Fuad Jorge Jury Olivera, Leonardo Favio para los amigos, atravesó la escena cultural argentina como actor, cantautor romántico y realizador cinematográfico, donde dejó su huella más autoral y personal (y porque no, política), aunque sea la parte de su currículum más escueta. Si hablamos de la historia del cine -nacional y latinoamericano- y esas listas caprichosas de ‘lo mejor de lo mejor’, hay varias obras de Favio que nunca pueden faltar… ni ‘revisionarse’ de tanto en tanto.
Nuestro Leonardo puede ser considerado todo un realizador de culto, aunque también probó las mieles del éxito taquillero. Entre sus comienzos y sus trabajos post-exilio siempre logró el favor de la crítica, pero se le escapó el público masivo. Sería genial que las nuevas generaciones se pudieran acercar a la visión particular de uno de los impulsores de ese ‘nuevo cine argentino’ que tomó por asalto las pantallas en la década del sesenta, con la complicidad de nombres como los de Leopoldo Torre Nilsson y Fernando Ayala.
Favio aprendió el oficio trabajando delante de la cámara y pronto se despachó con sus primeros cortometrajes y un debut cinematográfico que quedaría en los anales: “Crónica de un Niño Solo” (1965). Su militancia y fervor peronista lo obligaron a abandonar el país durante la dictadura militar, pero él nunca bajó los brazos y se tomó su tiempo para volver al ruedo tras el regreso de la democracia. Trabajó hasta que le dio la gana y se despidió con una carrera impecable. Hace siete años abandonaba este mundo, pero nos dejó unas cuantas obras esenciales que no podemos dejar de subrayar y recomendar: