Según el Banco Mundial, aproximadamente el 55% de la población mundial vive en ciudades. Para 2050 se prevé que la población siga en aumento y 7 de cada 10 personas habite las áreas urbanas. Este escenario plantea varios desafíos para los estados y la comunidad, como satisfacer la demanda de viviendas, servicios básicos, empleo y desarrollar sistemas de transporte asequibles y bien conectados.
A mediados del siglo XX, el desarrollo de la industria del transporte y el abaratamiento de los costos de producción en general, permitió la democratización del uso de transportes de tracción mecánica. Las carretas, fueron reemplazadas por autos. Que cada familia tenga un auto propio dejó de ser un lujo. El transporte público también mejoró enormemente. Trenes y líneas de colectivos cada vez más rápidos y mejor conectados.
Todo este desarrollo tan rápido y grande trajo enormes beneficios. Pero también empezó a generar problemas. Los caminos de tierra y adoquines se asfaltaron y se siguen reemplazando por cemento. Los espacios naturales se ocupan con nuevas rutas y autopistas, perjudicando a miles de especies que ya no pueden habitar esos espacios o que se ven afectadas por los vehículos que se cruzan en su camino. El lugar para estacionar se convirtió en un problema, ya no tenemos espacio. Las ciudades pasaron de ser una promesa a ser lugares ruidosos, irrespirables, con menos espacios públicos y verdes. Y la ciudadanía fue relegada a un segundo plano.
Por otro lado, ya hace varios años que el mundo pide a gritos la eliminación de los combustibles fósiles. El 13,18% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero (GEI) en Argentina proviene del transporte, según el inventario nacional de GEI. Lo que hace evidente la importancia de migrar a modelos más sostenibles de movilidad para combatir una de las grandes crisis de nuestra generación, el cambio climático.
Desde el punto de vista internacional, el Objetivo de Desarrollo Sostenible (ODS) número 11, Ciudades y comunidades sostenibles, plantea a través de sus metas la necesidad de promocionar el acceso a sistemas de transporte seguros, asequibles, accesibles y sostenibles. Pero también menciona la importancia de proteger tanto el patrimonio cultural como el patrimonio natural del mundo, de reducir el impacto ambiental negativo en las ciudades, de velar por la calidad del aire y de promover la mitigación del cambio climático.
A medida que los efectos negativos se hacen más evidentes, aparecen más iniciativas para contrarrestar la situación. La movilidad sostenible es una de las grandes claves para el logro del ODS 11, la conservación del ambiente y la protección de la salud de las personas.
Consiste en construir y desarrollar formas de moverse pensando en las personas, su salud y bienestar. Prefiere alternativas de transporte saludables y no contaminantes como las bicicletas o el transporte público, ayudándonos a reducir nuestra huella de carbono, y nos devuelve los espacios verdes perdidos. Además, nos permite combatir los efectos del uso excesivo del auto particular como la saturación de las calles y la contaminación del aire.
El desafío de construir ciudades saludables y sostenibles requiere de coordinación normativa, oportunidades de inversión y voluntad política. Sin embargo, no todo queda fuera de nuestro alcance. Desde nuestro lugar podemos ser parte de la solución. Algunos pequeños cambios de hábito en nuestra forma de viajar pueden generar un gran impacto:
- Caminar siempre que sea posible. Hay muy pocas cosas más saludables que caminar. 20 minutos para ir caminando al trabajo, al gimnasio o a la escuela es un tiempo más que razonable. Teniendo en cuenta que la OMS recomienda hacer al menos 30 minutos de actividad física diaria, con este breve traslado de un lado a otro en nuestra rutina, ya cumpliríamos con este objetivo que colabora con nuestra salud y la del planeta.
- Pedalear. La bicicleta es uno de los mejores aliados de la movilidad sostenible, y también de nuestra salud. Si no tenés bicicleta propia, podés optar por el uso de bicicletas comunitarias. Hay distintos sistemas para el uso de las mismas según la ciudad, pero la mayoría son gratuitas.
- Usar el transporte público. El colectivo, el subte y el tren son ideales para moverse en tramos más largos dentro de una ciudad. Además, tienen un menor impacto ambiental que los autos y muchas veces terminan siendo más rápidos.
- Si no podemos dejar de lado el auto particular, compartir es una buena alternativa. Sobre todo para los trayectos que hacemos diariamente o de manera regular, que son más fáciles de organizar. Por otro lado, también podemos adoptar estilos de conducción más eficientes. Por ejemplo, evitando el exceso de velocidad o el inflado insuficiente de neumáticos, podemos reducir el uso de combustible.
Construir ciudades más sostenibles es tarea de todos. Cuanto más nos involucremos desde nuestro lugar, mejores serán las condiciones en nuestras comunidades, y mayor será el efecto sobre nuestra calidad de vida.
Maite Durietz. Licenciada en gerenciamiento ambiental, especialista en sustentabilidad y consultora B (@unaovejaverde).