Aquel que se sube a un auto y no se coloca el cinturón de seguridad, actúa del mismo modo que aquellos que consideran que las vacunas que recibe un bebé terminan contaminando y sobrecargando su sistema autoinmune.
En ambos casos, se tratan de elementos de prevención y protección que están recontraarchi comprobado que salvan vidas.
Por eso resulta aún mucho más incomprensible que a alguien se la haya ocurrido subir a 15 personas a una camioneta, como ocurrió en la tragedia de Carmen de Areco.
Un camión embistió a una pickup en la que al menos 10 ocupantes no viajaban en forma correcta y segura.
El resultado de esa imprudencia es proporcional a semejante irresponsabilidad: 9 muertos, casi la misma cantidad de los ocupantes que viajaban de manera inapropiada.
En este caso queda en un segundo plano quién tenía la prioridad de paso, o si venía con exceso de velocidad, si el estado del camino era desfaborable, si la cartelería no era clara o si alguno de los conductores falló en el cálculo para atravesar el cruce de rutas.
La ley de transito indica que la cantidad de ocupantes que pueden viajar en un vehículo debe "guardar relación con la capacidad para la que fue construido y no estorbar al conductor".
Un niño puede reconocer cuál es ese número: la cantidad de asientos y de cinturones de seguridad que tenga el habitáculo indican cuántas son las personas que puedan viajar.
No es que porque haya espacio y pueda viajar sobre el regazo de alguien, en el baúl o en la caja de carga se puede aumentar esa capacidad.
Es una falsa creencia popular decir que hoy los autos son de menor calidad que los de antes porque ahora se rompen mucho más fácil.
Los autos están diseñados para comportarse de cierta manera durante un choque. El arrugue que se genera en la estructura del vehículo está programado para que la energía del impacto no llegue a los ocupantes, si es que estos están ubicados y sujetos de manera correcta.
Los vehículos vienen cada vez más seguros, con un desarrollo más avanzado para proteger mejor a los ocupantes y con más sistemas de asistencia a la conducción, que en algunos casos pueden corregir la trayectoria por errores de manejo o por condiciones del camino.
Pero todavía no hay algún dispositivo que aplique el sentido común cuando el conductor no lo hace. Con una pequeña dosis de esa capacidad, el choque de Carmen de Areco no hubiera sido la tragedia que terminó siendo.