde el ejercicio de modulación que emplea hace al espectador olvidar que él está leyendo y lo ubica en un lugar de cotidianeidad.

“La modulación intenta que no sepas que estoy leyendo. Entonces en vez de empezar una historia con el típico había una vez`, yo trato de empezar diciendo `¿Sabés lo que me pasó el otro día?`. Como si fuera una persona cercana que llega a tu casa a contarte algo que le pasó. Esa modulación, es una modulación  antiartística. Trato de llevar tu cabeza a un lugar conocido, no a un lugar artístico. Por eso mismo no soy actor, porque no se hacer otra cosa, más que evitar la actuación”, afirma.

Cuantos cuentos tiene y por qué ya no escribe

“A finales del 2015 tuve un infarto y tuve que dejar, obligatoriamente de fumar, cosa que hice a rajatabla y no me divirtió más escribir sin fumar. Entonces dejé de hacerlo inmediatamente”, me cuenta sobre tan enfática decisión.

“Ahora uso material que escribí entre el 2003 y el 2015, en esa época escribí toda mi obra”, dice sobre los 500 cuentos que eligió y adaptó para usar con determinada recurrencia  “Debo tener más pero algunas envejecieron mal, tenían chistes que ya no se podían hacer”, explica.

Y conversamos sobre el aggiornamiento y la cancelación, luego de preguntarle si tuvo que modificar algunas de sus historias para acomodarlas a los tiempos actuales.

“No, jamás cambié yo tengo 13, 14 libros publicados  algunos son de épocas donde se hacían chistes que hoy no se hacen más. Yo tomé la decisión de no eliminar ese contenido, sino de poner un disclaimer al final de esos libros diciendo “yo era este me hago cargo de que fui parte del problema. Porque si yo elimino esos párrafos creo que quedas como esos hijos de puta que se van silbando después de mandarse la cagada como si no hubieran sido ellos. No yo tengo la sensación, sobre todo de que nos tenemos que hacer cargo”, reflexiona.

Y agrega: “Los varones de mi generación tenemos que aprender y callarnos, pero sobre todo hacernos cargo. No hacernos los que nunca hicimos nada. Y ver con mucha vergüenza ciertas cosas también y meter la cabeza en esa vergüenza para acordarnos de eso”.

“Yo por ejemplo le tengo más vergüenza a mis ideas que a mis chistes de aquella época. A estar vendado, sin un porqué. Porque educación siempre tuve, y lectura siempre tuve, y amigos y amigas cultas siempre tuve, nunca me faltó eso, entonces por qué estaba vendado en ciertas cuestiones. El chiste del 2002 no me da tanta vergüenza porque sé que el humor es un recipiente específico, y entonces te podes resbalar adentro del bowl del humor, puede estar muy enmantecado todo. Pero en la idea, en la compasión, en acompañar a otras en determinadas épocas donde te decían, `che me está pasando esto` y vos no entendías que eso era insoportable. Eso no me lo puedo perdonar y pienso qué loco el mundo, para que yo con dos dedos de frente no pudiera entender, es rarísimo”, se cuestiona y asegura que hoy repasa algunas situaciones o diálogos de los años 90` que no puede soportar.

Tras sus dichos quise saber si era muy crítico, tanto en su obra como en lo personal y sin dudar respondió: “No, sabes que no. De hecho a veces pienso que soy muy permisivo, que se yo con cosas que tienen que ver con mi paternidad por ejemplo. Tengo una hija de 18 años y desde los 13 de ella estoy esperando los reproches, que todavía no llegaron. Y eso me hace pensar que quizá debería haber enfrentado antes las cosas que hice mal y no estar esperando que lo descubra en terapia”, expresó.

Y acota: “Por eso si yo hubiera sido más auto crítico, o menos cobarde, hubiera encarado y habría gestionado la charla de decirle: `che esto que a vos te pareció normal y que quizá lo tenías tan adentro y no me lo podes decir,  yo sé que estaba mal y te pido perdón`”, remarca.

Pese a tanto análisis, Hernán comenta que no hace terapia, o no de la manera tradicional, al menos.

“No hago terapia, pero el espectáculo es mi terapia. ¿Vos sabes lo que es estar ahí con tu vieja?, una mujer que me fajaba todos los días, frente a mil personas, tratando de hacerla entender que fajar está mal. Es terapia. Y sé que el público la pasa muy bien, porque se dan esos momentos, que a mí como espectador me encantan, que de repente te estas cagando de risa y te pones a llorar y viceversa pero ocurre al mismo tiempo", advierte sobre el show.

"Y a mí me parece que las reacciones artísticas son como una chilena en el fútbol, es muy lindo esa transición y esta obra lo tiene y no lo digo de pedante, sino de lo que me comentan los que van a la salida. Hay algo que te vibra que está bueno”, finaliza invitándonos a todos a asistir el próximo 7 de junio al teatro El Nacional donde junto a su madre Chichita nos harán, vibrar, reír, emocionarnos y llorar, como en la vida misma, como en una de sus tantas historias.

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