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Hace 15 años nos dejaba Christopher Reeve, el Superman eterno

El actor que interpretó al hombre más poderoso de la Tierra murió una década después de un accidente que lo paralizó casi por completo. Pero sus trágicos últimos años lo convirtieron en un héroe de la vida real

Hace 15 años nos dejaba Christopher Reeve, el Superman eterno

El accidente que paralizó a Christopher Reeve fue producto de una sucesión de pequeños errores, tan poco probables como imposibles de evitar.

Reeve había aprendido a cabalgar en 1985, cuando filmaba una versión de Anna Karenina junto a Jacqueline Bisset. Una década después, el actor se sentía lo suficientemente hábil como para participar de eventos de hípica, y en mayo de 1995 participó de una competencia profesional en la ciudad de Culpeper, Virginia. El primer día fue la fase de doma, en la que quedó cuarto entre 27 participantes, pero lo complicado era el segundo, que incluía una carrera de vallas.

Reeve sabía que los saltos 16 y 17 del recorrido eran complejos, pero en las prácticas no había tenido problemas con la tercera valla, un obstáculo bajo, con forma de letra “w”. Pero en la tarde del 27 de mayo, su amado pura sangre “Buck” se asustó y frenó de golpe, rehusándose a saltar. Reeve salió disparado hacia adelante, con tal mala suerte que sus manos quedaron enganchadas en la rienda, arrancando la brida de la montura y cayendo de cabeza sobre la tercera valla, destrozando su primera y segunda vértebra. La parálisis fue inmediata e incurable.

Reeve montando a caballo en junio de 1994 - un año antes de su accidente

La carrera de Christopher Reeve, por supuesto, quedó completamente truncada, y a pesar de que no estaba en su mejor momento, es imposible separar su rostro del personaje que definió el cine de superhéroes como lo conocemos: Superman.

Hoy es imposible pensar en otro actor interpretando ese papel - tanto, que ninguno de los demás que lo han intentado han dejado su marca en el cine, a diferencia del rol de Batman al que cada actor trae lo suyo. Aún así, Reeve estuvo lejos de ser la primera opción del director Richard Donner. Robert Redford, Paul Newman y James Caan rechazaron el papel. Nick Nolte, Christopher Walken, y Charles Bronson quedaron descartados después de malas audiciones. Hasta un joven Arnold Schwarzenegger rogó que se lo tome en cuenta, y fue ignorado por completo.

Reeve junto a Katharine Hepburn en su debut en Broadway - las revistas de farándula juraban que ahí había un romance, aunque ella le llevaba 44 años.

Reeve era un reciente egresado de la prestigiosa escuela de teatro Juilliard, y había deslumbrado al público en la obra “Una Cuestión de Gravedad” junto a la legendaria Katharine Hepburn. Su físico y su perfil estaban lejos de ser los del héroe de acción que la producción de “Superman” esperaba, y cuando (luego de probar a más de 300 personas) lo llamaron y eligieron para el papel, trataron de convencerlo de actuar en un traje inflado con músculos artificiales.

El actor se negó de forma terminante, y empezó un entrenamiento junto al mismísimo Darth Vader: el fisicoculturista David Prowse que acababa de interpretar al cuerpo del villano de “Star Wars” mientras James Earl Jones le daba la voz. En pocos meses logró sumar 15 kilos de músculos a su cuerpo, y aunque su Superman era perfecto, todavía le faltaba encontrar a Clark Kent.

¿Cómo pudo el peor actor de la galaxia engañar a la aguda Lois Lane?

Junto al guionista Tom Mankiewicz, Reeve encontró la clave: Clark Kent y Superman no podían ser dos personajes separados, ya que el kryptoniano no es un actor sino un superhéroe. Por lo tanto, Clark Kent es una creación ficticia: un mal actor interpretando a un personaje exageradamente debilucho. Reeve logró encontrar el humor en la caracterización, y a la vez esta noción ablandó un poquito al superhéroe, y el público amó a Clark Kent y a Kal-el por igual.

Reeve nunca repitió el éxito de la saga Superman, pero no fue por falta de talento sino por su desacierto a la hora de elegir roles.

"Pide al Tiempo que Vuelva" fue un suceso internacional

A principios de los ‘80 estaba en camino a una gran carrera. Deslumbró como galán romántico en la fantasía de ciencia ficción “Pide al Tiempo que Vuelva” (1980) y sostuvo un duelo actoral electrizante en el delicioso thriller cómico “Trampa Mortal” (1982). Pero por esa época empezaron los problemas.

El primer gran fracaso de Reeve fue “Monseñor” (1982), una historia de corrupción en la iglesia católica casi incomprensible, hoy considerada una de las peores películas de la historia. Un año después protagonizó la pésima “Superman III”, en la que el superhéroe quedaba como un personaje secundario y el protagonista resultaba ser el cómico Richard Pryor.

A pesar de que "Amarás a un Extraño" fue un fracaso, James Ivory volvió a trabajar con Reeve en "Lo Que Queda del Día"

Reeve apostó para su siguiente proyecto “Amarás a un Extraño” (The Bostonians) (1984) por el prestigioso director James Ivory, pero a pesar de que la película tuvo buenas críticas, estaba claro que el actor no era particularmente creíble en el papel de un hastiado aristócrata de fines del siglo XIX. En 1987 aceptó hacer una cuarta “Superman”, con tal de que los productores financien la película que Reeve consideraba iba a revitalizar su carrera: el drama periodístico “Street Smart”.

Lamentablemente, ese año resultó devastador para Reeve, ya que los dos proyectos fueron un fracaso de público. El actor no volvería a filmar durante casi cinco años.

A mediados de los ‘90, Reeve estaba lentamente volviendo a participar de proyectos de alto perfil, con un aplaudido papel cómico en la adaptación teatral “Silencio se Enreda” (1992) y el papel protagónico de “El Pueblo de los Malditos” (1995), del maestro del terror John Carpenter. Todo eso terminó de forma abrupta con su terrible accidente.

"El Pueblo de los Malditos" - el último papel de Reeve antes de su accidente

Pero el final de su carrera dio inicio a la que quizás sea la etapa más importante de su vida. Inspirado por su proceso de rehabilitación en el centro Kessler de New Jersey (un proceso que tomó años), Reeve se convirtió en un activista dedicado a mejorar las condiciones de vida de víctimas, como él, de lesiones de la médula espinal.

En los Oscar de 1996 dio un discurso conmovedor sobre la responsabilidad de Hollywood de hacer un cine que hable sobre los problemas cotidianos (una ironía consciente viniendo del actor que se hizo famoso como un superhéroe). Ese mismo año fue el presentador de los juegos paralímpicos de Atlanta, y fue portada de la revista Time por recorrer los Estados Unidos dando discursos sobre su condición y la importancia de buscar un tratamiento.

Increíblemente, Reeve encontró energía para volver a trabajar, inicialmente detrás de cámara. En 1997 dirigió la película “In the Gloaming” para HBO, que fue nominada para cinco premios Emmy. Al año siguiente, volvió temporalmente a la actuación para una remake de “La Ventana Indiscreta”, dirigida por él mismo y fue nominado a un Globo de Oro.

Pero su fundación le exigía más y más tiempo. A fines de los ‘90 Reeve se volvió una figura polémica, ya que su investigación indicaba que el uso de células madre podría ser beneficioso para regenerar el daño causado por lesiones de médula. En esa época, las células madre se obtenían de tejido cadavérico fetal y embriones humanos, lo que hacía cualquier debate sobre su uso un tabú en un país en el que los movimientos Pro-Vida son extremadamente poderosos.

El último papel de Reeve fue un homenaje al papel que le dio la fama. En la serie “Smallville” (que cuenta la historia de un joven Clark Kent), Reeve fue el doctor Virgil Swann, un astrónomo e investigador que llegó a inspirar al personaje de Clark y enfrentarse, claro, al villano Lionel Luthor.

El primer capítulo de Reeve en "Smallville" terminó con un mensaje promocionando su fundación

A pesar de un estricto régimen de ejercicio y alimentación, la salud de Reeve fue declinando debido a una serie de inexplicables infecciones medulares. El 9 de octubre de 1994 sufrió un paro cardíaco que horas después le causaría la muerte. Menos de dos años después su viuda Dana moriría de cáncer de pulmón.

Hoy su fundación sigue existiendo, rebautizada como la Christopher and Dana Reeve Foundation. A lo largo de los últimos 20 años donó más de 65 millones de dólares para la investigación de la rehabilitación de lesiones de médula espinal, el mayor logro de un hombre que sigue inspirando, aún 15 años después de su muerte.

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