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La 'infilmable' novela gráfica de Alan Moore vuelve a la pantalla, esta vez más chica, con una historia que no se agarra del material original, pero tiene mucho que decir sobre el contexto social actual.
Los que leímos la obra de Alan Moore y Dave Gibbons fruncimos un poco el ceño cuando, después de años de tentativas, se oficializó la ‘adaptación’ televisiva de “Watchmen”. Y, sobre todo, tras el anuncio de Damon Lindelof como su principal impulsor y responsable. El co-creador de “Lost” (2004-2010) y “The Leftovers” (2014-2017) no quedó muy bien parado ante el fandom tras el desenlace del drama de ABC, pero su mayor preocupación nunca fue “el qué dirán”, sino estar (mínimamente) a la altura del material original… algo que parece imposible. Al final, terminó asumiendo que eso nunca iba a suceder, así que siguió adelante prometiendo hacer su mejor esfuerzo. ¿El resultado? Lo veremos con el correr de estos primeros nueve episodios, pero podemos asegurar que estamos ante un gran comienzo.
No importa cuántos y cómo lo intenten, Moore seguirá despotricando contra los herejes que sigan echando mano y destrozando a su retoño comiquero. Por eso se aplaude (y agradece) que Lindelof y compañía se hayan decidido por un ‘remix’ actualizado de la historia, alejado de aquella década del ochenta alternativa, aunque manteniendo infinidad de conexiones con el universo que ya conocemos. Esta ‘liberación’ permite otro tipo de búsqueda y análisis, uno que puede relacionarse inmediatamente (y sin muchas vueltas) con los conflictos -sociales, raciales- y la violencia que abunda en la Norteamérica de Donald Trump. No, acá no hay sutilezas, pero sí una ficción que, por momentos, se acerca tristemente a la realidad.
“Watchmen”, la serie que nos llega con toda la parafernalia de HBO, se ambienta en un presente distópico donde Robert Redford (el actor) se perpetúa en la presidencia desde el año 1992. Los vigilantes (o héroes) de antaño están proscriptos y obligados al ocultamiento debido a sus métodos extremos, y la policía sale a las calles enmascarada para mantener bien oculta su identidad, así como su bienestar y el de sus familias. ¿El motivo? Estamos en la ciudad de Tulsa (Oklahoma), una zona sumamente conflictiva, donde tres años atrás, un violento grupo de supremacistas blancos conocidos como La Séptima Caballería (The Seventh Kavalry) perpetró un ataque coordinado contra los oficiales y sus allegados, dejando un saldo de víctimas demasiado prominente.
Desde entonces, la policía ya no utiliza la fuerza bruta (el uso de sus armas debe ser autorizado) y los terroristas se retiraron aletargados a las sombras…, pero algo está empezando a emerger en el caluroso verano de Tulsa. Ahora, The Seventh Kavalry adoptó la figura de Rorschach como emblema (o máscara) de su cruzada, un movimiento que todavía no deja en claro sus fines, pero sí sus medios ultraviolentos. En este oscuro panorama que amenaza con romper la frágil estabilidad de la ciudad, la fuerza cuenta con la cara visible y la buena conducción de su jefe Judd Crawford (Don Johnson), así como la dedicación de sus leales agentes, entre ellos Looking Glass (Tim Blake Nelson), Red Scare (Andrew Howard) y Sister Night (Regina King), que como cualquier ‘superhéroe’, lleva una doble vida para ocultar su verdadera profesión.
Ante los ojos de la comunidad, Sister es Angela Abar, madre, esposa y detective retirada que ahora se dedica a la pastelería. ¡Mentira! Por supuesto. En realidad, estamos ante una verdadera badass que no va a permitir que se repitan los sangrientos sucesos del pasado, también conocidos como “La Noche Blanca”. Hasta acá, alcanza y sobra para entender el contexto de “It's Summer and We're Running Out of Ice”, este primer episodio escrito por Lindelof y dirigido por la experimentadísima Nicole Kassell (también productora), que abre muchos interrogantes y sale a la cancha con los tapones de punta.
“Watchmen” arranca bien arriba y no se contiene en cuanto a la violencia, incómoda y gráfica por momentos. Pero también deja lugar a la ternura y la humanidad de sus protagonistas, demostrando que acá no hay seres superiores, sino personas de carne y hueso que intentan hacer una diferencia (siempre según sus puntos de vista). Lo mejor de este arranque es el equilibrio entre el drama, la acción, el humor y la lectura entre líneas sobre una sociedad que puede desbordarse fácilmente, dispuesta a odiar y a ejercer el terror cuando creen que la situación lo amerita.
Estamos ante un Lindelof que abre un montón de puertas y desparrama un sinfín de preguntas que deberá ir contestando. También ante un producto que se beneficia de la relectura porque sus detalles (visuales y sonoros) no se captan todos al primer vistazo. En ese aspecto, Trent Reznor y Atticus Ross -dupla ganadora del Oscar por “Red Social” (The Social Network, 2010)- suman tensión y atmósfera desde su inquietante banda sonora, muchas veces, un protagonista más dentro de esta historia.
Lo bueno de esta secuela/reimaginación de “Watchmen” es que puede disfrutarse sin necesidad de conocimiento comiquero previo. Claro que el rico universo creado por Moore suma contexto a muchos detalles y personajes (nos guardamos los spoilers), pero la versión televisiva pergeñada por Lindelof pretende tener vida propia y avanzar bajo sus propios términos. Por ahora lo logra y, sobre todo, nos alienta (fervientemente) a seguir atestiguando y formando parte de esta realidad alternativa donde el racismo, el terror, los héroes y villanos enmascarados son moneda corriente.
El próximo miércoles 27 de noviembre, a las 10 horas, el jefe de gabinete expondrá en el recinto su informe de gestión.
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