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Scorsese dio el primer paso y otros grandes directores los siguieron con las críticas a Marvel ¿qué dicen sus defensores y cuál es la discusión de fondo?
Cuando Martin Scorsese dijo que las películas de Marvel “no son cine” no imaginamos que generaría una ola de adhesiones y críticas como la que hemos visto en las últimas semanas. El legendario director explicó no son películas que pertenezcan al cine de “humanos intentando transmitir experiencias emocionales y psicológicas a otro ser humano” y que las compara con parques de diversiones.
Si bien varios integrantes del equipo Marvel le respondieron inmediatamente, la realidad es que nadie se puede discutir demasiado a Scorsese, que a los 76 años sigue tan vigente como nunca y está a punto de estrenar posiblemente la mejor película de gángsters de su filmografía (que es decir mucho). James Gunn, Joss Whedon, Karen Gillan y el resto del equipo Marvel se limitaron a defender su trabajo porque saben que no hay contraataque posible. Sólo Samuel L. Jackson salió con el cuchillo entre los dientes para decir que “no a todos les gusta” lo que hace Scorsese — lo cual también es una realidad.
Días después Robert Downey Jr., un actor que tiene experiencia tanto en “parques de diversiones” como en el cine que Scorsese considera como tal trató de ponerle paños fríos a la cuestión y aseguró que la opinión de alguien como el directo es necesaria porque sólo con todos los puntos de vista será posible llegar a un consenso y avanzar.
"No queremos un único rey que controle todo y tenga el monopolio."
Howard Stern, quien le estaba realizando la entrevista, le preguntó si él consideraba las películas de Marvel cine, a lo que respondió: “Sería como decir que Howard Stern no es radio. No tiene sentido decirlo.”
La cosa se agitó un poco más cuando otros directores consagrados se sumaron a la discusión para pegarle a Marvel. Francis Ford Coppola dijo esta semana en el Festival de Cine Lumiere que Scorsese había sido suave: “No dijo que son ‘despreciables’, que es lo que yo diría.”
Por su parte Ken Loach (“I, Daniel Blake”) evocó la comparación con los parques de diversión al decir que son “commodities, como las hamburguesas.”
“Son un commodity que generará grandes ganancias para una gran corporación,” dijo. “Son un ejercicio de cinismo, un ejercicio de mercado que no tiene nada que ver con el arte del cine.”
El caso del director Fernando Meirelles (“Ciudad de Dios”) es particular, porque explicó que no puede no estar de acuerdo porque no mira ese tipo de películas (“Vi una ‘Spider-Man’ hace ocho años y eso fue todo. No estoy interesado.”) pero dice que le gustó mucho la primera Deadpool por sus “increíbles secuencias de acción.” ¿Y la segunda? “Miré media hora y me di por vencido,” confesó.
Las palabras de estos directores consagrados son relevantes porque le pegan al fenómeno más importante de la historia reciente del cine. Las más de 20 películas que conforman el universo cinematográfico de Marvel componen una única narrativa que concluye en la producción más taquillera de la historia. Eso llama la atención y plantea un futuro (aún más) dependiente de esas superproducciones que tanto rechazan estos autores.
Sin embargo en esa lista de lo más visto de todos los tiempos también hay varias películas de Star Wars, una serie que nació en la década del 70, durante el movimiento que consagró a ambos directores. ¿Dirían acaso que Star Wars e incluso la trilogía de Indiana Jones, obras que cambiaron el horizonte del entretenimiento a partir de una premisa de fantasía de escapismo muy similar a la de Marvel, no son cine?
“No dijo que [las películas de Marvel] son ‘despreciables’, que es lo que yo diría.”
Siempre es importante escuchar la opinión de eminencias como Scorsese y Coppola, por supuesto, porque como dijo Jon Favreau, “se han ganado el derecho a expresar su opinión” y han inspirado a toda una generación de realizadores. Pero paradójicamente, como alguien remarcó en Twitter, las películas que Scorsese no reconoce como cierto tipo de obra se proyectan en más salas que la suya y quizá hacen más por la industria.
El Irlandés (“The Irishman”) tendrá un corto y limitado paso por los cines para garantizarle la competencia en diferentes festivales internacionales y los premios Oscar, y luego quedará relegada a la experiencia casera a través de Netflix. Poniéndonos en modo “troll de Twitter”, es representativo del cine de autor que se vendió al sistema — o a “un sistema”, diferente del que rechaza.
Las películas de Marvel son pochocleras pero no crearon esa categoría. Son simplemente la culminación de años de investigación: películas creadas en un laboratorio para atraer la mayor cantidad de público, ofender a la menor cantidad de gente y generar la menor cantidad de discusiones posibles. Son hamburguesas y son parques de diversiones, dos cosas que le gustan a todo el mundo, porque es a lo que apuntan, por más que Bob Iger se enoje y considere las críticas “irrespetuosas”.
"Son un ejercicio de cinismo, un ejercicio de mercado que no tiene nada que ver con el arte del cine.”
Sí es verdad que, como Joker demostró, hay una forma de hacer de este cine una experiencia más de autor que priorice la introspección por sobre el espectáculo. No diría que las películas de Marvel no tienen visión, porque Guardianes de la Galaxia, Black Panther y Iron Man son experiencias muy diferentes entre sí, pero todas se adecúan a una fórmula y prácticamente no transmiten nada más allá de lo que se ve en pantalla.
El verdadero problema es que Disney controla el 35 por ciento de la industra. Hasta Stephen Strange (Benedict Cumberbatch) sabe que eso atenta contra la diversidad de voces, porque esas casi cinco mil salas que proyectan Avengers: Endgame durante el estreno dejan sin cartel películas más pequeñas.
“Sé que ha habido mucho debate recientemente porque algunos grandes realizadores dijeron que estas franquicias están consumiendo todo,” dijo en una reciente entrevista. “Y estoy de acuerdo. No queremos un único rey que controle todo y tenga el monopolio. Espero que no sea el caso y deberíamos asegurarnos de seguir apoyando a los autores en todo nivel.”
Habrá una enorme porción del público que continuará demandando el cine masticado de Marvel, que se digiere fácil, y otra que preferirá obras con capas, que desafíen al espectador. Ambos tienen derecho a que sus demandas se satisfagan, pero quizá el debate pueda plantearse acerca de cómo promover una cultura en la que ambas formas de cine convivan sin que Disney decida cuál será la agenda cultural del futuro.
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