(NOTA: Este artículo contiene SPOILERS del episodio 4 de la octava temporada de Game of Thrones - si no lo viste o no querés saber el final, no sigas leyendo)

Después de la Batalla de Winterfell, que prometía ser la más espectacular de toda la serie y devastadora para sus personajes, hubo tiempo de celebrar la victoria y despedir a los héroes de guerra que ayudaron a terminar con la amenaza de los Caminantes Blancos. También hubo tiempo para el romance y la comedia en el gran salón de Invernalia.

Sin grandes consecuencias a la vista para los protagonistas (o no tan graves como se esperaba) la más damnificada por los sucesos del capítulo anterior fue quizás Daenerys, que perdió a casi todo su ejército y a su más leal defensor, Jorah Mormont. La narrativa de este episodio se va construyendo alrededor del hecho de que todo lo que alguna vez la volvía la candidata más fuerte al trono, se está cayendo a pedazos.

Especialmente ahora que salió a la luz la verdad sobre Jon como legítimo heredero de los Targaryen según las costumbres de Westeros, Daenerys está en una posición más vulnerable que nunca. En una escena clave, literalmente le ruega que no revele el secreto si quiere mantener la relación entre los dos, pero no cuenta con la ingenuidad de Jon Snow.

El secreto revelado es el disparador de conversaciones entre los personajes ‘más inteligentes’ de la serie sobre la capacidad de Daenerys para gobernar y su supuesta tendencia hereditaria a la locura. No es la primera vez que se sugiere la tiranía de la Reina de Dragones y su poco interés por el bienestar del pueblo, a menos que sea en función de sus propios intereses.

Pero para ella llegó el momento por el que estuvo trabajando durante más de siete temporadas y ya no está dispuesta a esperar. Exigiendo que el Norte respete su parte del trato en la alianza que forjaron, Daenerys enfila para Rocadragón con su flota de Inmaculados y sus dragones. Y es ahí cuando se desencadena la serie de sucesos que termina con las dos muertes del episodio.

El impacto de la muerte de Rhaegal, su segundo dragón, pierde fuerza porque ya lo habíamos visto herido y casi derrotado en el episodio anterior. Pero es un gran golpe a la moral ya casi destruída de Daenerys y su ejército, que terminan naufragando en la costa de Rocadragón tras la emboscada de Euron Greyjoy.

Promediando el final del capítulo, nos enteramos de que el ejército de Cersei capturó con vida a Missandei, una de las más grandes aliadas de Daenerys a lo largo de la serie. Seguidora incondicional de la madre de dragones y su traductora personal por voluntad propia, Missandei fue liberada de la esclavitud por Daenerys en su paso por Astapor y decidió unirse a su causa, quedándose a su lado.

Con el correr de las temporadas, Missandei pasó de ser un simple personaje secundario a tener su propio arco argumental y desarrollar una relación con el comandante de los Inmaculados, Gusano Gris. A través de las conversaciones entre ellos, nos enteramos más detalles sobre el pasado de ambos y sus motivaciones.

Pero el destino de Missandei en el último episodio parece perder de vista todo eso, para usar su muerte como un simple plot device en función del arco de Daenerys, a quien vemos convertirse gradualmente en la ‘reina loca’ (tal como su padre Aerys II, que fue apodado de esa forma). Sin dudas junto con Missandei muere toda oportunidad de diplomacia entre los ejércitos de Daenerys y Cersei, si es que había alguna.

La muerte de Missandei como dispositivo para justificar las futuras acciones de Daenerys y su ejército Inmaculado tiene además varios agravantes, que van mucho más allá de su simple función narrativa. El personaje de Emmanuel Nathaniel era la única mujer de color en la serie, una minoría que ya de por sí sufre de una pobre representación en la cultura popular. Por eso no es de extrañar que esta muerte haya despertado la indignación de toda la comunidad en internet.

Pero además hay un detalle que la vuelve doblemente problemática, y es que muere encadenada. Todo el arco de Missandei en la serie tenía que ver con la liberación de la esclavitud y la voluntad de elección de su destino, pero termina su paso por la serie de vuelta en cadenas y sin ninguna posibilidad de elección. Incluso hace un par de capítulos se dejó establecido que sus deseos eran una muerte pacífica en la playa, solo para que este momento tenga más efecto.

Sabemos que Game of Thrones es una serie que nos tiene acostumbrados a las muertes inesperadas y violentas, pero hay que entender que podría haber sido de una forma que no tenga tanta carga simbólica y que es una decisión alevosa de los guionistas. A esta altura, ya es una preocupante costumbre en el cine y la televisión sacrificar personajes femeninos para que sus contrapartes puedan desarrollarse. En este caso, con el agravante de la etnia, que deja a un enorme público sin ningún tipo de representación en la serie más grande del momento.

El otro gran problema tiene que ver con las palabras finales de Missandei. Cuando Cersei le da la oportunidad de decir sus últimas palabras (algo poco característico para su personaje) el mensaje de Missandei va dirigido a Daenerys. Al pronunciar ‘Dracarys’, básicamente está motivando a la madre de dragones a incendiar toda la Fortaleza Roja para vengar su muerte. Y como se supo anteriormente en el capítulo, esa fortaleza está llena de ciudadanos inocentes que la reina está usando como escudo humano.

Como parte de un pueblo oprimido, es poco acertado que las últimas palabras de Missandei estén destinadas a incentivar la masacre de otro pueblo. Claramente los escritores estaban buscando un efecto que construyeron bruscamente en este episodio al remarcar todos los paralelismos entre Daenerys y su padre, de quien se dice escuchaba voces e incineró a su propia gente al grito de ‘burn them all’ ('quémenlos a todos').

Una muerte muy pobre para un personaje que representaba a un público cansado de ver las mismas temáticas repetidas una y otra vez. El estatus de fenómeno popular de Game of Thrones no le da la impunidad de hacer lo que se le antoje, por el contrario, le da cierto compromiso de comunicar responsablemente a una audiencia tan masiva. Lástima que, a solo dos episodios del final, no estuvieron a la altura del desafío.